La vida de Kate no ha sido sencilla ya que, durante toda su vida ha sido ignorada y despreciada por su familia.
Especialmente por su madre, quien creía que estaba recibiendo alguna especie de castigo divino al tener a una niña que era la viva image...
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Nadie se movió ni emitió ruido alguno durante algunos segundos.
Nadie aplaudía, y un zumbido que sonaba como el de las abejas enfurecidas comenzaba a llenar el Gran Comedor.
Kate no podía dar crédito. Debía estar soñando, o tal vez no escuchó bien.
Kate notó como muchos alumnos comenzaban a levantarse de sus asientos para poder ver mejor a Harry, quien aún se mantenía sentado en la mesa de Gryffindor, completamente pálido y con los ojos bien abiertos. Parecía estar tan confundido y paralizado como ella.
Esto tenía que ser un sueño, una pesadilla más bien. Harry no podía participar en algo tan peligroso como el Torneo de los tres magos. Tenía que haber una forma de salir de esto.
Luego de unos segundos, el profesor Dumbledore volvio a erguirse.
— ¡Harry Potter! — lo llamó —. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!
Kate miró a Harry quien parecía encontrarse tan fuera de sí que ni siquiera pareció escuchar a Dumbledore hablarle. No fue hasta que Hermione le dio un empujón que el muchacho se puso de pie y caminó a paso lento hacia la mesa de profesores.
Kate se puso de pie para seguirlo, quería quedarse a su lado y darle seguridad. Sin embargo, cuando se disponía a caminar, alguien la tomó de la mano obligándola a frenarse.
Kate giró la cabeza con el ceño fruncido y vio a Malfoy, quien aún se encontraba sosteniendo su mano con la fuerza suficiente para detenerla, pero sin mirarla.
— No es una buena idea — le dijo.
Kate intentó apartar su mano, pero el agarre de Malfoy era firme e imposible de romperse. Kate dejó de pelear y luego se giró a ver de nuevo hacia la mesa de profesores a la cual Harry acababa de llegar.
— Bueno... cruza la puerta, Harry — le dijo Dumbledore, sin expresión alguna en el rostro.
Kate vio como Harry pasaba por la mesa de profesores y se perdía por la puerta por la que los demás campeones acababan de hacerlo. Inmediatamente después, un murmullo general sacudió al Gran Comedor. Todas las velas se encendieron por arte de magia y los alumnos comenzaron a levantarse de sus asientos para poder hablar acerca de lo que acababa de ocurrir.
