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Eran las seis de la tarde, había llegado a las cinco a la casa de Sana. Estábamos hablando con Jihyo y la dueña de casa cuando sonó el timbre.

—¡Ya, Mina! ¡Anda a mi habitación! —exclamó Sana en un susurro.

Subí lo más rápido que pude por las escaleras y me encerré en la habitación de mi amiga.

Me pasé la siguiente hora repasando las palabras que diría y que había planeado minuciosamente durante los días anteriores.

—Mina —Sana abrió la puerta y se asomó—, ya llegaron todas.

—¿Vino Chae? —pregunté esperanzada.

—No —dijo con un puchero—, pero las demás están esperando por ti.

Levanté una ceja.

—Bien, no están esperando por ti —rodó los ojos—, pero si supieran que estás aquí...

—Entiendo la idea —sonreí.

—¿Estás lista?

—No —contesté con los labios apretados—, pero ya estamos aquí.

Caminamos hasta el inicio de las escaleras.

—Creo que lo mejor será solo aparecer y que cuando se den cuenta... —Sana no sabía cómo hacerme aparecer— O quizás podría anunciarte...

—Creo que voy a vomitar.

—Vamos —tomó mi mano y bajamos juntas.

Escuchaba como las chicas conversaban animadas, sentadas en la mesa del comedor. Mis piernas temblaban.

—Chicas —llamó Sana, cuando estábamos entrando al comedor.

Pude ver sus quijadas caer al verme. Pero rápidamente sus bocas se curvaron para mostrar enormes sonrisas.

—¡Mina! —exclamaron Nayeon y Momo, saltando de sus asientos y corriendo a abrazarme.

Pronto Dahyun y Tzuyu se pusieron de pie y se unieron al abrazo también.

—¡No puedo creerlo!

—¿Eres tú de verdad?

—¿Dónde estuviste todo este tiempo?

—Me alegra que estés bien.

Las chicas tocaban mi cara, como no creyendo que realmente estaba parada ahí frente a ellas.

—¡¿Sólo apareces y ya?! —Jeongyeon cuestionó en voz alta desde su asiento. Tenía el ceño y los labios fruncidos. Respiró hondo— ¿Crees que puedes solo aparecerte, después de todo este tiempo? —preguntó, mientras se ponía de pie.

Apretó los puños, tal como lo había hecho Sana, y caminó hacia mi. Esperé el golpe con los ojos cerrados.

Pero en lugar de eso solo escuché un sollozo. Abrí los ojos y me encontré a Jeongyeon llorando con una fea mueca de tristeza. La chica se agachó y abrazó sus rodillas.

—Jeongyeon unnie —la llamé, mientras me agachaba a su lado—. Lo siento.

Todas comenzaron a reír por el berrinche que estaba haciendo la chica.

—Pensé que nunca volvería a verte —me dijo, mientras las lágrimas corrían por sus ojos.

—Y yo pensé que ibas a golpearme —intenté bromear un poco.

—¡Estoy furiosa! —exclamó, limpiándose las lágrimas— Por eso estoy llorando.

Nayeon se agachó junto a nosotras y comenzó a darle besos en la parte superior de su cabeza.

Malentendido 2 (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora