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De mi estancia en Japón no hay mucho que contar. Me alegró mucho encontrarme con mi abuela después de tanto tiempo. Puede que la mujer esté enferma, pero sigue siendo tan dedicada a la cocina como siempre, quizás subí un par de kilos por comer tanta deliciosa comida. Ahora que no tenía que trabajar, que por cierto renuncié a la biblioteca y la señora Min casi se pone a llorar, tenía bastante tiempo libre. Mis compañeros de clases me enviaban fotos de sus apuntes y yo me pasaba la tarde sentada estudiando junto a mi abuela. Me sentí como cuando era pequeña y hacía mis tareas de la escuela junto a ella.

Por ningún motivo mi abuela podía enterarse de que ahora era fumadora, porque la decepción de ver a su nieta fumar sería demasiada, así que a menudo salía a caminar y recorrer las calles tan familiares para mí. También me lo pasaba haciendo ejercicios de fortalecimiento para mis dos piernas, dedicaba al menos dos horas al día solo a eso. Y, por último, y no menos importante, al contrario, mi momento favorito del día, me encerraba en mi habitación por las noches a hacer videollamadas con mi novia, por suerte no teníamos la terrible diferencia de hora que teníamos cuando me fui a Estados Unidos.

Las cosas estaban bien entre Chae y yo, se parecía a los primeros días que estuvimos separadas la vez pasada, no dejábamos de mensajearnos y hablar por teléfono durante el día, además de la videollamada nocturna. Mi abuela se dio cuenta de que obviamente hablaba mucho con alguien y me preguntó si acaso tenía un novio, yo le dije que no, pero no me atreví a contarle que si tenía novia. "Deberías conocer al nieto de mi amiga, o al de la vecina de la casa roja, son buenos chicos y ambos tienen sus estudios completos. No hay presión, pero algún día querrás un hombre para casarte" dijo una tarde. Si sentí miedo de contarle a mis padres que estaba enamorada de una chica, contarle a mi abuela era quizás el triple. Y no es que mi abuela fuera muy conservadora o de mente cerrada a esos temas, pero si mi abuela llegase a decepcionarse de mí, me sentiría como la peor basura del mundo. Y lo peor es que me sentía culpable ocultándole todo y negando a Chaeyoung frente a ella.

—No te sientas presionada a contárselo. Todo a tu ritmo, Minari —la voz de Chaeyoung a través del teléfono me daba algo de paz ante la angustia que estaba sintiendo esa noche.

—No puedo creer que se está repitiendo lo mismo que viví con mis padres, y te aseguro que va a terminar igual de bien, así que no sé por qué me angustio.

—Porque tu abuela es muy importante para ti y es normal que tengas miedo, la sociedad y en especial la gente de su edad, no es tan abierta a las parejas del mismo sexo.

—¿Y si no le cuento nunca? No sé qué pasa después de morir, pero... ¿y si después de morir se entera y se enfada conmigo por no haberle contado mientras vivía?

—¡Mina! ¡No mates a tu abuela! —me regañó.

—¡No la estoy matando! Es solo que...

Se escuchó que golpeaban la puerta.

Pasa, abuelita.

¿Con quién hablabas? —preguntó mi abuela, asomándose por la puerta.

Oh, con Chaeyoung —levanté el teléfono para mostrarle la pantalla.

Chae saludó agitando su mano y con una gran sonrisa, aunque no entendiera el japonés que hablábamos entre nosotras.

Hola, Chaeyoung —saludó mi abuela en japonés.

Hola —respondió Chae, también en japonés, probablemente lo único que sabía.

Supongo que no estarán hablando de chicos —bromeó mi abuela.

—¿Qué dijo, Mina? —preguntó Chae.

Malentendido 2 (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora