La vida de Kate no ha sido sencilla ya que, durante toda su vida ha sido ignorada y despreciada por su familia.
Especialmente por su madre, quien creía que estaba recibiendo alguna especie de castigo divino al tener a una niña que era la viva image...
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Kate apartó la mirada de Dudley, quien seguía gimoteando en el suelo, y la fijó en la señora Figg, quien aún se encontraba de pie frente a ellos.
— ¿Qué? — escuchó preguntar a Harry con voz ahogada.
— ¡Se ha marchado! — continuó la señora Figg —. ¡Ha ido a ver a no sé quién por un asunto de un lote de calderos robados! ¡Ya le dije que iba a desollarlo vivo si se marchaba, y mira! ¡Dementores! ¡Suerte que informé del caso al señor Tibbles! Pero ¡no hay tiempo que perder! ¡Corre, tienes que volver a tu casa! ¡Oh, los problemas que va a causar esto! ¡Voy a matarlo!
— Pero... — Kate y Harry miraron atónitos a su chiflada vecina obsesionada con los gatos.
Sabía que eran los dementores, pero, ¿cómo...?
— ¿Usted...? ¿Usted es una bruja? — preguntó Kate sorprendida.
— Soy una squib, como Mundungus sabe muy bien, así que ¿cómo demonios iba a ayudarles para que se defendieran de unos dementores? Los ha dejado completamente desprotegidos, cuando yo le advertí...
— ¿Ese tal Mundungus ha estado siguiéndome? — inquirió Harry —. Un momento, ¿acaso él es el hombre que vi desaparecer delante de mi casa?
Kate arqueó las cejas y miró a Harry confundida.
— ¿Qué dices? — preguntó.
Harry le dirigió una pequeña mirada de soslayo.
— Luego te cuento — le dijo.
— Sí, era él — respondió la señora Figg, ignorando el intercambio de los dos primos —. ¡Oh! ¿Qué dirá Dumbledore? — luego dirigió su mirada a Dudley —. ¡Eh, tú! ¡Levanta tu gordo trasero del suelo, rápido!
La expresión en los rostros de Kate y Harry volvieron a llenarse de incredulidad.
— ¿Usted conoce a Dumbledore? — preguntó el azabache.
