CAPÍTULO XXXVII

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La imagen de mi madre sentada a mi lado fue lo primero que ví al abrir los ojos. Moví lentamente una de mis manos que estaba siendo sujetada por la suya.

- Irina - se incorporó de un salto de la silla - ¡Dios mío! Que bueno que ya despertaste...

Cerré los ojos ante el beso afectuoso que depositó en mi frente.

- ¿Puedo tomar un poco de agua? - sentía la garganta completamente seca.

- Si, por supuesto.

La observé en silencio mientras se acercaba a la jarra de agua y servía un poco en un vaso de plástico.

Inspeccioné la habitación totalmente blanca en la que me encontraba, ya sabía que me hallaba en el hospital, pero ¿cuánto llevaba ahí?

Bebí con cuidado todo el agua del vaso y se lo devolví a mi madre. Jamás mi cuerpo se había sentido satisfecho al beber agua como ahora.

- ¿Qué fecha es hoy? - le pregunté viendo la oscuridad de la noche que reflejaba la ventana de la habitación.

- Llevas dos días aquí, la herida en tu abdomen no fue profunda, pero perdiste mucha sangre durante el trayecto hasta el hospital.

La imagen de lo sucedido vino a mi mente, la sangre, el cuchillo atravesando mi piel, la expresión fría de mi padre, recordar eso me erizaba el cuerpo...

El sollozo de mi madre me devolvió a la realidad.

- Tranquila - toqué ligeramente su mano - estoy bien.

- Informaré al doctor que has despertado, ahora regreso.

Tras la revisión del doctor verificando que todo se encontrará bien, me aseguró que en unos días más podría salir del hospital.

- Ve a descansar al departamento, debes estar cansada.

- No pienso separarme de ti, me quedaré contigo. Mañana vendrá tu amiga a visitarte, ahí aprovecharé para cambiarme de ropa y darme una ducha.

- ¿Cómo está Sara? Conociéndola habrá estado preocupada.

- Tu amiga ha venido a verte cada día, ha estado pendiente de ti al igual que ... - de pronto, se calló dejando inconclusa la frase.

- ¿Al igual que quién?

- Una profesora de la universidad donde estudias - contestó tras unos segundos con una expresión nerviosa - no recuerdo cómo se llama... tiene cabello rojizo...

- ¿La profesora Echevarría?

- Si, ese era su apellido, ella ha venido a preguntar por ti ayer y hoy en la mañana, seguro mañana regresa.

¿Habrá venido sola?

- Descansa, es tarde. Mañana hablaremos con más tranquilidad.

No podía descansar sin decir la duda que surgió en mente desde el primer instante que abrí los ojos.

- ¿No lo han arrestado, cierto?

Mi madre negó con la cabeza bajando la mirada hacia una esquina de la habitación.

- Nadie pudo detenerlo, la calle por la que caminabas estaba vacía a excepción de una persona que fue la que llamó a la ambulancia y te auxilió cuando te desmayaste por la pérdida de sangre.

- Si él está libre podría intentar volver a hacerme daño o incluso a ti y no lo voy a permitir más.

- No pienses en eso ahora. Descansa.

Quise responderle, pero al ver su mirada cansada decidí ceder, era mejor conversar otro día.

***

***

Sara se negaba a separarse de mí desde el momento en que llegó a visitarme. Apreciaba su compañía en un momento así, y aunque sabía que mantenerla cerca de mí podría ponerla en riesgo, no deseaba seguir alejando a las personas que me querían de mi lado. No soportaría perder a nadie más.

- Arturo no pudo venir hoy porque tiene asesoría de tesis, te manda muchos saludos - comentó Sara trenzando un mechón de mi cabello - Últimamente está algo estresado con ese asunto, así que no hay quien lo soporte.

- Verdad. ¿Cómo vas con tu investigación?

- Es un dolor de cabeza, tengo que parafrasear varias citas textuales para mañana.

- ¿Y qué haces aquí perdiendo el tiempo?

- Hay prioridades, Irina, y claramente la tarea no es una de ellas.

Sonreí ante su respuesta.

Durante el ciclo anterior Sara y yo prácticamente habíamos dejado la tesis a la deriva debido a las prácticas pre profesionales, este ciclo teníamos mayor presión por ser nuestra última etapa universitaria, así que debíamos terminarla si o si.

- ¿Te duele? - señaló mi abdomen.

- Ahora no, solo cuando me inclino o me muevo demasiado.

- Eres muy fuerte - me abrazó con delicadeza evitando rozar la zona en la que tenía la herida.

Un toque en la puerta hizo que nos separáramos.

- ¿Profesora Echevarría? - articule al ver su característica cabellera asomarse por la puerta.

Le hice una seña con la mirada a Sara que interpretó al instante, pues se despidió y nos dejó solas.

- Tu madre me comentó que ayer despertaste, ¿cómo estás? - habló ella acercándose a la camilla. 

- Estoy bien, gracias, con los medicamentos que me están dando ya no siento dolor, solo un poco de molestia por los puntos de la herida, pero es soportable.

- No puedo creer que te haya sucedido eso unos minutos después de que nos encontráramos en esa cafetería....

- Cosas de la vida - respondí sin más. 

- Cristel iba saliendo de la cafetería a hablar contigo cuando presenció lo que te sucedió. También ha estado preocupada por ti. No ha podido venir hoy porque tenía agendada una reunión de trabajo y saldrá tarde de su oficina.

Mi mente procesó velozmente la información que acababa de darme.

- Entonces... ¿Ustedes me vieron herida en el momento que ocurrió todo?

- Si, estuvimos ahí hasta que llegó la ambulancia.

- ¿Cómo está ella? - solté de pronto sin poder evitarlo.

- ¿Te refieres a Danna?

Asentí rápidamente a la espera de su respuesta.

- No voy a mentirte diciendo que está bien, porque no es así. Creo que sabes que eres una persona muy importante en su vida, así que ya imaginas como se ha sentido con lo que te ha pasado.

- No sé cuán importante soy en su vida después de haber lastimado sus sentimientos. Quizás ...

- No debería decirte esto - me interrumpió - porque le prometí a Danna que no diría nada, pero considero que es necesario que lo sepas Irina.

¿Saber qué?

- Ella ha estado aquí en el hospital desde que llegaste y tú madre lo sabe, solo que no te ha dicho nada debido a que Danna desea que se mantenga en privado. ¿Eso responde a tu duda de cuán importante eres para ella?

- ¿Ahora se encuentra afuera? - inquirí con cierta esperanza.

- No, desde que supo que despertaste y estás fuera de peligro se fue a su casa a descansar.

- Se preocupa por mi, pero no quiere verme ¿cierto? - dolía pronunciar esas palabras, más aún porque sabía la respuesta.

El ingreso inesperado de una enfermera nos sobresaltó a ambas.

- Disculpen, ya terminó el horario de visitas.

- Me alegra que estés estable, Irina. Vendré a verte otro día. Cuídate - se despidió la profesora Echevarría tocando ligeramente una de mis manos con afecto.

Una vez sola, fue inevitable no continuar pensando en esa mujer que me desestabilizaba la vida aún sin estar presente físicamente en ella...

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora