La llegada del sábado se sintió maravillosa al recibir la noticia de que no iría a trabajar, debido a que Chris iba a remodelar parte de la cocina del restobar. El servicio al público se volvería a reanudar el lunes.
Empleé el tiempo libre para avanzar mis planificaciones de las sesiones que dictaría la otra semana. Quería deshacerme de una vez de las responsabilidades universitarias. Aproximadamente a la una de la tarde, salí del departamento rumbo a la casa de Danna. Por fin, después de una semana, íbamos a tener esa comida tan deseada.
La tarifa del taxi costaba carísima. Por lo que ingenié la forma de tomar varias líneas de buses y conectar el camino con ayuda de Google Maps. Era hora de aprender a ir hasta allí por mi cuenta.
Respiré aliviada al llegar a su casa sin perderme. Toqué el timbre acomodándome el cabello atrás de los hombros. Hoy el clima estaba caluroso.
- Llegas en el momento preciso - dijo con una amplia sonrisa dejándome entrar.
Apenas avancé unos pasos, Danna sujetó mi cintura haciéndome girar hacia su cuerpo. Aproveché la cercanía y deposité un casto beso en sus labios.
- Veo que ya tienes todo listo - observé la mesa del comedor organizada.
- Ya que no podemos ir a un restaurante público, he preparado la comida.
Mis ojos se pasearon por su look casual que consistía en una falda negra larga floreada, una playera blanca manga cero y unas zapatillas del mismo color. Aún no me acostumbraba a verla vestida tan diferente lejos de los trajes formales que solía usar en la universidad. Lo que sí era un hecho es que cada prenda que Danna se ponía le quedaba absolutamente bien.
- ¿Quieres que te ayude en algo?
- Ya está listo, solo siéntate.
Asentí con la cabeza, viéndola desaparecer dentro del área de la cocina.
Como no podía quedarme quieta en mi asiento, decidí abrir la botella de vino tinto que había en el centro de la mesa. Serví con cuidado un poco en las copas.
Danna se acercó con dos platos servidos.
- Cociné ravioles con salsa bolognesa. Espero te guste.
- Mi comida favorita son los ravioles - sonreí fascinada viendo el plato que acababa de colocar en el individual de mi lado.
- ¿Lo dices en serio? - se sentó frente a mi con el ceño ligeramente fruncido.
- Si, ¿por qué?
- También es mi comida favorita.
Ambas sonreímos genuinamente.
Si pudiera inmortalizar su sonrisa en mi mente, sin duda lo haría.
- Está muy rico, ¿cómo aprendiste a cocinar? A mi se me da fatal - comenté tras comer un bocado.
- Desde pequeña sentía curiosidad por la cocina, así que pasaba metida ahí junto a mi madre observando las comidas que preparaba. Conforme iba creciendo, me fue enseñando. Todo lo que sé es gracias a ella.
- Debe ser una agradable mujer.
- Lo era. Falleció hace seis años en un accidente vehicular - cierta melancolía se coló en sus ojos.
- Lo siento, yo...
- No te preocupes... Entiendo que desees saber de mi, Irina - tomó un sorbo de vino - mi madre era una mujer increíble. A veces pienso que si yo hubiera estado con ella en el auto ese día, hoy seguiría viva. Sin embargo, debía dictar una clase en la universidad. No pude acompañarla a visitar a su amiga que vivía a las afueras de la ciudad.
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DESDE QUE LA VI
RomanceSus ojos marrones despertaron una parte que desconocía de mi. Sensaciones que antes no había experimentado. Todo cambió desde que la vi.