19. Veinte días

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Me desperté cuando alguien me sacudió y solté un gruñido ronco.

Escuché un bufido, pero no lo reconocía. Abrí un ojo.

Joder.

-Déjame.

-Vamos capullo, tenemos que irnos a tu casa, ¿recuerdas?

-Antes tengo que ir a la Nave, pero deja que te diga una cosa que le encanta a Frankie ¿sabes cuál es? -Le dije incorporándome y rascándome los ojos. -Empieza por es, le sigue pan. ¿Sabes que va después arbolito?

Frankie estaba incorporado a mi lado y listo para lo que le iba a ordenar. En los ojos de Emma se leía perfectamente el miedo y sonreí.

- ¿Qué le sigue? -Inquirí.

-Que te jodan. -Me respondió temblándole la voz.

-Veo que no aprobaste lengua.-Le dije meneando la
cabeza. -Es ta; ¡espanta ahora!-Ordené.

Frankie pasó por encima de mí, Emma subió las escaleras corriendo y Frankie empezó a seguirla ladrando.

A los segundos el perro volvió corriendo a por su premio, le acaricié el lomo y le di un beso de buenos días en la frente.

-Tienes diez minutos capullo.-Se le escuchó gritar
desde las escaleras.

Me encanta esta chica.

Me vestí con unos cargos y una camiseta de la Nave no muy ajustada. Metí todo en mi mochila y fui a la cocina a prepararme un café.

Frankie me siguió contento y le preparé el desayuno. Me senté en la encimera de la cocina y le escribí a Fernández diciéndole que me iría una semana a Miami y para capturar a Andy, que
esperaran otra más, así los cazarrecompensas empezarían a buscar dentro de una semana.

Fernández le dio el visto bueno y bloqueé mi móvil
para centrarme en el café.
Iba a darle un sorbo cuando una camiseta me llegó a la cara. La miré atónito y miré su cara. Había algo que no podía descifrar en su mirada.

-Gracias, es muy cómoda.

-Entonces soñaste conmigo anoche.

-Yo no he dicho eso.

-Si mi camiseta es cómoda pensaste en mí.

-Vete a la mierda. -Me dijo con las mejillas sonrojadas, lo que me hizo sonreír.

Andy entró y dijo que Chad las llevaría a mi casa mientras yo iba a la Nave y cogía lo que necesitaba.

Emma aprovechó que yo estaba hablando con Andy
para escabullirse a recoger sus cosas.

Sonreí como un tonto y me fui al coche directo a la Nave,¿qué coño me está pasando?
Durante el camino puse mi playlist para pensar y al
llegar me puse los auriculares para seguir escuchándola.

Recogí todas mis cosas, cogí ropa normal y fui a darle las llaves a Fernández.

Fernández tenía un despacho en la planta de arriba; allí sólo estaba su despacho, una sala para reuniones, la enfermería y un montón de botiquines
y un almacén para coger todas las armas si te faltan en tu cuarto.

Subí las escaleras de dos en dos, me quité los auriculares y lo guardé en la mochila.

Llamé a la puerta y una voz ronca me dijo que pasara.

En el despacho había dos asientos un poco gastados, una estantería, un archivador y un llavero donde tenía las llaves de los coches o motos más importantes. Me senté en una de las sillas gastadas y dejé la mochila a un lado de ella.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora