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No hay mucha más historia que eso, un par de cambios de trabajo, hasta que di con el que tenía actualmente, cuatro años después de mi llegada a Estados Unidos. Seguí asistiendo unos meses a las sesiones de kinesiología, con esperanza de mejorar, pero llegó un punto en el que me hundí en la miseria y no tenía ganas ni de ir, ya me había rendido. El dinero que gastaba en eso, comencé a gastarlo en una sicóloga. Bastante bien me hizo, nunca había asistido a un sicólogo, pero supe que necesitaba ayuda cuando me di cuenta de que fumaba una cajetilla diaria, cada vez que estaba nerviosa o angustiada fumaba un cigarro, y yo misma le recriminaba a Chaeyoung que no debía fumar porque era malo para su salud, qué hipócrita. Al menos nunca caí en las drogas, aunque muchas veces mi vecino me ofrecía de todo, supongo que el chico vendía, porque siempre llegaba gente a tocar su puerta y se iban a los minutos. Tampoco volví a beber una gota de alcohol desde el accidente.

Dejé de ir con la sicóloga cuando logré dormir de corrido por las noches, y no me levantaba a media noche a mirar por la ventana con un cigarrillo en la boca. Lo otro que conseguí con la sicóloga, fue que me convenció de volver a ejercitar mi pierna, de esa forma podría al menos conseguir caminar bien un día, o eso me hizo creer.

¿En qué me gastaba mi dinero ahora, que ya no visitaba a la sicóloga ni al kinesiologo? Se me ocurrió inventar a mis padres que me estaba yendo tan bien en la compañía, que mi sueldo había aumentado, por lo que quedamos en que estaría bien que dejaran de enviarme dinero cada mes, solo me lo enviarían cuando lo necesitara. Así que sí, mi dinero lo gastaba en existir, básicamente.

Mis padres no habían vuelto a visitarme, ellos insistían, pero yo los convencía de alguna forma para que no vinieran. Tampoco había querido aceptar sus ofertas de viajar a Corea de visita. La única forma de que estuvieran tranquilos sin vernos por tanto tiempo era que sabían mi dirección y que les contestaba el teléfono cada vez que me hablaban, con el mínimo de un reporte semanal para hacerles saber que estaba viva.

Esas semanas, en que no había tenido datos móviles, simplemente había contestado sus llamadas y había puesto la excusa de que no había podido leer los mensajes porque estaba ocupadísima con la presentación que tendríamos en navidad con la compañía.

Era noche buena, tenía que al menos dignarme a cargar unos dólares para tener internet y enviar un mensaje de buenos deseos a mamá y papá. Fui a la tienda a cargarle dinero al celular, después me senté aquella banca del feo parque a revisar los mensajes.

Reporte semanal de Mina

14 de diciembre

Mamá: Mina, dónde está tu reporte semanal? (22:34 pm)

Papá: dinos que estás bien o pensaremos que te abdujeron los aliens del área 51 (22:34 pm)

Mamá: querido, eso no queda ni cerca de Nueva York. (22:34 pm)

Papá: Vamos a llamarte, hija (22:39 pm)

21 de diciembre

Papá: Otra vez olvidaste el reporte!!! (9:12 am)

Mamá: Sabemos que estás ocupada con los ensayos para la presentación, así que, por esta vez, volveremos a llamarte, pero sabes que debes hablarnos por tu cuenta, Sharon! (9:13 am)

22 de diciembre

Mamá: no aguanto más (8:02 am)

Papá: amor, dijimos que sería una sorpresa (8:03 am)

Malentendido 2 (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora