CAPÍTULO XXXIV

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Tras platicar sobre lo sucedido, mi madre y yo llegamos al acuerdo de mudarnos a otro edificio. El lugar donde vivía no contaba con seguridad, así que no era apropiado continuar ahí.

- Tu celular está sonando nuevamente, Irina - avisó mi madre en voz alta.

- Ya salgo.

Terminé de colocarme las zapatillas y salí de la habitación.

- Debo ir a trabajar - le informé entrando a la cocina. Hace un buen rato llevaba preparando una tarta de manzana - cualquier cosa que suceda, me llamas, ¿está bien?

- Si, ve tranquila. Cuídate.

- No le abras a nadie.

Tomé el celular que reposaba encima de la mesa del comedor y lo guardé en mi bolso.

- ¡Irina!

- ¿Qué pasó? - regresé a la cocina.

- Devuélvele la llamada, por favor. Deja de evitar hablar con ella.

Asentí levemente y salí del departamento.

De camino al restobar saqué el celular del bolso y revisé las notificaciones. Tan solo con leer el nombre de Danna el corazón me daba un vuelco. Dude un instante en devolverle la llamada o al menos escribirle, pero no lo hice. Teníamos que seguir de esta manera.

El ajetreo de los preparativos en el trabajo me ayudaron a mantener la mente ocupada durante varias horas. Por suerte, estaba encargada de la parte decorativa del restobar junto a Óscar y Laura. Así que, no resultó complicado enlazar nuestras ideas y acordar un estilo pertinente para la celebración.

Luego de salir del trabajo, Sara apareció en la entrada del restobar dispuesta a arrastrarme consigo a la fiesta que había organizado Arturo en su casa de playa.

- Es poco más de media noche, esa fiesta ya habrá terminado - me quejé.

- Te equivocas, acaba de comenzar. ¡Vamos! El taxi está esperándonos.

- Sara, te conté lo que ha pasado. No tengo ánimo de ir a una fiesta.

- Necesitas distraerte y dejar de auto sabotearte con tus pensamientos. Divertirte un rato ayudará a qué te sientas mejor.

Resoplé y subí al taxi sin decir nada.

- Verás que la pasaremos estupendo - me abrazó con una enorme sonrisa apenas se sentó a mi lado.

- ¡¡Llegaron!! - saludó Arturo dándonos la bienvenida a su casa.

Observé rápidamente a los demás presentes, comprobando que casi todos nuestros compañeros estaban presentes en la fiesta.

Cómo no quería hacer mal tercio entre Sara y Arturo, terminé uniéndome a Luisa y unos compañeros más en la barra de bebidas.

- ¿Por qué no ha venido Jimena? - le pregunté interesada.

- Tenía programado un viaje con su familia. Hoy se ha ido, volverá en una semana.

- Entiendo. ¿Qué es lo que estás bebiendo?

- Whisky ¿Te sirvo uno?

- Ya - acepté.

- ¿Qué tal las calificaciones, ya viste tu correo?

- Si, aprobé el semestre. ¿Y tú?

Recibí el vaso de whisky que acababa de servir.

- También. Jimena y yo estábamos preocupadas por la asignatura de la profesora Zender, pero al final logramos aprobar, aunque sea con la nota mínima.

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora