11. El Peso de las expectativas.

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A la mañana siguiente, el aire en la casa de los Senju se tornó denso, cargado de una tensión palpable que pesaba sobre los hombros de Hashirama y Tobirama

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A la mañana siguiente, el aire en la casa de los Senju se tornó denso, cargado de una tensión palpable que pesaba sobre los hombros de Hashirama y Tobirama. La atmósfera sombría era un misterio para los dos jóvenes, pero conocedores de la naturaleza seria y estricta de su padre, optaron por no ahondar en el origen de aquella tensión latente.

Hashirama, decidido a disipar la pesadez en el ambiente, se dispuso a realizar algunos recados por el campamento donde residían el resto de los Senju. Con determinación, se preparó para enfrentar las tareas del día, esperando que su diligencia pudiera aliviar la atmósfera opresiva en su hogar.

Mientras tanto, a Tobirama se le encomendó la tarea de recolectar leña para llevar a casa. Con el clima tornándose más frío, la necesidad de abastecerse de combustible para mantener el calor era imperiosa. Con paso resuelto, se encaminó hacia el bosque, consciente de la responsabilidad que recaía sobre él y decidido a cumplir con la tarea encomendada.

Tobirama se adentró en el bosque, recogiendo diligentemente cada rama y palo que yacía desperdigado por el suelo. Con movimientos ágiles y precisos, ató las ramas y palos para facilitar su transporte, organizándolos en haces manejables. A medida que su montón crecía, la carga se volvía más pesada, pero para él, acostumbrado a los rigores del entrenamiento desde temprana edad, aquel peso no representaba un desafío abrumador.

A pesar de que cualquier otro niño habría tenido dificultades para cargar una carga tan grande, para Tobirama era simplemente parte de su rutina diaria. Su resistencia física y su entrenamiento le otorgaban una fortaleza y resistencia notables, lo que le permitía llevar esa carga pesada sin mayor esfuerzo aparente. Con la determinación grabada en su rostro, emprendió el regreso a casa con su preciosa carga, mostrando una habilidad y fuerza que excedía con creces la de un niño de su edad.

Al entrar en su hogar, Tobirama depositó con destreza los haces de ramas y palos en una esquina cercana a la entrada, donde solían almacenar su combustible para el hogar. Organizó meticulosamente la leña, asegurándose de que estuviera dispuesta de manera ordenada para su uso posterior.

Al hacerlo, sus ojos se posaron en la figura serena y concentrada de su padre, sentado sobre el suelo con la postura típica japonesa, inmerso en la contemplación de varios pergaminos que descansaban sobre la mesa ante él. Los cabellos castaños con alguna cana de su padre, bien recogidos en un nudo, reflejaban la sabiduría y la serenidad que siempre había admirado en él.

Tobirama se aproximó con respeto, consciente del momento de concentración de su padre. Con un gesto cortés pero firme, saludó con una leve inclinación de cabeza antes de dirigirse hacia la zona donde se encontraban los pergaminos.

Butsuma Senju, el patriarca del clan, carraspeó suavemente para atraer la atención de su hijo menor. Tobirama, siempre atento a los gestos de su padre, le dedicó una mirada expectante y respetuosa. A medida que observaba a su padre, notaba las similitudes y diferencias que los caracterizaban. Si bien sus rasgos físicos podían ser distintos, la esencia de su ser y sus personalidades eran sorprendentemente parecidas. Ambos compartían una serenidad natural, una reserva que los definía y una manera peculiar de demostrar su preocupación por aquellos a quienes amaban.

Amor en guerra. (Tobirama Senju Y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora