- ¿Cómo te fue en casa de tus suegros? ¿Les agradaste?
- No, Geo. - bufé al recordar la cena tan incómoda que había tenido. Miré a Tom mientras jugaba villar con Gustav entretenido, ajeno a la conversación. Alejé el plato vacío de las papas fritas que me compró Tom para mi diciendome que se dió cuenta que no me gustaba el sushi y que también porque tenía que comer para no desmayarme luego. - Se han comportado de una manera tan fea.
- Yo solo les vi una vez y créeme que te compadezco. No quisiera estar en tu lugar.
- No me importa. - le di el primer sorbo a mi jugo de limón. - Lo mejor aquí es que Tom me dió mi lugar y con eso basta.
- Se nota que te ama mucho y que haría cualquier cosa por ti. - le sonreí sintiendo mis mejillas arder. Estaba seguro que Tom haría cualquier cosa por mi al igual yo que lo haría por él, nunca me había enamorado tanto de una persona de esta forma.
- Cambiando de tema, Geo... esta mañana mi madre se puso rara cuando escuchó el apellido de Tom, ¿por qué crees que sea?
- Tom es un Kaulitz, Bill.
- Ajá, ¿y qué?
- ¡Pues que es el hijo del político más importante de Alemania! - gritó en un susurro. Yo seguía sin entender que había de malo en eso.
- Sí. Ya lo sé, ¿y qué tiene? - volví a preguntar cruzandome de brazos y poniendo todo mi peso en la silla que estaba sentado.
- Pues que tal vez tu mami sepa lo que hizo su padre para llegar al lugar donde está.
- ¿Y qué hizo? - ambos nos acercamos para hablar lo suficiente bajo y que nadie nos oyera.
- ¿En serio no lo sabes? - negué con la cabeza. Georg en varias ocasiones le ponía mucho misterio cuando iba a contar algo haciendome creer que era interesante y cuando me lo cuenta no resulta ser tan malo como parece. - Bueno... yo tampoco lo sé.
- Agh. - estalló en carcajadas ante mi reacción, volví a mi posición de antes cruzandome de brazos mientras veía a amigo reir. - No lo puedo creer....
- ¡Dios! ¡Hubieras visto tu cara! - seguía riendo sin control, sus ojos se llenaron de lagrimas y se las limpió con una servilleta. - Ya, me calmo.
- Me caes mal. - rodeé los ojos y suspiré fuerte.
- La verdad no hizo nada, ya sabes que esos tipos mantienen su vida al margen de la prensa... pero si tu mamá se puso así es por algo, Bill.
- Ayer me lo iba a decir pero mi padre no se lo permitió.
- Calma Bill, ya te lo dirá a su debido tiempo y mientras llega ese tiempo disfruta sin pensar en eso, ¿sí? - asentí cerrando los ojos, sentí los brazos de Geo rodear mi cuerpo para darme un abrazo de oso. Luego sus labios tibios en mi boca y me escandalicé, le iba a gritar de todo un poco pero el perfume que traía era diferente, olía más a hombre. Abrí los ojos; él seguía sentado frente a mi con una sonrisa mientras Gustav le hacía mimos en medio de besos.
- Billie, soy yo. No te asustes. - se burló mi novio antes de besarme la frente y sentarse junto a mi.
- Casi me rompes. - le di un codazo suave en el abdomen haciendolo reir un poco más fuerte. Acercó su silla más a mi y puso sus manos en mis piernas mirandome a los ojos.
- No te he pedido disculpas por el comportamiento de mis padres contigo. - mi corazón se apretujó. Le sonreí tranquilo para que no se preocupara y le di un beso suave en la mejilla.
- Tú no tienes la culpa, ¿sí?
- Billie, ellos siempre quieren que yo cumpla su voluntad y me has dado la fuerza suficiente para negarme a ello.
- Es cierto. - habló Gustav sacandonos de nuestra bolita romántica. - Tom siempre ha cumplido cada uno de los caprichos de sus padres.
- Gustav lo sabe mejor que nadie en el mundo.
- Aunque uno de sus caprichos salió mejor de lo que esperaba porque te conoció a ti Bill. - sonrió de lado ante lo que dijo su amigo, parecía estar orgulloso de ello. No pude evitar besarle la boca con dulzura.
- ¡Eh, Gustav! ¡Tú locura igual hizo que salieras de tu caparazón, tortuga! - los tres nos reimos al ver el rostro del rubio volverse rojo, rojo, rojo. Georg le besó la mejilla sin dejar de reir.
- Cállate Tom. - su amigo le regañó volviendo a su color normal.
- Es la verdad, Gustav siempre me sigue las locuras y le gusta, ¿o no?
- Oh, sí. Recuerdo la primera vez que nos expulsaron a ambos nada más porque le cerramos la puerta a la maestra en sus dos horas clases.
- Es cierto. También cuando nos suspendieron a los dos por llevar tiñer y encenderlo en el salón.
- ¿Tiñer? ¿Para qué? - preguntó Geo interesado en el tema.
- Era tiempo de limpieza ya para culminar el año escolar, mi asiento estaba manchado porque Tom. - hizo énfasis en su nombre. - Me dibujó algunos penes en la mesita. La vaina esa no salía ni con alcohol a si que se me ocurrió llevar tiñer y funcionó de lo lindo sacando todo a la perfección, dejó el asiento como si fuera nuevo... recuerdo que salí a votar lo que usé en los basureros de afuera y luego a todos mis compañeros correr con agua al salón gritando que se incendiaba. Corrí para ver lo que sucedía y mi asiento estaba en llamas, el causante estaba sentado en el asiento del maestro mirando como si nada hubiera pasado y agh...
- ¡Perdóname Gustav! - mi novio se soltó riendose escandalosamente junto con Georg.
- ¡Lo más descarado fue que cuando llamaron a la directora, Tom aceptó abiertamente que fue él quien lo hizo!
- Mierda. - me reí yo también mirando a mi novio, quien me acarició la mejilla y luego me guiñó un ojo.
- En nuestra última escuela antes del partido de baloncesto, Gustav le escondió su uniforme a Milo, un jugador del equipo contrario... ¡Nadie sabe como lo hizo o por qué razón lo hizo! Pero al iniciar el partido el tipo corrió en pelotas en medio de la cancha para golpear a Gustav.
- ¿Y cómo se enteró que era Gustav quién le escondió el uniforme?
- Es que no me di cuenta que una de las porristas me ha estado mirando.
- Que tonto eres Gustavo. - se burló su novio dandole un golpe suave en la cabeza.
Que lindo ha sido compartir una noche entre amigos.
