Malentendido 2 (Michaeng)

7

Todo en casa estaba igual que como lo recordaba. Lo primero que hice fue correr y abrazar a Ray, mi perro. Después de todos estos años se había vuelto un anciano, lo veía en sus ojitos opacos, pero aún estaba ahí, y sin duda aprovecharía el tiempo con él. Mi habitación estaba tal cual la dejé, me imagino que mis padres sacudían el polvo cada cierto tiempo, pues estaba muy limpia. El único cambio que habían hecho fue que compraron un televisor nuevo para la sala, pero lo demás estaba idéntico. Me sentí en casa finalmente. Todas esas noches llegando al departamento en Nueva York, a lo que me refería como "volver a casa" perdía totalmente el sentido al lado de lo que es realmente volver a casa.

Desempaqué y guardé mis cosas en el armario. Abrí la ventana y prendí un cigarrillo.

—Hija —mamá entró a mi habitación y llevó su vista inmediatamente a la mano que sostenía el cigarro—. Ya hablamos de que eres adulta, pero te agradecería que no fumaras dentro de la casa, aunque sea tu habitación, por favor —dijo con un tono amable pero firme.

—Lo siento, mamá —tomé el cenicero al que le había tomado cariño durante ese tiempo, y que había decidido traer en mi maleta, y apagué el cigarro—. ¿Qué querías decirme?

—No quiero presionarte, pero ¿has pensado en qué harás ahora?

—No, no lo he pensado...pero supongo que tengo que terminar la escuela primero.

Y eso fue lo siguiente de lo que me encargué, averigüé qué podía hacer, no quería volver a la escuela normal, ya era muy mayor para ir, así que mis padres me matricularon en una escuela para adultos, tenía que aprobar algunos exámenes y podría graduarme, incluso podría rendir el examen de admisión a la universidad de manera normal. Después nos encargamos de visitar a un doctor para que examinara mi pierna, no cualquier doctor, mis padres de alguna manera consiguieron al mejor doctor de Seúl, experto en traumatología. Fue bastante directo al momento de informarnos que necesitaba una operación, otra. De nada iban a servir las sesiones de kinesiología, tenía que operarme pronto o mi lesión podría volverse irreversible. Mamá y papá se miraron preocupados, sabía que no tenían dinero ese mes, lo habían gastado en ir a buscarme a Estados Unidos.

—¿Podemos esperar un par de meses, doctor? —preguntó papá, cabizbajo.

—Mientras antes sea la operación, mejor, pero en dos meses no empeorará mas de lo que empeoró durante estos años, así que sí podemos esperar.

—¿Alguna precaución que debamos tomar durante este tiempo?

—Llevas mucho tiempo haciendo todo con la pierna así, te diría que mantengas reposo en la medida de lo posible, pero me parece que eres una chica inquieta, solo intenta no exigirte demasiado —respondió mirándome fijamente.

Salimos de la consulta del doctor y lo primero que dije fue que buscaría un trabajo para ayudar a pagar la operación. Mis padres se opusieron, pero prometí que sería un trabajo que no implicara mucho movimiento, además la escuela era vespertina, es decir que tendría toda la mañana y casi toda la tarde libre, no había mejor forma de matar el tiempo. Terminaron accediendo.

—Tengo un amigo que trabaja en una universidad —papá comentó durante el almuerzo de ese sábado—, podría preguntarle si hay algún trabajo disponible en la biblioteca o algo así.

—No tendrías que moverte demasiado, solo para ordenar libros dentro de la misma biblioteca—a mamá le gustaba la idea.

—Créanme, todo es mejor que fregar pisos y asear oficinas, aceptaría cualquier cosa —tomé un sorbo de agua—. Agradecería mucho que preguntaras a tu amigo, papá.

—Hablaré con él después de comer.

—Cambiando de tema, hija...¿has visto ya a alguna de tus amigas?