Estaba tumbado en una cama, abrí los ojos, pero los volví a cerrar cuando una punzada de dolor me atravesó la cabeza.
Estaba en un hospital, estaba claro, lo notaba por las sábanas tiesas, el olor a antiséptico que había en la habitación y la vía que tenía en el brazo.
No quería tener los ojos abiertos por el dolor, y tampoco los quería tener cerrados porque absolutamente todo me recordaba a ella.
Podría llevarse ella nuestros recuerdos.
Al final abrí los ojos y vi a Margaret con las manos en la cara preocupada. Me incorporé y ella me miró:
- ¿Estás bien mi niño?
-Ella no. -Fue lo primero que dije.
Las lágrimas me empezaron a correr por las mejillas.
Intenté quitarlas con el dorso de mis manos, pero era imposible. Y vi el collar que me regaló colgando en la lámpara.
-Dame eso. -Le dije con la voz rota.
Margaret se levantó y me lo puso en el cuello, me acarició la mejilla quitándome los lagrimones que me brotaban constantemente.
-Descansa, la policía quiere hacerte unas preguntas.
Me dio un beso en la frente pero, yo le contesté.
-No puedo. Todo, todo me recuerda a ella. Se ha ido Margaret, se ha ido, estoy muerto en vida. No puedo.
Margaret se fue de la habitación en busca de la
policía.Lo primero que hice fue gritar con tanta fuerza que una enfermera fue a ver si estaba bien. Al verme, me dejó de nuevo solo y lloré, lloré y lloré hasta que los policías llegaron.
Cuando entraron en mi habitación, tenía los ojos
rojos y la garganta seca, y como pude contesté a todas las preguntas hasta hartarme de cómo eran los secuestradores, cómo era el coche, qué hacíamos allí…Los policías se fueron y yo sólo quería salir de allí, llorar y cuando lo digo es llorar de verdad, con el corazón, en mi casa, en mi cama.
-Margaret quiero irme de aquí.
-Lo sé hijo mío, pero todavía no estás bien.
-Nunca lo estaré.
-Me refiero a tu todo. -Me contestó moviendo las manos en el aire alrededor de mi cuerpo. -Cuando se te quite el dolor de cabeza y el de oídos, te prometo que nos vamos de aquí, aunque tendrás
que seguir tomando medicamentos para las
heridas. Nos iremos a tu casa, no irás a la uni, harás allí lo que queda de curso, se puede pedir, aunque te costará un poco más. ¿Quieres hacerlo?-Si, por favor.
Llegar a casa, me temo yo que fue imposible.
Después de dos semanas en el hospital por culpa del puto dolor de oídos, nada más llegar al pueblo, me estaban esperando los padres de Andy y me llevaron a su casa.
Y menos mal, porque así te matas.
He decir que iba en silla ruedas. Tres costillas rotas,
un esguince en el tobillo y unos moratones en las piernas que me llegaban casi hasta las rodillas. También tenía cicatrices en los brazos de lo fuerte que me había agarrado con las uñas.Estuve todo el camino a su casa callado, le di el pésame, pero no estaban tan tristes, su hija había desaparecido, probablemente para siempre y no volverían a verla, no se sabía si está viva o muerta,
pero tenían esa esperanza.
ESTÁS LEYENDO
Nada es lo que parece
Teen FictionUna supuesta muerte en la vida de Harry Besson, hace que sus decisiones le lleven a trabajar para la Nave. En su último trabajo termina ayudando a su objetivo a robar un software, pero no uno cualquiera. ¿Qué puede salir mal? -Todos los derechos de...