Prólogo.

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En las tierras envueltas en la oscuridad de la eterna rivalidad, donde los rayos del sol apenas se atreven a penetrar, nació Hikari Uchiha, la hija menor del respetado líder del clan Uchiha

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En las tierras envueltas en la oscuridad de la eterna rivalidad, donde los rayos del sol apenas se atreven a penetrar, nació Hikari Uchiha, la hija menor del respetado líder del clan Uchiha. Su llegada al mundo fue acompañada por un viento helado y un cielo cargado de presagios sombríos. Era el último rayo de esperanza en una familia marcada por la tragedia, la hermana menor de Madara Uchiha, el feroz y decidido primogénito, y la hermana mayor de Izuna Uchiha, el joven valiente que intentaba emular a su hermano mayor.

Hikari creció entre las sombras de la desdicha familiar. Su padre, el líder del clan, había perdido a varios hijos en la cruenta guerra con los Senju, los eternos enemigos de los Uchiha. A pesar de las pérdidas devastadoras, la llama de la venganza ardía con intensidad en el corazón de su hermano Madara, quien se convertiría en el símbolo de la resistencia Uchiha. Entre las cenizas de la tristeza, Hikari encontró su voz en el silencio, su fuerza en la adversidad y su determinación en la necesidad de sobrevivir.

A medida que crecía, Hikari se encontró atrapada entre las altas expectativas que su linaje imponía sobre ella y su deseo de ser algo más que una pieza en el tablero de ajedrez de la guerra. A pesar de ser la hija del líder, Hikari anhelaba la libertad, la amistad y la paz que su pueblo había olvidado en su afán de venganza. Su mirada, profundamente melancólica y llena de determinación, escondía un alma valiente y compasiva que se negaba a ser aplastada por el peso del odio y la historia de su clan.

Hikari Uchiha, desde temprana edad, demostró ser una guerrera formidable, una promesa para su clan y un orgullo para su padre. A pesar de su juventud, sus habilidades en el manejo del Sharingan y su destreza en el campo de batalla la habían convertido en una fuerza a tener en cuenta. Era una experta en el arte del ninjutsu y el genjutsu, y su valentía rivalizaba con la de los guerreros más experimentados.

Mientras tanto, su hermano mayor, Madara, destacaban aún más. Madara, con su mirada penetrante y su ambición insaciable, se había convertido en un prodigio del clan, siempre dispuesto a desafiar los límites de sus habilidades para proteger a su familia. Intentaba proteger a Hikari tanto como podía, pero las demandas de su padre y la creciente tensión con los Senju lo mantenían ocupado. Izuna, el más joven y vulnerable de los tres, era el consentido de Hikari. Ella veía en él la chispa de inocencia que la guerra había amenazado con extinguir en su propia infancia.

A pesar de su habilidad y valentía en el campo de batalla, Hikari se resistía a pelear con otros niños de su edad. Sabía que, al igual que ella, estos niños no habían elegido estar en medio de la guerra. Evitaba los enfrentamientos innecesarios y se esforzaba por encontrar la humanidad en un mundo dominado por el conflicto. Su corazón, aunque endurecido por las circunstancias, albergaba compasión por aquellos que, como ella, estaban atrapados en las garras de la violencia sin sentido.

A medida que los días se convertían en semanas y las semanas en años, Hikari se encontraba cada vez más atrapada entre la lealtad a su clan y su deseo de un mundo donde los niños no fueran forzados a cargar con las armas y el odio de sus mayores. En su mirada, había una determinación silenciosa, una promesa a sí misma de encontrar una forma de proteger a su hermano Izuna y a otros niños como él, incluso si eso significaba desafiar las tradiciones ancestrales y desafiar el destino escrito en las estrellas. La sombra de la guerra podía oscurecer su entorno, pero el brillo en los ojos de Hikari revelaba una luz interior que se negaba a apagarse.

La maldición de los Uchiha pesaba sobre Hikari como una sombra perpetua. Nacida en el seno del clan de la guerra, la joven Uchiha comprendía la paradoja de su linaje. Los Uchiha eran conocidos por su habilidad en el manejo del Sharingan, un poderoso jutsu ocular que surgía de la pérdida y la intensidad de las emociones. En su caso, el amor se manifestaba de una manera que iba más allá de lo común. Podía sentirlo, palparlo en el aire como una energía tangible que le proporcionaba fuerza y determinación.

Para muchos, esto podría parecer una bendición, pero Hikari lo veía como una carga. Cada alegría, cada amor, cada pérdida, se convertían en una corriente eléctrica que recorría su ser, amplificando su poder y su sufrimiento por igual. La intensidad de sus emociones podía ser abrumadora en un mundo marcado por la guerra y la muerte. A menudo, se encontraba luchando por controlar las olas de emociones que amenazaban con consumirla por completo.

La conexión entre el amor y el Sharingan se había convertido en una leyenda dentro del clan Uchiha, una leyenda que había alimentado el odio y la rivalidad con los Senju durante generaciones. La habilidad para sentir el amor de manera más intensa que otros se consideraba una bendición y una maldición al mismo tiempo. La maldición de los Uchiha, como la llamaban algunos, era la razón por la cual el clan estaba destinado a vivir en un ciclo interminable de amor y odio, de amistad y traición.

Para Hikari, esta maldición era una espada de doble filo. Por un lado, le proporcionaba una conexión profunda con su familia y su gente, una fuente inagotable de fuerza en tiempos de necesidad. Por otro lado, también la dejaba vulnerable a las heridas del amor perdido y la traición. Sabía que su capacidad para amar y ser amada era lo que la convertía en una guerrera formidable, pero también entendía que era lo que la hacía frágil en un mundo donde las emociones podían ser manipuladas y utilizadas como armas.

Así, Hikari caminaba por la delgada línea entre el amor y el odio, entre la luz y la oscuridad. Su corazón latía con la intensidad de mil soles, pero también estaba marcado por las cicatrices del pasado y las sombras del futuro. En su lucha por encontrar el equilibrio entre su poder y sus emociones, se encontraba en un viaje interno que definiría no solo su destino, sino también el destino de su clan.


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-Euridice.

Amor en guerra. (Tobirama Senju Y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora