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Largué un suspiro luego de bloquear mi teléfono y dejarlo en la mesita de al lado. El reloj marcaba las tres de la mañana y yo aún no conseguía conciliar el sueño, aunque no era para menos.
Giré mi cabeza para verla nuevamente. Hacía horas atrás que había caído rendida en un sueño profundo y yo lo único que había hecho era observarla. Si se enterara de ello, seguramente me llamaría acosador, pero eso no me importaba.
Estaba fascinado por Leah, por cada detalle de su ser. Su cabello castaño caía con suavidad sobre su rostro, resaltando sus pómulos y sus labios rosados. Sus ojos cerrados transmitían paz y tranquilidad, haciendo que mi corazón se acelerara de emoción solo con mirarla. Era jodidamente hermosa.
Me preguntaba qué tipo de sueños tendría, qué pensamientos vagaban por su mente en ese momento. Me gustaría poder estar allí, dentro de ese mundo imaginario que solo ella conocía. Quería ser parte de su vida incluso mientras dormía, quería ser su confidente en todo momento.
Sabía que esto iba más allá de lo que podía comprender. Me sentía hipnotizado por Leah en todos los sentidos posibles. Su personalidad, su forma de ser y su manera de ver el mundo me envolvían, creando una conexión profunda que jamás podría ignorar.
Sin poder contenerme más, me acerqué a ella y le di un suave beso en la frente. Era como si quisiera transmitirle todo mi amor a través de ese gesto simple. Suspiré nuevamente, esta vez de felicidad, al verla sonreír ligeramente, incluso en su sueño.
Largué otro suspiro y me levanté de la cama, decidido a dejarla descansar. Sabía que yo no conseguiría dormir así de plácidamente mientras supiera que estábamos a solo horas de separarnos.
Me acerqué a la ventana y observé las estrellas que titilaban en la oscuridad. Sentí un nudo en la garganta al pensar en que no volvería a verla diariamente hasta quién sabe cuándo. Sabía muy bien que esta separación sería temporal, que el destino nos uniría de nuevo en algún momento, pero me desesperaba no saber cuándo. El sentimiento de incertidumbre habitaba en mi pecho con ímpetu, no dispuesto a irse hasta que todo volviera a la normalidad.
Sabía que esto era algo que en cualquier momento pasaría, pero nunca me preparé exactamente para el día que llegara. Ahora mismo solo quería largarme a llorar y rogarle que se quedara conmigo por más egoísta que sonara, pero es que, sencillamente, yo me negaba a soltarla.
