La vida de Kate no ha sido sencilla ya que, durante toda su vida ha sido ignorada y despreciada por su familia.
Especialmente por su madre, quien creía que estaba recibiendo alguna especie de castigo divino al tener a una niña que era la viva image...
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— Perdimos — fue lo primero que le dijo Hermione a Kate, la mañana siguiente durante el desayuno.
— ¿Qué cosa? — pregunto Kate confundida.
La Gryffindor le tendió una carta. El pergamino estaba húmedo; las gruesas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lectura se hacía difícil en muchos lugares.
Querida Hermione: Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hogwarts, pero van a fijar la fecha del sacrificio. A Buckbeak le ha gustado mucho Londres. Nunca olvidaré la ayuda que nos has proporcionado.
Hagrid.
— No pueden hacer eso — dijo la Slytherin con indignación —. No pueden. Buckbeak no es peligroso.
— El padre de Malfoy debe estar detrás de esto — dijo Hermione secándose los ojos —. Debe haber logrado atemorizar a todos esos idiotas de la comisión. Son un montón de viejos imbéciles, y los asusto.
Kate soltó un bufido furioso y miró hacia donde Malfoy desayunaba rodeado de su grupo de amigos.
— Te juro que un día de estos voy a matar a ese imbécil — dijo con enojo.
— Ya no importa de todas formas — dijo la castaña —. Nada cambiará sin importar lo que hagamos.
— Si, algo cambiará — dijo una voz detrás de ellas. Ambas niñas giraron la cabeza y se toparon con la figura de Ron Weasley, quien tenía su mirada decidida y llena de determinación puesta sobre Hermione —. Vamos a salvar a Buckbeak. Y esta vez no tendrás que hacer todo el trabajo tú sola, yo voy a ayudarte.
— ¡Ron!
Hermione se echó a su cuello y rompió a llorar. Kate no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver a Ron totalmente aterrado, dándole unas palmadas torpes en la cabeza.
— En verdad lamento muchísimo lo de Scabbers — dijo la Gryffindor una vez que se apartó del chico.
— Bueno, ya era muy viejo — dijo Ron —. Y era algo inútil. Quien sabe, a lo mejor mis padres me compran ahora una lechuza.
