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— Leah, ¿qué demonios te pasa?
La susodicha dio un brinco sobre su cama mientras abría sus ojos de par en par, notando así como sus amigos se hallaban a unos pasos de ella, observándola fijamente.
— No, ¡¿qué demonios les pasa a ustedes?! —contraatacó, alejándose poco a poco hasta que su espalda chocó contra el espaldar de la cama— ¿Cómo es que entraron y en qué momento? Es más, ¿por qué los dejaron pasar?
— Tenemos nuestros métodos. —respondió Toby, acomodándose el cuello de su camisa con aires de grandeza.
Leah puso sus ojos en blanco, acomodándose mejor contra el espaldar mientras se cruzaba de brazos, exigiéndoles aún una explicación.
Una explicación que no iba a recibir.
— Ahora, ¿quieres explicarnos por qué le dijiste eso a Jude? —Owen tomó la palabra, enseriando su expresión— Ya nos enteramos de todo, eh. Y quiero que sepas que eres pésima tomando decisiones.
Ella elevó ambas cejas con ligera sorpresa, pero no dijo nada. No le sorprendía que le dijera eso, porque ya lo sabía y se lo había dejado en claro muchas veces; pero lo que no se explicaba, era el cómo se habían enterado de lo sucedido tan rápido.
¿Quizá Jude les había dicho? Si era honesta, no veía posible que él por iniciativa propia se halla acercado a sus amigos y les haya contado todo con lujo de detalles; pero conociéndolos bien a ellos, podía imaginarse que con lo persuasivos que eran le habían sacado hasta la última palabra al pobre.
— ¿Por qué le dije eso? —repitió Leah, frunciendo el ceño mientras se llevaba una mano al mentón— No lo sé. Tal vez porque es verdad. —los miró con obviedad, aplanando sus labios en una línea recta.
Los tres intercambiaron miradas por un momento breve, dándose a entender que no le creían ni una sola palabra.
Conocían muy bien a su amiga, y sabían que ella no era de ese tipo de personas. Sí, podía llegar a ser alguien fastidiosa, egocéntrica, orgullosa y demás, pero nunca una persona desleal. Mucho menos cuando quería tanto a Jude.
— No es verdad, Leah. Y eso lo sabes muy bien. —Toby decidió romper el incómodo silencio que reinaba en la habitación— No sé a quién pretendes engañar, pero a nosotros definitivamente no.
La fémina desvió su mirada con violencia ante estas palabras. No se sentía capaz de mantener el contacto visual al verse tan expuesta. Al parecer, era inútil el tratar de mentirle a sus amigos.
