8. Soledad

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El curso y la uni acabó y saqué buenas notas, excelentes más bien y más por lo que me había pasado.

¿Otra vez con el temita?

Que no.

Volví a mi casa y veía a mi madre una vez cada dos
semanas. Creo que era lo más justo para los dos, aunque cuando yo iba, si estaba no me hablaba y si no, estaba de viaje. No sé para qué quiere que vaya.

Había ganado mucho, muchísimo dinero con el
mompon, pero no le importaba, ella seguía de viaje y sin prestarme atención.

Ese día fui a casa y al abrir la puerta ya sabía que no
estaba. No estaba su chaquetón largo de pluma y
tampoco su bolso, no sé qué guardaba ahí dentro -ni me importaba- pero lo llevaba con ella a todas partes.
También me di cuenta de que no estaba, porque los dos guardaespaldas de siempre no me esperaban para ir a su despacho o donde quiera que estuviera ella.

Día de peli Tony.

Exacto. Cuando mi madre no estaba, me iba a su exclusiva sala de cine nueva, y ella no utilizaba.

Sólo era para darle aún más valor a la casa.

Me hice unas palomitas y me quité los zapatos. Fui a la sala descalzo y con el cubo de palomitas y me senté. Respiré hondo y puse la primera peli que vi.

No le presté mucha atención, simplemente le daba vueltas a la cabeza, y otra vez recordé que estaba sin ella.

¿Y si te haces el tatuaje?

¡Hostia! En verdad no era tan mala idea.

Salí de la sala de cine y engullí todas las palomitas mientras escribía una nota a mi madre diciendo que había estado en casa.

Recuerda, lo menos borde posible.

Salí de casa y allí me estaba esperando Frankie.

Desaté la correa y me fui a la mejor tatuador de la
cuidad. Estaba bastante lejos.

Frankie estaba agotado igual que yo, lo solté y le di unas caricias antes de entrar, pero él quería entrar.

Qué exquisito está el niño hoy.

Finalmente, el perro entró conmigo y lo primero que me dijo un tío detrás del mostrador fue:

-Los perros no están permitidos.

-Le pagaré diez dólares más.

No se le veía muy convencido.

-Veinte.

El tatuador salió del mostrador y preguntó:

- ¿Qué quieres hacerte?

-Esto. -Tras pensar un momento, asintió y me dirigió a la sala.

Me metí en ella, estaba llena de impresionantes
dibujos, pero yo venía a hacerme uno importante:
el ancla.

Frankie ladró a lo que el tatuador molesto me miró
con mala cara.

-Ni se te ocurra ladrar más, que, si no te vas fuera y
eso no quieres, ¿no? -Le dije a Frankie.

Lo acaricié y me tumbé en la camilla.

Joder, como va a doler esto.

El tatuador, puso el dibujo, suspiró y empezó.

Después de dos horas de sufrimiento acabó el tatuador. No había un tatuaje más bonito en la vida.
Era impresionante, maravilloso.

-Muchísimas gracias.

-Te has comportado como todo un hombre, la
muñeca duele muchísimo y más en la parte de las venas.

- ¿Cuánto es?

- 150 euros, contando los gastos del perro.

Saqué el dinero y se lo di, no de mala gana, porque estaba muy contento.

Salí con Frankie de allí y dimos un largo paseo hasta llegar a casa.

Empezaba el verano y quería disfrutarlo al cien por cien.

Pensé visitar a los padres de Andy y enseñarles el tatuaje, pero preferí guardármelo para mí.

Entré en casa y me quité los zapatos, anduve un rato descalzo por casa y acaricié el lomo de Frankie hasta quedarse dormido en su cama. No tenía ganas
de ducharme, así que me metí en la cama del tirón.

Cerdo. Mañana te duchas.

Que sí papá.

Me tumbé en mi querida y suave cama.

Me giré y vi por la ventana las estrellas y antes de cerrar los ojos vi mi ancla.
Era pequeña, con detalles grises y sombras que la
hacían realista, no es el dibujo exacto que me regaló Andy, tenía todo, pero le dije al tatuador que le pusiera unas pequeñas flores de colores claros por la parte alta del ancla, y en la parte baja en un negro más oscuro su nombre, el nombre de mi quesito.

Cerré los ojos y me sentí más solo que nunca.


¡Hola a tod@s!
Espero que este capítulo os haya gustado y no olvidéis votar!!
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