13. Susurros de guerra.

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La atmósfera pesada en la casa Uchiha se sentía en cada esquina

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La atmósfera pesada en la casa Uchiha se sentía en cada esquina. Hikari se despertó con el eco de la tensión que envolvía cada palabra de su padre. Los reproches de su progenitor resonaban en la habitación, señalando la importancia de la lealtad al clan y regañando a Madara por su relación con un Senju. Izuna, con su gesto de acuerdo, reflejaba una conciencia influenciada por las circunstancias de una eterna lucha entre clanes.

El ambiente estaba cargado, una tensión palpable que atenazaba el aire. Hikari pudo sentir el peso de cada palabra en el silencio que se había adueñado de la casa. Madara permanecía en silencio, con la mandíbula tensa, absorbido por la intensidad de la reprimenda, mientras que el rostro de su hermano Izuna reflejaba cierta resignación, como si la guerra hubiera mellado su percepción de lo correcto y lo incorrecto.

Hikari se debatía en un torbellino de pensamientos. La incertidumbre la atenazaba: ¿Debería dirigirse al lugar de encuentros con Tobirama? Dudaba si el niño albino querría verla después del conflicto entre sus familias. La tensión entre clanes amenazaba con fracturar las relaciones que habían cultivado en secreto.

La idea de averiguarlo la tentaba, pero la incertidumbre sobre si se le permitiría salir de casa la detenía. Los ecos de las palabras de su padre resonaban en su cabeza, creando una sensación de restricción y confusión. Hikari se sentía atrapada entre su deseo de mantener su amistad y el peso de las expectativas familiares.

De pronto Hikari escuchó un fuerte portazo de la puerta corrediza de la entrada y las voces se apagaron. Asomó la cabeza por la entrada de su habitación y se dio cuenta que su padre e Izuna se habían marchado y Madara se encontraba solo, sentado sobre un cojín, con la mirada perdida. 

Hikari observó a Madara, perdido en sus pensamientos, y decidió acercarse. Avanzó con cautela, tratando de romper el silencio cargado que se cernía sobre ellos.

—Madara, ¿estás bien?— preguntó en un susurro, temerosa de perturbarlo aún más.

Él alzó la mirada, sorprendido por su presencia. Hikari notó el rastro de preocupación en su expresión, una mezcla de enojo y pesar.

—Estoy bien.— respondió Madara con voz firme, aunque sus ojos revelaban una tormenta de emociones. —Solo... reflexionando.

El sol empezaba a elevarse en el cielo, y Hikari se deslizó silenciosamente por la puerta corrediza, intentando evitar cualquier interacción adicional con su hermano. La tensión en su hogar había alcanzado un nivel insoportable, y anhelaba la tranquilidad de sus encuentros con Tobirama.

Caminó con paso ligero hacia el lugar de encuentro habitual, un claro a orillas del río donde los reflejos del sol bailaban en las aguas. A medida que se acercaba, su corazón latía con la esperanza de encontrarse con Tobirama y, al mismo tiempo, con el temor de que la situación entre sus clanes afectara su amistad.

Hikari continuó caminando por la orilla del río, mirando a su alrededor con la esperanza de ver a Tobirama en algún rincón. Sin embargo, no había rastro de él. La sensación de vacío creció en su pecho, sabiendo que Tobirama no había asistido a su encuentro habitual.

Se sentó en una piedra junto al agua, mirando hacia el río que fluía con calma. La preocupación y la decepción se reflejaban en sus ojos mientras el sol avanzaba en el cielo. Se preguntaba qué podría haber causado la ausencia de Tobirama. Tal vez había sido la tensión entre sus clanes, o simplemente algo que había impedido a Tobirama asistir.

Hikari se quedó allí, viendo cómo el día avanzaba lentamente, incapaz de sacudirse la sensación de pérdida. Sabía que su amistad con Tobirama había sido especial, y la idea de perder esa conexión la entristecía profundamente.

El sonido de movimientos en el arbusto del otro lado del río captó la atención de Hikari. Se levantó emocionada, pensando que finalmente había llegado Tobirama y solo había tenido un pequeño retraso. Sin embargo, su expresión de alegría se desvaneció al ver que quien emergía de los arbustos era Hashirama.

Hashirama saludó con educación a Hikari, aunque también expresó su decepción al esperar a Madara y no a ella. El castaño se acomodó en la orilla del río para tener una mejor vista y mejor conversación con la Uchiha.

—¿Madara no viene hoy?— preguntó el Senju y Hikari suspiró desanimada negando con la cabeza con tristeza.  

—¿Y Tobirama?— se atrevió a preguntar Hikari, aunque la respuesta fue la misma; un triste disentimento de parte de Hashirama.

—Fue un gusto haber cruzado caminos contigo, Hikari, y especialmente con Madara. Lamento que las cosas hayan llegado a este punto.— expresó con cierta tristeza en sus palabras.

—Sí, fue genial conocerte a ti y a Tobirama.— respondió con un dejo de nostalgia en su voz. Ambos compartieron un instante de lamento por cómo las cosas habían llegado a este punto.

Hikari se quedó en silencio por un momento, contemplando el río mientras la tristeza se asentaba en su corazón. Sabía que las cosas habían cambiado irremediablemente. Se giró hacia Hashirama con una expresión resignada.

—Hashirama, por favor, cuida de Tobirama.— le pidió con un atisbo de preocupación en sus ojos.

El chico asintió solemnemente, mostrando un gesto de comprensión hacia la situación. Ambos se despidieron con una mirada cargada de significado, conscientes de que el pasado ya no podía recuperarse.

Se alejaron en direcciones opuestas, llevándose consigo el peso de las circunstancias y la incertidumbre sobre lo que el futuro les depararía. Era una despedida silenciosa, marcada por la compasión y la aceptación de que las cosas nunca serían como antes.

Hikari avanzaba hacia el territorio Uchiha, con el peso de la tensión marcando cada paso. A medida que se aproximaba, avistó a Madara, su hermano mayor, quien aguardaba con una postura tensa y los brazos cruzados. Sus ojos, cargados de furia, se clavaron en ella, irradiando una mezcla de preocupación y frustración.

—Hikari, ¿dónde estabas?— inquirió Madara con severidad, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de enojo y preocupación. —No trates de ocultarlo. ¿Fuiste a encontrarte con ese Senju, verdad? ¡Ya viste lo que ocurrió!

Madara, con gesto serio, se acercó a Hikari, tomando su brazo con firmeza. El silencio se convirtió en un tenso vínculo entre ellos mientras caminaban de regreso a su hogar. Las palabras de reprimenda resonaban en la mente de Hikari, y el peso de su desobediencia la acompañaba en cada paso.

—Padre te lo advirtió, Hikari. No deberías estar interactuando con ese Senju. ¿Qué parte no entiendes?— reprochó Madara, apretando ligeramente el brazo de su hermana.

—Lo siento, Madara. No pensé que causaría tanto problema. Solo quería...— intentó explicarse Hikari, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.

—Debes entender, Hikari, que nuestra amistad con los Senju ha llegado a su fin. Tienes que aceptarlo y asumir las consecuencias de estas decisiones.

Hikari asintió en silencio ante las palabras de su hermano, pero su expresión revelaba la tristeza de perder la amistad con Tobirama. Observó a Madara y se dio cuenta de que la reconciliación con los Senju estaba lejos de ser una posibilidad, sumiendo su corazón en una melancolía resignada.

Su sueño de paz, que alguna vez pareció alcanzable, se desvanecía como un destello efímero en la oscuridad de la realidad, dejándola atrapada en un anhelo cada vez más inalcanzable.



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-Eurídice.

Amor en guerra. (Tobirama Senju Y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora