La vida de Kate no ha sido sencilla ya que, durante toda su vida ha sido ignorada y despreciada por su familia.
Especialmente por su madre, quien creía que estaba recibiendo alguna especie de castigo divino al tener a una niña que era la viva image...
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Kate no había visto a Harry así de enfadado desde hace mucho tiempo.
Había pasado el resto del día maldiciendo a Vernon Dursley, y escribiéndole cartas a Sirius contándole su descontento.
Kate había intentado calmarlo múltiples veces, pero Harry no la había escuchado y había continuado escribiendo y escribiendo cartas con diligencia.
El ambiente dentro de la casa tampoco era mejor. Los Dursley se encontraban completamente tensos debido a la inminente llegada de los Weasley. Pero Kate intentaba no pensar en ello.
La pelirroja, luego de meditarlo mejor, había decidido que tal vez sería mejor hacer lo que Vernon decía, o de lo contrario, Vernon tampoco permitiría a Harry ir a los Mundiales. Y Kate sabía lo emocionado que se encontraba el chico por ello.
De todas forma, ni siquiera me gusta el quidditch Pensaba la niña para animarse.
Cuando la hora en la que los Weasley llegarían por Harry estaba acercándose, el ambiente comenzó a volverse más tenso.
Kate, Harry, junto con los señores Dursley, esperaban sentados en la mesa de la cocina a los invitados. Vernon miraba cada cuantos segundo el reloj en su muñeca mientras soltaba fuertes suspiros cargados de irritación.
— ¡Llegan tarde! — gruñó Vernon mirando a Harry.
— Ya lo sé — le respondió Harry, frunciéndole el ceño.
— No tienen consideración — decía Petunia —. Podríamos haber tenido un compromiso.
— Tal vez creen que llegando tarde los invitaremos a cenar — rezongó Vernon —. Ni soñando. Solo recogerán al mocoso y se irán.
Kate vio que Harry abrió la boca para decir algo, pero un estruendoso sonido proveniente de la sala de estar lo hizo detenerse. Fue tal el estruendo, que Kate pudo sentir claramente como el piso y las paredes se sacudieron.
