CAPÍTULO XVIII

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Después de estar veinticinco minutos sentada frente al espejo al fin había terminado de cubrir con maquillaje el moretón de mi mejilla. A simple vista una parte de mí lucía decente, a excepción de esa leve hinchazón que me acompañaba en la parte derecha del rostro y la costra que tenía en el labio inferior, que no podía tapar con nada.

Me puse la gorra negra en la cabeza y salí del departamento.

Llegué a la oficina de la profesora Echevarría decidida a pedir su ayuda para justificar mi inasistencia a la práctica pre-profesional. Ella era una de las personas en las que más confiaba en la universidad, así que esperaba que no me dejara sola en este conflicto.

La puerta se abrió en el instante que me disponía a tocar. Deseé desaparecer inmediatamente de ahí o que un trueno me cayera encima, estaba dispuesta a lo que sea con tal de no ver a la profesora Zender.

Me acomodé la gorra en un intento de ocultar mi rostro y eché a caminar hacia las escaleras. El repiqueteo de sus tacones detrás de mí me hizo saber que no llegaría muy lejos.

- ¡¡Auch!! - me quejé de dolor. Precisamente tuvo que agarrarme la mano que tenía herida a causa de los trozos de vidrio del vaso con el que golpeé a Erick.

- ¿Qué esconde ahí? - preguntó al ver que coloqué mi mano tras la espalda.

- Eso a usted no le importa - escupí con desagrado retomando mi camino anterior.

- No pretendas huir, Irina - de un solo movimiento con su brazo me estampó contra la pared del pasillo.

Estaba totalmente expuesta ante ella.

Sus ojos examinaron minuciosamente cada centímetro de mi rostro, recé interiormente para que no se diera cuenta de nada. El gesto de preocupación que se instaló en su rostro, me hizo concluir que el maquillaje no había sido efectivo, al menos no para ella.

- ¿Qué te ha sucedido? - la cercanía de su cuerpo con el mío comenzaba a alterar mis emociones.

- Será mejor que se aleje - le advertí - alguien puede malinterpretar esta escena, profesora Zender.

Ella divisó con la mirada el pasillo, no había nadie, pero nos encontrábamos a unos pasos de las escaleras, por lo que si alguien subía nos vería.

- Vamos a la oficina de Anahí - habló retrocediendo unos pasos hacia atrás - y no intentes huir nuevamente porque no tienes escapatoria, vas a hablar conmigo quieras o no.

Su comentario me pareció absurdo. La misma mujer que me evitaba desde hace días atrás, en estos momentos quería hablar conmigo. Pues no iba a ser cuando a ella le daba la gana.

- ¿Ahora sí está dispuesta a hablar conmigo sobre temas no correspondientes a su asignatura, profesora Zender?

- No uses mis propias palabras contra mí, Irina. Vamos a la oficina.

- Yo he respetado su postura cuando no ha querido saber de mí e incluso he aceptado su indiferencia, así que ahora le pido que me deje en paz, no quiero hablar con usted.

Lo había soltado todo, ya no podía dar vuelta atrás. Probablemente iba a arrepentirme luego de mis palabras, pero asumiría las consecuencias.

La profesora Zender se dio media vuelta y regresó a la oficina, retomé mi camino y bajé las escaleras.

- Irina - aparté la vista de los escalones. La profesora Echevarría se encontraba unas gradas más abajo. La sonrisa de su rostro desapareció apenas me observó fijamente.

- Irina - repitió mi nombre mientras subía los escalones restantes para llegar a mi altura - ¿Qué te ha pasado en el labio?

¿Mi maquillaje en la mejilla había funcionado con ella o solo estaba omitiendo mencionarlo?

- Hay que hablar en mi oficina, ahí tendremos privacidad - enroscó mi brazo con el suyo.

- Justo venía de ahí - le informé resistiéndome a subir otra vez las escaleras - pero solo encontré a la profesora Zender.

- Ah, si, es que tengo que darle estos papeles a Danna.

Bajé la mirada hacia el folder que sostenía en su brazo libre.

- No te preocupes, ella se irá en cuanto le dé los papeles. Estaremos solas en la oficina - me avisó al no contestarle.

La profesora Echevarría abrió la puerta de su oficina. Mi cuerpo se tensó al volver a ver a Danna Zender sentada de espaldas en uno de los asientos frente al escritorio.

- Aquí están los documentos que necesitas, Danna - le dijo la profesora Echevarría.

Ella se puso de pie y giró hacia nosotras. El asombro en sus ojos era indudable. Disimulaba fatal, estaba escaneando completamente mi rostro por segunda vez.

Un carraspeó de la profesora Echevarría le hizo apartar la mirada de mí. ¡Gracias! Nunca había anhelado tanto que alguien me dejara de ver.

- Ya... gracias Anahí, bueno me retiro - cogió el folder de papeles rápidamente - Hasta luego, Sanz.

Su despedida me descolocó un poco. Después de mis palabras de hace rato lo último que esperaba de ella era que volviera a dirigirme el habla.

- Bien, Irina - la profesora Echevarría hizo un gesto para que me siente - Te escucho, cuéntame lo que te ha pasado. Ese golpe en la cara no creo que haya sido producto de una caída.

La conversación con la profesora Echevarría terminó siendo larga y profunda, al punto de acabar llorando por los desastres que sucedían en mi vida. Ella ya conocía parte de mi historia, así que fue más sencillo expresarme sin miedo a ser juzgada. Mi agradecimiento era infinito hacia su persona, por el apoyo que me estaba dando y el riesgo que iba a asumir a causa mía con tal de ayudarme a justificar la inasistencia de la práctica pre-profesional y el examen escrito.

***

Chris insistió tanto en que me tomara unos días libres en el trabajo tras contarle brevemente lo sucedido con mi rostro, que terminé aceptando su petición.

Salí del restobar rumbo hacia la parada de buses, ya que no tenía el dinero suficiente para costear un taxi.

El claxon de un auto captó mi atención, se encontraba estacionado al frente de la calle. Otra vez sonó el claxon. Ese modelo era igual al que manejaba la profesora Zender.

No, no podía ser ella.

Cómo no quería quedarme con la duda, crucé la calle en el preciso momento que las lunas delanteras se bajaron. Una sensación de electricidad recorrió todo mi cuerpo.

- ¿Se puede saber qué haces aquí? - apoyé mis brazos en la ventana del copiloto.

- Ya te he dejado en paz por unas horas, ¿ahora si podemos hablar?

Mi debilidad salió a flote, no era capaz de resistirme al brillo de los ojos marrones de Danna Zender.  Subí al auto en silencio.

- Pensé que salías más tarde de trabajar - rompió el silencio tras poner el auto en marcha.

- Me han dado algunos días libres - le respondí sin entrar en detalles.

- Qué bueno, aunque tampoco me hubiera importado esperar unas horas más con tal de verte.

¿Y eso?

- ¿De qué quiere hablar conmigo? - no iba a volver a emocionarme tan fácil con sus palabras - Hasta donde sé, ante usted yo soy un fantasma, así que no entiendo de que puede platicar con alguien que no ve.

- Hablaremos de eso apenas lleguemos.

- ¿Lleguemos a dónde? - pregunté confundida.

- A mi casa, Irina - respondió con la mirada fija al frente - Iremos a mi casa. 

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora