La vida de Kate no ha sido sencilla ya que, durante toda su vida ha sido ignorada y despreciada por su familia.
Especialmente por su madre, quien creía que estaba recibiendo alguna especie de castigo divino al tener a una niña que era la viva image...
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Las personas en los pasillos retrocedían en cuanto veían pasar a su lado a la joven pelirroja que en aquellos momentos caminaba completamente furiosa.
Y su ira solo aumentó más cuando vio frente a ella al motivo de esta. Draco Malfoy, se encontraba de pie en el patio de torre del reloj, acompañado por sus fieles guardaespaldas, Vincent Crabbe y Gregory Goyle.
Sin pensarlo ni un momento, la joven comenzó a acercarse al lugar en el que se encontraba el rubio.
— Oye, Malfoy — lo llamó la chica.
El joven giró la cabeza y la miró.
— Dursley, pero que sorpresa — dijo —. ¿Se te perdió algo?
La pelirroja caminó unos pasos más para finalmente detenerse frente al rubio.
— ¿Qué demonios quieres ahora? — le preguntó la chica con el ceño fruncido.
Malfoy arqueó las cejas.
— ¿De qué me hablas? — preguntó el joven, muy confundido.
Kate frunció aún más el ceño, y después se acercó a un chico de la casa Hufflepuff que tenía entre sus manos una copia de El Profeta y se la arrancó de las manos para mostrársela al rubio.
— Te hablo sobre ese estúpido artículo — respondió ella —. ¿Qué rayos significa eso de que todos odiamos a Hagrid? ¿Y qué es esa mentira de mierda acerca de qué a ese baboso — señaló a Crabbe con un gesto — lo mordió un gusarajo? ¡Ni siquiera tienen dientes, imbécil!
Crabbe se rio por lo bajo, aparentemente, completamente satisfecho de sí mismo. Malfoy por su parte, mantenía una expresión inescrutable en el rostro.
— No tengo por qué responderte — dijo con dureza —. Pero me alegro mucho de haberlo hecho. Por fin voy a poder poner fin a la carrera de ese docente zoquete. Un semigigante. Hay que ver la clase de gente con la que te mezclas, Dursley.
