CAPÍTULO XI

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Moví mis manos en el aire con la intención de que se secaran más rápido las almohadillas de algodón de los hisopos que acababa de pintar hace unos minutos.

Volteé a mirar a Sara, que estaba entretenida cortando las almohadillas de algodón que ya estaban secas para guardarlas en un recipiente.

- ¿Vas a poder armar las flores con hisopos para mañana? - le pregunté mirando todo lo que aún nos esperaba pintar y recortar.

- La miss me dijo que si no acababa al menos tenía que llevar los hisopos listos para armar y ya en el aula los terminaba de hacer.

- ¿Vas a dictar alguna clase?

- Menos mal no, solo me ha encargado que haga estas flores.

Qué suerte tenía. La miss de mi aula, en cambio, quería que me quedase a cargo de los niños hasta la hora de la salida mientras ella no hacía nada.

- ¿Tanto se demora André en venir?

Al final, ella también se había apuntado para acompañarnos al restaurante del amigo de André.

- Dijo que tenía que hablar algo importante con un amigo del equipo de fútbol - Le entregué unos hisopos que ya estaban secos.

Sara recortó las almohadillas de algodón pintadas y se puso de pie.

- Iré a buscarlo. ¿En qué facultad estaba?

- Ciencias Sociales, segundo piso.

- ¿Puedes guardar los demás hisopos cuando estén secos?

- Sí claro, tú ve a buscar a André que quizás se ha perdido - la molesté en forma de juego.

- Ja, ja, que graciosa. Ya vuelvo, no te olvides de contar los hisopos antes de guardarlos - se alejó de la mesa de picnic y caminó hacia los edificios de las facultades. Mientras la figura de Sara se me perdía de vista, otra silueta se adueñaba de mis ojos. La profesora Zender caminaba con la mirada fija dentro de su bolso, hurgando entre sus cosas, buscando algo con desesperación. Me reí cuando descubrí que lo que tanto quería hallar era una barra de chocolate.

Aparté la mirada de ella y comencé a cortar los hisopos secos. Cuando quise volver a verla, no logré ubicarla, supuse que entró a una facultad.

Guardé las almohadillas de algodón pintadas en un recipiente y los palitos de hisopos en otro. Iba a meterlos en la mochila de Sara, pero recordé que no los había contado. Vacíe todo nuevamente en la mesa y empecé de cero.

1, 2, 3, 4, 5, 6, ...

Miré hacia la derecha. Desde hace un rato sentía que alguien me observaba. Me sorprendí al verla sentada en la mesa de al lado. Con una ligera sonrisa se acercó a donde estaba.

- Te he visto mientras iba a la biblioteca, así que quise acercarme... - se sentó frente a mí y bajó la mirada hacia los hisopos pintados que tenía en la mesa - ¿Qué estás haciendo?

- Tengo que contar las almohadillas de algodón y los palitos de hisopo, son para una manualidad.

- ¿Necesitas ayuda?

- Si, por favor, ¿puedes contar los palitos? - quería acabar de hacer eso de una vez. Con su ayuda sería más fácil.

Asintió y agarró uno de los recipientes vacíos.

Empecé a contar las almohadillas de algodón pintadas de colores, una por una.

28, 29, 30, 31, ...

Mis ojos volvieron a recaer sobre ella, ya había terminado de contar los palitos de hisopos. En la tapa del recipiente había colocado un post-it rosado con el número sesenta.

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora