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Qué frio de mierda hacia ese día en esa horrible ciudad. No ayudaba que la pocilga en la que vivía era casi tan deplorable como la casa de cartón de un vagabundo. Intenté sin éxito calentar mis pies con las mantas mientras me recostaba sobre el plano colchón que había en medio de lo que llamaba mi habitación, pero que también era la sala y el comedor, estaba acostada con la intención de dormir un poco, pero como siempre el ruido que venía de la calle era casi tan alto como el de mis pensamientos, y no pude conciliar el sueño, por muy cansada que estuviera.

Miré el calendario que estaba colgado en la pared, decía que era noviembre, pero sabía que ya estábamos en diciembre, tenía que quitar esa hoja y marcar los días que habían pasado, ya casi era Navidad, si no me equivocaba. Planeé regalarme a mí misma para navidad unos calcetines bien gruesos que me abrigasen los pies, porque ya estaba harta del asqueroso frio.

Me rendí, si iba a pasar frio, entonces que así fuese. Abrí la única ventana de mi departamento, que daba hacia la transitada y ruidosa calle. Ahora si podía sentirse el frio con intensidad, así como los bocinazos de los autos.

Saqué un cigarrillo de la cajetilla tirada junto a mi cama y lo encendí, lanzando el humo de la primera calada hacia afuera. Le di otra calada al cigarro, el humo llenó mis pulmones, pero aún me sentía vacía. ¿Por qué seguía gastando dinero en cigarrillos en lugar de comida?, mi estomago rugió. Era hora de hacerme el ánimo de salir a comprar algo para comer, el pequeño refrigerador de mi lugar solo tenía media lechuga y una botella de agua en su interior, hace una semana no iba a la tienda, porque cuando volvía de mi trabajo solo quería tirarme en mi cama a descansar. Limpiar oficinas no es algo tan difícil, no se necesita mucho conocimiento para trapear, ni para destapar un baño, pero sí que cansaba como la mierda estar todo el día arrastrando un puto carrito de limpieza mientras tenía que limpiar el chiquero de gente que finge que no existes. Aunque quizás es mejor así, no terminaba de acostumbrarme a los estadounidenses.

Se me acabó el cigarro, busqué otro, pero ese era el último. Ahora si tenía que salir a comprar.

Me puse una chaqueta que estaba colgada en la manilla de la puerta, un gorro y una bufanda que estaban tirados sobre la mesita (uno de los tres muebles que tenía, además de un baúl donde guardaba algunas cosas y el armario, que era parte de la casa y que estaba hundido en la muralla). Cerré la ventana, para no morir de hipotermia cuando volviera, agarré las llaves y salí por la puerta principal.

Caminé por las concurridas calles, buscando aquella tienda confiable donde siempre encontraba comida a punto de caducar, pero a un buen precio. Cuando terminé de comprar, llevaba dos bolsas con comida, una en cada mano, me metí el celular en el sujetador, porque sabía que era peligroso llevarlo en el bolsillo. Iba de vuelta a casa, esquivando gente que parecía no darse cuenta de que había alguien frente a ellos, pero ya estaba acostumbrada, así funcionaba ahí, o caminas como si nada te importara y te haces paso entre la gente, o eres la gente que camina atenta y da el paso a los otros. Se me acercaron un par de niños trotando, y supe lo que iba a pasar a continuación. Casi sin bajar la velocidad a la que se movían, y hábilmente, metieron cada uno su mano a uno de los bolsillos de mi chaqueta, sacando todo lo que había dentro de ellos y se fueron corriendo más rápido. Olvidé guardar el dinero que había sobrado también en mi sujetador, pero no importaba, por suerte eran solo cinco dólares, ese era su botín.

No me extrañó, mi barrio no era muy seguro, y una coja con las manos ocupadas es un blanco fácil para esas ratas escurridizas, por eso solo salía con lo necesario. Me maldije por lo bajo porque sabía que debía gastarme esos cinco dólares en comprarme una botella de kétchup, pero la tacaña Myoui prefirió guardarlo.

Volví a casa, por suerte no me quitaron las bolsas, porque a esa altura del mes, el dinero es escaso y no sabía si podría aguantar sin comer hasta que pagaran. Puse a cocer un poco de pasta en una olla y en otra puse a cocer un par de salchichas baratas cuyo sabor no es el mejor, pero al menos son carne, o eso finjo creer. Mientras la comida se hacía, me puse a hacer mis ejercicios (ejercicios para fortalecer la musculatura de mi pierna y estiramientos para mejorar la flexibilidad de esta).

La comida estaba lista y encendí la radio para entretenerme con algo de música mientras cenaba. Luego amontoné los platos en el fregadero y me metí a bañar. El espacio de la regadera no era muy amplio, pero al menos era lo suficiente para que pudiese enjabonarme tranquila. Cuando terminé con mi baño, puse a hervir agua. Me hice un té y con el resto del agua rellené una bolsa de agua caliente, una de mis últimas adquisiciones, la usaba para ponerla en mi pierna mala, aliviaba un poco el dolor, y después la usaba para dormir y no pasar tanto frio.

Mientras esperaba que el agua hirviera, quité la hoja de noviembre del calendario y con un plumón taché los días de diciembre que habían pasado. Era la última hoja, lo que significaba que tenía que comprarme otro calendario pronto. Miré el año. No podía creer que habían pasado casi cuatro años desde que llegué a ese lugar. Hace cuatro años había dejado todo lo que amaba en Corea, para cumplir un sueño.

Vaya mierda.

Escuché el sonido de la tetera, sacándome de mis pensamientos justo a tiempo. Después de tomarme el té, apagué la radio y las luces, me metí en la cama y miré la pantalla de mi celular sin internet, pues ya me había acabado los datos móviles de mi plan hace más de dos semanas. Me dije, como nota mental, que tenía que evaluar la posibilidad de mejorar mi plan.

Eran las diez de la noche. A esa hora me acostaba los domingos, porque al día siguiente debía llegar a trabajar a las siete de la mañana y para eso tenía que viajar una hora en metro y levantarme otra hora antes para alistarme. Pero una cosa es la hora a la que te acuestas y otra la hora a la que te duermes. Me costaba mucho dormir por las noches, me sentía más frágil y vulnerable por algún motivo. Bueno, si sabía cuál era el motivo, pero no quería pensar en ello. No quería volver a pasarme las siguientes dos horas lamentándome y arrepintiéndome de mis decisiones de vida. No quería pensar en el accidente. No quería imaginarme falsos escenarios en los que era feliz, para que después un ruido de la calle me llevase de vuelta a la realidad y me terminase sintiendo peor. No quería extrañar a mis padres, a mi perro, a mis amigas...No quería pensar en que el motivo por el cual me sentía tan sola de noche es porque hace casi cuatro años que no la abrazaba, que no veía sus ojos o su sonrisa, cuatro años que no dormía a su lado...no quería pensar en cuanto la extrañaba.

Me levanté y corrí al baño, lavé mi cara con agua fría, me miré al espejo.

—Fue solo un amor de adolescentes, tienes que seguir adelante —dije en voz alta, mirándome a los ojos en el cristal.

Del mesón de la cocina tomé un frasquito con píldoras para dormir, me eché un par a la boca y sin darme el trabajo de buscar un vaso con agua, las tragué con saliva. Volví a encender la radio, sintonicé una emisora con música tranquila y encendí un cigarrillo de mi nueva cajetilla. No iba a abrir la ventana, el frio de noche sí que no podía aguantarse. Cuando terminé de fumar, me acosté otra vez, las pastillas estaban haciendo efecto, pero como si el destino quisiera hacerme sufrir, sonó una estúpida canción romántica en la radio, a la que muy estúpidamente puse atención a su letra, y ya no aguanté más, las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, ahogué un grito de sufrimiento en mi almohada, porque así era cada vez que el llanto me ganaba, por eso intentaba no llorar. El lado bueno es que es cansador llorar, y luego de unos minutos logré quedarme dormida.

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N/A: Hola, muchísimas gracias por la espera (más de un año). Recibí algunos comentarios preguntando por la segunda parte de Malentendido y por eso decidí empezar a publicarla. La verdad es que me gusta publicar cuando tengo las historias terminadas, por eso es que me he demorado tanto. No tengo idea aún de cuántos capítulos tiene esta segunda parte, pero creo que es más larga que la primera. Aún no termino de escribirla, pero si publico capítulos, iré metiendome presión a mi misma para terminar.

Como pudieron notar, a Mina no le fue muy bien en su viaje, pero ya en los próximos capítulos entenderán mejor lo que pasó.

Si estás leyendo esto sin haber leído la primera parte, creo que es mejor que leas la historia anterior, pero si no, te lo resumo en que Mina y Chaeyoung se conocen en la escuela, se enamoran y Mina se gana una beca para ir a estudiar danza a Nueva York, una beca que duraba solo un año. Creo que sabiendo eso, igual se puede leer esta segunda parte.

Nuevamente gracias y espero que les guste <3

Malentendido 2 (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora