37. Mi salto de fe

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EMMA.

Ha sido la mejor tarde de toda mi vida.

Después de haber cumplido otra cosa de la lista que
teníamos Andy y yo y con el sol ya casi ido, fuimos con Tony que miraba distraídamente una niña con
su padre jugando a las palas.

-Díselo ahora, yo me voy con una excusa.

- ¿Qué? No.

-Vamos Em, tú puedes, como no se lo digas vas a estar distraída el sábado.

-Y si me dice que no lo voy a hacer mal.

-Dudo que te diga que no.

Eso me dejó descolocada y con el corazón latiéndome a mil por hora.

Me acerqué dónde estaban los dos y los vi riendo y sonreí automáticamente, adora la sonrisa que se le dibuja en los labios a Tony.

Lo adoras todo.

Ay, deja, deja.

-Voy a por algo de beber ¿queréis algo? -Preguntó
Andy mirándonos a los dos.

-No, gracias, ya beberé cuando llegue al hotel. Compra lo que sea y nos vamos, tengo hambre.

-Yo tampoco quiero nada. -Le dije a mi amiga fulminándola con la mirada.

-Vale, adiós.

Mientras Andy se iba, me senté al lado de Tony y el
corazón me latía tan rápido que ni yo era consciente.

Ya estaba oscureciendo y farolas automáticas iluminaban la playa y decidí que ya era hora de contarle la verdad a Tony.

Comienza el partido señores.

-Tony tengo que decirte algo.

-Ah yo también. Tú primero.-Dijo revolviéndose el
pelo.

-A ver, quiero acabar siendo viejita contigo y no como amigos. -Tomé aire, y él estaba serio, no tenía ni un cambio de expresión, más bien ni me miraba.

Acaba.

-Lo que quiero decir es que desde que levanté la mirada cuando solté las bolsas y me diste la camiseta de tu pijama, aunque eras un borde con
nosotras, Andy me dijo que terminarías cogiéndonos cariño, pero yo no esperé que acabaría enamorándome de ti. Me gustas Tony, mucho de
hecho. La manera en la que miras a Andy, en cómo nos cuidas y como eres capaz de cambiar la perspectiva de las cosas para poder entender a la gente y ayudarla. En cómo descifraste todo lo que me gustaba y dar en el clavo con tus palabras.
A tu lado no soy la chica dura como tú dices, creo que la mayoría de mí se convierte en la Em blanda como dijiste en el avión.
Y me da miedo, mucho, porque si no te lo decía la
cagaría el sábado, pero si me dices que no, creo que mis pensamientos hacia ti cambiarían por completo, y créeme no quiero eso. También sé que Andy me
avisó de esto porque tú ligas mucho y siempre enamoras a las chicas con tu sonrisa y eso, pero es que yo nunca he sentido nada de lo que siento
cuando estoy contigo por nadie y para mí es la verdad. Me gustas Tony.

Él por fin me miró y sonrió, sonrió tanto que no sabía si era bueno o malo.

- ¿Puedo decir yo ahora lo mío? -Me preguntó cómo si lo que hubiera dicho había sido algo cotidiano.

Joder, no llores.

-Si. -Le respondí con un hilo de voz y con un nudo en el estómago.

Sus profundos ojos se apartaron de nuevo de los
míos y dijo algo que hizo que mi corazón diera un vuelco:

-Crees que te llamo arbolito por las bolas de navidad o por lo cargada que venías, pero no es así. Te llamo arbolito porque lo importante de él es la estrella, esa estrella que brilla y que no puedes
apartar la mirada de ella.
Emma, brillas tanto que cuando uno se acostumbra a mirarte lo único que se puede hacer es brillar junto a ti y la gente se deslumbre al vernos pasar.
Lo que quiero decir es que desde que te vi con mi
camiseta puesta supe que, si cuando acabara esta aventura y no estás a mi lado, mi vida ya no será igual y nadie podrá conseguir lo que tú conseguiste; que yo vea lo que los demás no, su propio brillo, y arbolito el tuyo es tan grande que equivale a un
millón de atardeceres. Emma, me gustas y quiero cumplir todas las cosas que te propongas.

Me quedé sin palabras. Dos lágrimas asomaron por mis ojos y no evité lanzarme a él para abrazarlo y susurrarnos un “te quiero”.

No hizo falta beso, no hizo falta nada más; sólo ese intercambio de palabras y un abrazo para jurarnos
un amor eterno.

Fue… Perfecto.

Nos separamos y vimos durante un tiempo las estrellas en silencio hasta que llegó Andy con una sonrisa y preguntar un simple, ¿nos vamos?

Tony y yo asentimos y fuimos dados de la mano hasta el hotel, comimos, nos lavamos los dientes y nos dimos las buenas noches dados de la mano.

Esa noche me quedé hasta tarde para contarle todo
lo que había pasado a Andy porque vivía por y para el chisme y antes de cerrar los ojos y quedarme dormida, ver los cabellos de Tony revueltos y sus ojos cerrados durmiendo como un niño de diez años.

¡Hola!
Espero que este capítulo os haya gustado y no olvidéis votar y buen día ❤️

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