CAPÍTULO VIII

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No pasaron ni diez minutos de la conferencia cuando inevitablemente comencé a bostezar. Me moví una y otra vez en el asiento para evitar dormirme; lo cierto era que las palabras de reflexión de los moderadores no me ayudaban en mi cometido.

Sentí un ligero toque en el brazo, pero no le hice caso. El toque ejerció más fuerza, abrí los ojos pesadamente.

- No es hora de dormir.

La profesora Zender apartó su mano de mi brazo y volvió la mirada al frente.

¡Bien! Otro día más quedándome dormida en lugares públicos.

- ¿Cuánto falta para que acabe? - me froté los ojos aún somnolientos.

No era consciente de cuánto tiempo estuve dormida, pero era claro que lo había disfrutado. Mi cuerpo se sentía más descansado.

Ella miró el reloj de pulsera que tenía en la muñeca derecha.

- Media hora.

Faltaba mucho, con ese tiempo podría perfectamente volver a descansar un rato, igual desde la última fila donde me encontraba nadie se daría cuenta que estaría durmiendo.

- Sé lo que piensa, ni se le ocurra volver a cerrar los ojos.

Deseché esa idea de mi cabeza al escuchar sus palabras e hice mi mayor esfuerzo para estar atenta al discurso que daba el hombre en el podio acerca del libro Arte y Filosofía que acaba de presentar.

Sin querer me perdí en mis pensamientos que últimamente se reducían a girar en torno a una persona: Danna Zender, mi profesora. Esa mujer se había colado en mi interior de manera abrupta de la noche a la mañana para poner al revés mi vida entera. Nada era seguro en mi desde la tarde que conocí esos ojos marrones cautivadores.

¿Qué me está pasando con Danna Zender?

La contemplé embobada el resto de la conferencia, quería memorizarla aunque sea de perfil. Su postura concentrada, sonriendo de lado, dando toques con sus dedos de las manos sobre sus muslos y acomodándose el cabello detrás de la oreja cada que un mechón rebelde se atrevía a molestarla. Simplezas que pasaban desapercibidas ante cualquiera, pero para mí eran un honor de observar.

Me puse de pie y aplaudí imitando la acción de los demás. Por fin había concluido la presentación del libro. Varios estudiantes comenzaron a salir de la sala de proyección, mientras mi salón aún tenía que esperar a que el profesor Salazar termine de tomarse fotografías en el podio.

La profesora Zender se acercó y posó una de sus manos sobre mi hombro.

- Le sugiero que sea menos evidente cuando quiera verme, la conferencia estaba al frente, no en mi cara.

La vi alejarse hacia la salida. Quería ir detrás de ella, pero tenía que marcar mi asistencia. Miré al profesor Salazar entretenido conversando con varias personas más. Seguro iba a demorarse. Salí de la sala de proyección esperando alcanzarla.

La visualice terminando de bajar las escaleras del primer piso, no iba sola, a su lado caminaban tres jóvenes más.

- ¡Hey, Irina! - Frank se encontraba en la entrada alzando las manos para que lo viera - Ven aquí.

Más ruidoso no podía ser. Varias miradas desconocidas se posaron en mi dirección, incluso de la mujer que tanto quería que me viera.

Frank me abrazó fuertemente y me alzó de una como si fuera una pluma.

- Bájame, todos nos están viendo - le susurré en el oído - qué vergüenza.

Él rió y me soltó.

- ¡Ay! - el dije en forma de ancla de su collar se había enredado con los hilos de mi bufanda.

Desenredé con cuidado el dije para no dañar la bufanda.

- ¿Has estado en la conferencia? - se acomodó bien el collar.

- Si, no me digas que tu también, no te he visto.

- Claro, como iba a perderme la presentación de un libro filosófico.

Era entendible, pues estudiaba la carrera profesional de filosofía, Escuchar esos temas le apasionaban.

- ¿Estás libre? - preguntó - Tengo que ir a la oficina de actividades culturales, voy a inscribirme a un taller, ¿me acompañas?

- Aún tengo que marcar mi asistencia, pero normal te acompaño un rato.

Paseé la mirada por todo el lugar antes de salir, me desilusionó un poco no ver por ningún lado a la profesora Zender. Se había ido.

- ¿A qué taller te vas a inscribir? - inquirí interesada.

- En el equipo de fútbol, tengo algunas tardes libres así que quiero intentarlo.

- Te irá bien. André un compañero de mi clase juega en el equipo de fútbol de la Universidad, le diré que te apoye en los entrenamientos.

- Sería de gran ayuda, Irina, estoy un poco oxidado en deportes.

La oficina de actividades culturales estaba abierta. Nos asomamos a la entrada.

Me quedé estupefacta al ver a la mujer que se encontraba tras el escritorio. Reaccioné al sentir la vibración de mi celular en el bolsillo de mis jeans, salí afuera y me apoyé en la pared.

- ¿Qué pasa? - Frank se notaba preocupado - estás pálida.

- Tengo que volver a la sala de proyección - intenté parecer tranquila - nos vemos después.

Retomé el camino hacia la sala de proyección como si fuera el único destino para mí salvación, y es que así lo veía ahora mismo, lo que menos quería era tener nuevamente una conversación con Julieta.

Saqué el celular, tenía un mensaje de Sara.

"El profesor Salazar acaba de decir que no pasará asistencia, así que no te preocupes. Al parecer se ha emocionado con su presentación y le da igual lo demás".

Observé la foto que me había adjuntado del profesor posando para una foto con el libro Arte y Filosofía entre sus manos.

"Gracias por avisarme, ¿sigues en la U o ya te fuiste?" - le envié como respuesta y guardé el aparato.

Y cómo si la vida quisiera que me deleitara con su presencia una vez más, vi a la profesora Zender caminando en dirección contraria a la mía sujetando unos libros entre sus manos.

- Quiero hablar con usted - solté apenas llegué a su lado.

Un carraspeo suyo se dejó oír.

- ¿Es algo referente a mi clase? Porque si no es así le informo que no tenemos nada de qué hablar.

¿Iba de broma?

- Es sobre Julieta - aclaré - Acabo de enterarme que trabaja en la universidad, cómo es posible que en estos cuatro años que llevo estudiando no la he visto por ningún lado, ¿desde cuando labora aquí?

La profesora Zender se detuvo en seco y me clavó sus ojos marrones como si siquiera sacarme algún tipo de información extra a través de la mirada.

- ¿Por qué no se lo pregunta a ella misma? La puede encontrar en la oficina de actividades culturales.

¿Me decía eso en serio? Después de que ella había presenciado una parte del trato de Julieta hacia mi. A veces olvidaba lo detestable que era su actitud, solo a mi se me ocurría acercarme a hablarle con la intención de sacarle información.

- No sé en qué instante consideré que hablar con usted sería una buena idea - dije con frustración - ya veo que su amabilidad solo surge por ratos.

Caminé en dirección a la salida de la universidad. A lo lejos logré visualizar a mi grupo de compañeros conversando en el césped. Sara se apartó de ellos apenas notó mi presencia a unos pocos metros.

- ¿Todo bien?

Me encogí de hombros.

- No lo sé, ¿podemos hablar?

- Por supuesto - me acogió entre sus brazos y me dejé ser - Vámonos de aquí. 

DESDE QUE LA VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora