CAPÍTULO III

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Faltaban exactamente cinco minutos para que fuera la hora de salida en el colegio donde hacía mis prácticas preprofesionales.

- ¡Mateo! - llamé su atención - no molestes a tu compañero, fórmate bien en la fila.

Estar pendiente de treinta niños de entre siete y ocho años no era fácil. Más aún cuando la docente de aula que me habían asignado paraba más tiempo fuera que dentro del aula, dejándome con todas las responsabilidades a mi cargo.

- Miss Irina, hoy vendrá mi papá a recogerme - miré al niño que estaba a mi lado. David era uno de los alumnos más comunicativos de la clase - iremos al parque y voy a comer un gran helado.

- ¡Qué rico! A mí también me gustan los helados - le respondí - ¿Cuál es tu sabor favorito?

- ¡Chocolate! - expresó emocionado al mismo tiempo que sonó la campana de salida.

Sonreí y lo tomé de la mano para salir del aula.

- Mañana me cuentas qué tal lo pasaste en el parque.

David asintió y agarró su mochila de ruedas.

- ¡Bien chicos! - hablé fuerte para que todos me escucharan - saldremos de manera ordenada manteniendo la fila. Los estaré observando.

- Si, miss Irina - respondieron al unísono

Tras despedir al último alumno, me senté en una banqueta del patio para esperar a que Jimena y Luisa terminen sus pendientes e ir juntas a la universidad. Solo a nosotras tres nos habían asignado en este colegio durante el año escolar, me habría gustado compartir las prácticas también con Sara, pero ella estaba en otra institución educativa.

Luego de almorzar, decidimos buscar un lugar vacío para descansar. Imité la acción de Luisa y me eché junto a ella en el césped. Estaba cansada, la noche anterior solo había dormido alrededor de tres horas por avanzar las tareas pendientes.

- ¿Qué área dictarán mañana? - preguntó Jimena, que se encontraba a un lado tecleando en su celular.

- Matemática - respondí cerrando mis ojos.

- Yo igual - añadió Luisa - ¿Y tú Jimena?

- ¡Irina! - la voz aguda de Sara acaparó mis oídos - te he llamado varias veces, ¿por qué no contestas el celular?

Abrí los ojos pesadamente, sonreí al verla. Tenía rastros de pintura por algunas partes del rostro y los brazos.

- ¡Hola chicas! No las había visto - saludó a nuestras compañeras.

Al igual que yo, Jimena y Luisa sonrieron por el aspecto de Sara.

- La batería estaba baja seguro se habrá apagado - hice un gesto con la mano para que se tire a mi lado.

- ¿Qué te pasó Sara? - intervino Jimena.

Mi amiga dejó su mochila en el césped y se tumbó a un costado.

- Hoy tuve que dictar una clase de arte, trabajamos con pintura, pero al parecer los niños se emocionaron más de lo debido y todos terminamos así.

Me reí.

La entendía. Sara estaba enseñando en primer grado de primaria y aún los niños eran pequeños, sucesos así podían suceder en cualquier clase.

- ¿Reforzaste los acuerdos de clase? - le pregunté

- Si, pero solo al inicio. Ahora sé que lo debo hacer durante todo el proceso.

- Así es, eso te ayudará a controlar mejor el grupo - dijo Luisa volviendo a sentarse.

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora