CAPÍTULO XXXVIII

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El regreso a la universidad resultó ser un completo dolor de cabeza. Si bien tenía justificadas las inasistencias a las clases, de igual forma debía presentar una serie de trabajos académicos para reemplazar las notas correspondientes, eso sin mencionar al asesor de la tesis que cada día me presionaba insistentemente en reunirnos, pese a que le había informado que no llevaba  redactado ningún avance.

Saqué rápidamente del bolso el folder con la tarea que debía entregar hace quince minutos y aceleré lo más que pude mis pasos hacia la sala de profesores deseando que el profesor del área se encontrará aún ahí. Por imprimir a última hora el archivo estaba a punto de perder una calificación importante.

- Profe... - me quedé en silencio de inmediato al reconocer la figura de la única persona que se hallaba dentro de la sala sentada en una mesa.

Era indescriptible la sensación que sentía mi cuerpo al ver a Danna nuevamente.

- Si busca al profesor de Sociales acaba de irse hace diez minutos - el tono frío que empleó sin apartar la mirada de su laptop hizo que volviera a la amarga realidad que nos separaba.

Dude un segundo en decidir irme o no.

- ¿Podemos hablar un momento? - le pregunté finalmente acercándome a su lado.

- No le he dado el permiso de tutearme señorita Sanz y disculpe, pero considero que no hay nada de qué hablar entre usted y yo.

No sabía que resultaba peor, que me dijera eso o que ni siquiera me mirara a los ojos mientras lo decía.

- Danna - supliqué omitiendo sus palabras - por favor...

- Estoy ocupada - continuó tecleando en la laptop - ¿sería tan amable de retirarse? No quiero interrupciones.

- Lo siento, no me iré - insistí  - ¿Puedes mirarme? Necesito ver el marrón de tus ojos ...

Sus dedos dejaron de moverse sobre el teclado al mismo tiempo que un resoplido escapó de sus labios.

- No sucederá - cerró el aparato de manera no tan delicada - si no se va usted, me iré yo.

Danna se puso de pie y comenzó a guardar sus cosas apresuradamente apenas dándome tiempo de ordenar mis ideas.

La sujeté del brazo deteniendo sus movimientos.

- Llevo puesta la pulsera que me diste por mi cumpleaños - alce la manga de mi suéter para que la viera - el corazón... ¿Recuerdas lo que me dijiste sobre su significado?

- Señorita Sanz...

- Dijiste que aunque no estuviéramos cerca, mientras llevara esta pulsera tendría tu corazón conmigo, tu amor, Danna.

Liberé su brazo de mi agarre ante el silencio de su respuesta.

- No insistiré más si no deseas hablar conmigo - observé fijamente su rostro inexpresivo con la mirada clavada en el piso - solo quiero disculparme por todo el daño que causé en ti tras el final de nuestra relación, actúe de una manera estúpida contigo cuando tú no habías hecho más que darle a mi vida felicidad y amor. Espero puedas perdonarme algún día, Danna.

Salí de la sala de profesores tal como ingresé con pasos apresurados, ya que no podía correr por las suturas de la herida. Lo único que tenía en mente era desaparecer lo antes posible de ahí. Nada me interesaba más que llegar a mi habitación y llorar. Conocía la expresividad de Danna a tal que punto que aunque no me mirara fijamente reconocía ese cambio en ella. Yo había quebrantado algo en su interior que no iba a repararse con unas simples palabras de disculpa, ni mucho menos con mi cercanía de por medio, quizás debía dejar que el tiempo actuará por sí solo....

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora