CAPÍTULO XXX

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Faltaba una semana y media para concluir el semestre académico, por lo que las tensiones ya se sentían en el aula de clases ante la llegada de los exámenes finales. El bullicio de mis compañeros poniéndose de acuerdo en estudiar juntos parecía interminable, nadie quería desaprobar las asignaturas del noveno semestre, incluyéndome, pues tenía reservada mis horas libres del fin de semana a repasar los temas que vendrían en las evaluaciones con Sara en la casa de Arturo.

Danna hizo su ingreso al aula saludando a todos, seguidamente se dirigió a uno de los pupitres de la última fila y se sentó. Durante las tres últimas clases aquel lugar se había convertido en su nuevo escritorio, pues desde ahí observaba las exposiciones de los proyectos de aprendizaje que presentaba cada equipo.

- Rodríguez y Valencia, es su turno - avisó doblando una hoja blanca por la mitad, la cual en unos cuantos segundos más iba a estar llena de dudas suyas dispuestas a aclarar tras la exposición. Realizaba las mismas acciones en cada sesión expositiva que no resultaba difícil memorizarlo.

La presentación PowerPoint de Jimena y Luisa se visualizó en la pantalla Ecran.

- Que alivio saber que nosotras ya expusimos la clase anterior - musitó Sara a mi lado.

- El nivel de estrés que experimentamos ese día fue fatal.

Me dolía la cabeza de tan solo recordar las amanecidas que nos dimos con tal de terminar nuestros dos proyectos de aprendizaje. Sara y yo prácticamente lucimos como unas muertas vivientes durante cuatro días por dejar la tarea a última hora. Menos mal nos salió todo bien.

- Evidentemente, si ibas a hablar frente a tu amor.

Le metí un codazo con mi brazo.

- Cállate, alguien te puede oír.

- Tranquila - se rio por lo bajo - los demás andan pendientes de sus cosas.

- ¡Sanz y Díaz! Si continúan hablando voy a tener que invitarlas a salir del aula. Sus compañeras van a comenzar a explicar su proyecto y no deseo interrupciones - nos regañó Danna en voz alta.

- Dile que mejor te invite a su casa - susurró disimuladamente Sara en mi oído.

Volví a darle otro codazo. Hoy estaba especialmente hablantina.

- Disculpe, profesora Zender - volteé a verla, lejos de sentirme intimidada, la fijeza de sus ojos marrones sobre mí únicamente despertaron mis ganas de querer romper la distancia y estrecharla entre mis brazos.

La voz de Luisa presentándose me obligó a apartar la mirada de ella y dirigirla al frente, aunque ello no impidió que dejara de pensar en esa mujer que me enamoraba cada día más.

Echaba de menos pasar momentos a solas con Danna. Después de lo ocurrido con las fotografías, la mínima probabilidad que aún quedaba de vernos a escondidas quedó desechada en el instante que comencé a encontrarme a Julieta "casualmente" por los lugares que transitaba. Así que, para evitar problemas, los encuentros nocturnos a su casa o a mi departamento finalizaron. Simplemente nos resignamos a observarnos las tres horas que duraba su clase, a intercambiar una que otra sonrisa fugaz y demostrar nuestro afecto a través de mensajes de texto y llamadas.

El fuerte carraspeo de un compañero que se ubicaba dos filas adelante me sacó de mis pensamientos. Supe que llevaba varios minutos desconcentrada al ver a Jimena al mando de la presentación ¿en qué instante Luisa le cedió el paso?

Miré alrededor encontrándome de inmediato con la mirada de André. Últimamente lo atrapaba mirándome sin disimulo en las sesiones de clases. Quería creer que solo lo hacía como producto de su aburrimiento estudiantil y no con otra intención.

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora