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Al día siguiente, Leah y Jude continuaron con lo mismo, lo que tenía locos tanto a los medios como a los internautas. Él había decidido invitarla a desayunar antes de su entrenamiento, y aunque le costó convencerla, finalmente terminó por ceder al ver que su plan estaba dando frutos.
Hasta a él le sorprendía, considerando que todo había sido improvisado.
Ella había llegado al lugar acordado con varios minutos de retraso, provocando que Jude se molestara en sobremanera; sin embargo, su enfado se desvaneció al verla acercarse con una sonrisa radiante. Ambos se sentaron en una mesa cercana a la ventana, con vistas a la ciudad que despertaba lentamente.
El ambiente era tenso al principio, ambos parecían incómodos por la presencia de los paparazzi y curiosos que se encontraban alrededor del lugar. Aún así, estaban decididos a ignorarlo todo si querían que las cosas salieran como lo tenían planeado.
— Espero que al menos hagan buen café aquí. —bufó Leah mientras observaba el menú— Tiene que valer la pena desperdiciar mi desayuno contigo.
— Cada día me sorprende más tu ternura. —Jude sonrió irónicamente, sin despegar su mirada de su teléfono— ¿Sabes qué te caería bien? —dejó el aparato en la mesa para mirarla, provocando que ella se viese obligada a imitar su acción.
— No, y no quiero saberlo. Pero lo que sí sé, es que a ti definitivamente te caería bien un rayo. —forzó una sonrisa, volviendo a agarrar su celular para continuar decidiendo qué pediría de comer.
Jude puso sus ojos en blanco, cruzándose de brazos. Estaba seguro de que los chismosos que observaban se hallaban confundidos a más no poder al verlos actuar como normalmente lo hacían.
Luego, estaba consciente de que deberían actuar como una pareja enamorada, pero no sabía si le sería posible con el humor que ambos se cargaban aquella mañana.
— Qué delicada eres. No sé cómo resisto tu encanto constantemente. —Jude soltó un corto suspiro y luego volvió a sumergirse en lo suyo.
Leah frunció el ceño y se preguntó por qué seguía aceptando pasar tiempo con alguien tan arrogante como él. Probablemente era porque, en el fondo, también disfrutaba de su compañía. Ambos compartían un sentido del humor ácido y una actitud desafiante que hacía que cada encuentro fuera emocionante y adictivo.
— ¿Sabes qué? —ella optó por romper el silencio que se había instalado entre ambos— Tal vez deberíamos poner fin a esta farsa. —volvió a dejar su teléfono sobre la mesa, a lo que Jude enarcó una ceja con curiosidad— No veo por qué continúas perdiendo tu tiempo conmigo si solo te molestas con cada palabra y acción de mi parte.
