CAPÍTULO V

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Hoy el cielo se encontraba despejado, después de cuatro días intensos de lluvia, el clima parecía mejorar.

Me acerqué al tablero de anuncios que estaba en la facultad, para ver los nuevos avisos sobre vacantes de puestos de trabajo. Pero, ninguno se ajustaba a mis tiempos libres. Resignada, salí de la facultad y caminé hacia el área de administración.

Subí tres pisos hasta llegar a la oficina de la profesora Echevarría. Saqué de mi bolso la pequeña cajita de regalo que había forrado en la mañana y di un par de toques en la puerta.

Giré la manija de la puerta apenas la escuché decir que pase.

- ¡Buen... ! - no logré terminar de hablar. Mis ojos se clavaron como imán en la mujer que se encontraba sentada frente a la profesora Echevarría.

¿Qué hacía la profesora Zender aquí?

- ¡Irina! Qué gusto verte, pasa, siéntate, por favor.

El saludo de la profesora Echevarría me hizo reaccionar. Tenía que disimular que la presencia de la profesora Zender no me había impactado.

- ¡Buenas tardes! - articulé mirando solo a la profesora de cabello rojizo - he venido a saludarle, deseo que pase un feliz cumpleaños, profesora.

La profesora Echevarría se puso de pie y se acercó hacia donde me encontraba. La abracé apenas llegó a mi.

Conocía a la profesora Anahí Echevarría desde el primer año de universidad, ya que, durante dos años me enseñó diferentes asignaturas. Actualmente, no lo hacía, pero, seguíamos manteniendo el contacto. La estimaba mucho, tenía una facilidad increíble para escuchar y dar buenos consejos, por eso me había atrevido a confiarle algunos sucesos no gratos de mi vida, pues era una persona discreta. Por eso y más la apreciaba.

- Le he traído este pequeño regalo - hablé cuando nos separamos del abrazo.

- ¡Muchas gracias! - tomó entre sus manos la cajita de regalo - No debiste molestarte, Irina.

Le sonreí amablemente. Algunas líneas de expresión comenzaban a notarse en su rostro, pero eran mínimas. Aún así, seguía impactando dónde quiera que vaya con su cabello rojizo hasta la cintura y su silueta de reloj de arena que acogía bien cada prenda que se ponía.

- Siéntate, Irina - dijo la profesora Echevarría señalando el asiento vacío al lado de la mujer de cabello negro que había presenciado en silencio toda la escena anterior -Justo estaba hablando con Danna sobre ti.

Mis ojos otra vez se posaron en la profesora Zender, quién ya se encontraba mirándome de manera indescifrable.

Tras lo sucedido hace una semana con la entrega del trabajo de su clase. Era la primera vez que notaba que me observaba fijamente.

- ¡Buen... buenas tardes! - increíble, ni siquiera era capaz de hablarle sin tartamudear en el acto.

- Siéntese, Sanz - se limitó a decir, omitiendo sin más mi saludo.

Sus ojos se apartaron de mí y miraron a la profesora Echevarría que volvía a sentarse dejando mi regalo en su escritorio.

Entonces vino a mi mente las palabras que había estado omitiendo en su totalidad: "Justo estaba hablando con Danna sobre ti"

¿De qué podían hablar esas dos mujeres sobre mí?

¿Sería algo bueno o malo?

Conociendo a la profesora Zender, y con lo sucedido recientemente, no hay nada bueno que tenga que decir de mi a diferencia de la profesora Echevarría.

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora