La vida de Kate no ha sido sencilla ya que, durante toda su vida ha sido ignorada y despreciada por su familia.
Especialmente por su madre, quien creía que estaba recibiendo alguna especie de castigo divino al tener a una niña que era la viva image...
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A la mañana siguiente, Kate despertó de golpe por el sonido de unos pasos afuera de la puerta de la habitación que ahora mismo compartía con Hermione y Ginny.
Poniéndose de pie despacio para no despertar a sus compañeras, la chica se dirigió hacia la puerta, y al abrirla, se topó con Harry, quien caminaba de un lado al otro de forma nerviosa.
Kate cerró la puerta detrás de ella con cuidado y miró a su primo, quien aparentemente, aún no se había dado cuenta de su presencia.
— Harry — lo llamó en un susurro.
Harry se sobresaltó y después giró la cabeza en su dirección, con los ojos bien abiertos.
— ¡Kate! — exclamó en voz casi inaudible —. Me asustaste. ¿Te desperté? —. La chica asintió en respuesta y Harry le dirigió una mirada de disculpa —. Lo siento.
Kate se acercó hacia él y lo observó fijamente de forma crítica.
— ¿No podías dormir? — inquirió.
Harry negó con la cabeza.
— No — respondió —. Estoy algo nervioso, supongo.
Kate le sonrió con entendimiento.
— Es por la vista al Ministerio de hoy, ¿cierto? — preguntó, sabiendo de antemano la respuesta.
— ¿Y si las cosas no salen bien? ¿Qué tal si me expulsan de Hogwarts?
— Eso no pasará, Harry — le dijo Kate virando ligeramente los ojos.
— Pero, ¿y si pasa?
— No va a pasar, Harry — continuó Kate —. Ya te lo dije, solamente tienes que confiar en Dumbledore.
El ceño de Harry se frunció a la vez que soltaba una risita burlona.
— Si, claro, Dumbledore — dijo en un tono cargado de sarcasmo —. En todo el tiempo que llevamos aquí, no he visto a Dumbledore ni una sola vez.
