Capítulo 88

86 4 0
                                    

R:- Tienes las manos heladas.

A:- Supongo que si estoy un poco nervioso.

R:- Solo tienes que caminar este último tramo hijo.

Alfonso miró a su madre y sonrió entendiendo a qué se refería. Este era el último tramo del camino para unir su vida con Lucía para siempre, de pronto su mente se tranquilizó, su respiración volvió a la normalidad y solo se concentró en mirar hacia adelante.

Cuando les avisaron que ya todo estaba listo, Regina Castelo lo tomó del brazo y juntos se pusieron en el inicio del camino hacia altar. Su padre estaba sentado al lado de Virginia y a su lado Ignacio cargaba su pequeña sobrina y junto a él, Emilio, al otro lado ya se encontraban sentados Lorenzo al lado de su novia y Carlo. Alfonso no pudo elegir entre sus amigos al padrino de su boda, así que ellos fungirían de testigos y el padrino finalmente sería Luciano, él le entregaría los anillos en el altar cuando llegara el momento. Una melodía marcada por el piano les indicó a todos que era hora, Alfonso avanzó con su madre del brazo, sin poder ocultar su emoción mientras todos lo observaban, los flashes de las cámaras no dejaban de parpadear pero por primera vez él quería que todo quedara grabado porque era un día que merecía toda la atención.

Cuando Regina lo dejó en el altar para tomar su lugar al lado de Vicente la melodía terminó, él se quedó contemplando el mar y por unos segundos se hizo el silencio, inmediatamente cuando la música que habían elegido para la entrada de la novia empezó a sonar todos se pusieron de pie, Alfonso respiró profundo, volteó y al fin pudo verla.

Al final del largo camino estaba ella, la responsable de los acelerados latidos de su corazón, aquella persona que había capturado su atención desde el primer día que la vio sentada en la cocina cortando vegetales. Lucía Pardo estaba parada al lado de su amoroso padre que no dejaba de sonreír mientras ella lo sostenía del brazo izquierdo y él se apoyaba con el otro brazo de un bastón diseñado especialmente para ese día, para que lograra caminar con apoyo y más seguro de cada pisada. 

Comenzaron a avanzar a travez del camino adornado a ambos lados por hermosos arreglos florares que acompañaban su paso hasta el altar, finalmente sus ojos se encontraron y como le había prometido la esperaba con una gran sonrisa. Estaba radiante, iba vestida de un blanco inmaculado con un atrevido diseño de corte sirena que dibujaba perfectamente las curvas de su figura. El encaje floral adornaba todo el vestido desde la parte superior del strapless haciendo que las delicadas flores bordadas parecieran resbalar suavemente por todo su cuerpo. El contorno del velo que la cubría estaba diseñado con el mismo encaje, con flores de distintos tamaños que habían sido distribuidas de forma que pareciera que el viento las había depositado sobre ella. El largo del velo se extendía por el frente rozando su hombros descubiertos hasta llegar a  la altura en que su mano sostenía el hermoso bouquet y por atrás cubría su espalda hasta llegar a formar un pequeña cola que besaba el suelo mientras caminaba hacia su futuro esposo.

Cada paso que Lucía daba para acercarse más a él aumentaba sus ansias por tomarla de la mano pronto y por momentos se perdía en sus ojos esmeralda recordando la primera vez que los vio tan de cerca luego de salvarla de la piscina años atrás cuando a penas dejaban de ser niños. Sus ojos siempre habían sido cálidos, tímidos y profundos, esa mirada que disfruta cada mañana que ella se despierta a su lado nunca deja de cautivarlo. Alfonso se recordó de veinte años en su habitación del internado pensando en ella, en cómo sería tomarla de la mano y caminar a su lado sin preocupaciones ni vigilancia, sin miedo a que dirán de ellos o sin motivo para separarse. Recordó las innumerables ocaciones que se detuvo antes de marcar su número para volver a escuchar su voz. Las amargas lágrimas de despedida y el doloroso vacío que se apoderaba de él cuando la veía de la mano de Francisco. Sin embargo, eso ya no importaba más, ella caminaba hacia él.

Cuando al fin Raúl se la entregó se dio cuenta que ya no tendría que soñar más, que ahora estaba despierto y viviendo la hermosa realidad que antes solo podía imaginar lejana, ahora la tomaba de la mano frente a todos como testigos y no la soltaría jamás. Hoy ella se convertía en su esposa.

A:- Estás hermosa mi amor.

Alfonso le susurró mientras levantaba el velo para descubrirle el rostro. Ella tenía las mejillas sonrojadas y una sonrisa radiante.

L:- Tu igual.

El oficiante comenzó con la lectura tradicional de la celebración, los roles que deben cumplir como nueva pareja frente a la sociedad así como los deberes y derechos a los que los sujeta la ley. Cuando terminó con las palabras de rigor les cedió la palabra para que pudieran decir sus votos.

A:- Cuando mi camino se veía lejano y mi destino nublado, cuando el silencio que me abrazaba comenzaba a sofocarme y los temores que me atormentaban se iban adueñando de mi alma, apareciste de algún modo frente a mi.  Te vi a los ojos y me embriagaste de esperanza. De pronto quise vislumbrar un futuro distinto contigo a mi lado, quería disfrutar del sonido de tu eufórica risa y me sentí valiente nuevamente, dispuesto a enfrentar mis miedos si así podía pasar más tiempo a tu lado. Sin saberlo y sin quererlo me despertaste de un largo sueño en donde estuve cautivo por tanto tiempo dándome un motivo para ponerme de pie y seguir andando. Gracias por llegar a mi vida e irrumpir en mi silencio, por ese vaivén de emociones que nos han conducido hasta aquí hoy, debes saber que nunca había vivido tanto antes de ti. Soy tuyo desde el primer día y prometo entregarme por completo a esta nueva aventura que emprenderemos hoy y que durará eternamente. Siempre te he amado Lucía Pardo y deseo fervientemente convertirme en tu esposo.

Parecía que todos contenían la respiración, era la primera vez que presenciaban la declaración de amor de Alfonso. Su madre y su hermana no podían evitar derramar lágrimas al escuchar la sinceridad de su corazón mientras que Vicente Castelo tomaba con fuerza la mano de Regina contemplando con claro orgullo a su hijo. Cuando llegó el turno de Lucía ella hacía grandes esfuerzos por no llorar y tomó una breve pausa para calmarse.

L:- Años atrás, cuando el temor y el prejuicio se adueñaban de mis decisiones podría decir con obstinada certeza que el hoy sería imposible para nosotros sin embargo como siempre ha sido desde el día que te conocí logras convencerme de lo contrario. Siempre creí que serías un sueño que guardaría oculto en mi corazón y que lo nuestro era aquel cuento que ya nadie lee por miedo a tener falsas esperanzas. Y cuando ya me había rendido, volviste a tomarme de la mano, rompiste las barreras de mi corazón, abrazaste mis inseguridades y me devolviste la calma. Comprendí que ha sido nuestro destino coincidir en esta vida, en los momentos menos pensados, en los lugares menos imaginados y estoy totalmente segura que nos volveríamos a encontrar una y otra vez hasta lograr entender que nos pertenecemos el uno al otro. Soy tuya desde hace mucho y prometo caminar a tu lado el tiempo que la vida nos permita y que nuestro para siempre sea duradero como en aquellos cuentos que ya nadie lee pero que silenciosamente todavía añoran en sueños. Siempre te he amado Alfonso Castelo y deseo fervientemente convertirme en tu esposa.

No había nada más que pudieran decir, ellos lo sabían. Entendían los sentimientos del otro que aunque no podían ser descritos con más palabras eran perfectamente legibles en el brillo de sus miradas. Luego de haberse entregado los anillos finalmente el oficiante los pronunció como marido y mujer. Se besaron para sellar una etapa que había estado repleta de distintos momentos llenos de felicidad y tristeza pero que los había llevado al lugar en el que se encontraban ahora, enamorados, felices y ahora esposos dispuestos a recorrer un nuevo camino juntos.

Nueve años después de haberse conocido, la Isla Aurora volvía a ser testigo de su dulce amor, pero esta vez lo pronunciaban sin miedo y con total naturalidad, como si nunca hubieran ocultado aquellos sentimientos. Hoy se juraban amor ante las miradas de todos los presentes y los entusiastas aplausos de sus amigos y familiares que compartían genuinamente su felicidad.

El heredero de la familia CasteloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora