El beso se tornó desesperado, nuestras respiraciones estaban aceleradas y ambos estabamos ahogandonos en la boca del contrario. Me agarró de las caderas, me sentó en la camilla y se abrió paso entre mis piernas. Acariciaba mi espalda con suma delizadeza y con cada caricia sentía mi piel erizarse, nos vimos obligados a separarnos de no aguantar tanta presión. Relamí mis labios mientras miraba los suyos, estaban de un rojo carmesí y mojados. Volvió a acercarse a mis labios y atraparlos con los suyos. Sentí su mano deslizarse bajo la tela del short adentrandose para tocar mi pene duro y gemí.
- Perdóname si te hice sentir incómodo con mi actitud hacia Doménica. - susurró en mis labios, incliné mi cabeza hacia atrás dandole más acceso a mi cuerpo. Dandole el control sobre mí. Su lengua recorría la piel de mi cuello desesperada. Acaricié sus rastas y tiré de ellas acercandole más a mi.
Se disculpó.
Pero yo no le he perdonado.
Le di un leve empujón separandole de mi, separando sus labios de mi cuello mojado, separando su mano de mi intimidad, dejandome un sentimiento de frío en todo el cuerpo. Me miraba en silencio esperando a que le dijera o hiciera algo.
Solo me levanté de la camilla, tomé mis cosas, jalé su mano y salimos de la enfermería en dirección al estacionamiento.
Miré a la morena junto a mi hermana darse un beso en los labios y despedirse con una sonrisa.
- Hola Sam. - le saludé dandole un abrazo y me apartó con una sonrisa.
- Primero descarga la pistola y luego saludame. - miró a mi entrepierna, aún tenía un bulto que esperaba ser atendido por su dueño. Mi rostro se tinteo de rojo y el calor recorrió mi cuerpo, mi hermana estalló en carcajadas. Vi de reojo a Tom subirse en el auto y encenderlo. - ¡Espera Kaulitz! ¡No nos dejes! - gritó antes de subirse al auto a los asientos de atrás, bajó la ventana y sacó medio cuerpo. - ¡No te quedes parado ahí, maricón! - ahora era Tom quién reía a carcajadas junto a Sam. Me subí al auto en el lugar de siempre y cuando nos ibamos a ir...
- ¡Tom! - la rubia corrió con velocidad hasta alcanzar el auto. - ¿Me llevas a mi casa? Mi padre no pudo venir a recogerme y no sé exactamente donde agarrar un taxi. - miré a Tom con una mueca de disgusto esperando a que la rechazara y arrancara de una buena vez.
- No puedo. - se rascó la nuca riendo nervioso. - Tengo planes y llego tarde.
- Tommy, será rápido.
- Ya te dijo que no, entiende. - le dijo Sam desde los asientos de atrás.
- Estoy hablando con Tom, ¡no con su perro faldero! - arquee una ceja sin dejar de mirar a Tom. Sam estaba sulfurandose.
- Tom vámonos ya, ¿o quieres ver como le acomodan la nariz a tu amiga?
- No puedo hacerle eso. - abrió los seguros del auto. - Ve atrás con Sam, no quiero que le haga nada.
- ¡Ah Tom, eres un amor! - abrió la puerta de mi lado, me bajé y me subí junto a Sam y la rubia en mi anterior asiento. El auto arrancó, estaba más molesto que antes.
Al parecer esos dos siempre tenían de que hablar.
- No lo puedo creer, Bill. - negó con la cabeza y me encogí en el asiento. - Estás decepcionandome.
- Ya...
- ¿Dónde se conocieron?
Su funeral estaba en la casa del vecino.
- Bueno los padres de Tom y los míos se conocen desde hace tiempo. - comentó feliz. - Siempre han querido casarnos pero aún estamos jovenes para eso... quizás en el futuro. - la vi poner su mano encima de la de Tom, la misma que alejó disimuladamente colocandola en el volante.
- Oh, ya. Que... ¿bien?
- Sí. - regresó a ver a Sam. - ¿Por qué la pregunta? ¿Te interesa mi futuro marido?
Sam y yo nos miramos a la misma vez, estallamos en carcajadas ganándonos una mirada divertida por parte de Tom y una confundida por parte de Doménica.
- ¿Qué es lo gracioso? - se cruzó de brazos.
- Dome. - habló Tom llamando su atención. - Bill es mi pareja.
- Primero que nada, ¿cuál de las dos es Bill? - apuntó a Sam. - Ella me da una vibra de ser Bill, por como habla. Tiene pinta de grupera.
Era atrevida, hablaba sin pelos en la lengua y eso le gustaba a mi lado salvaje. Le gustaba tanto como para darle una buena paliza.
Esta vez fue Tom quien carcajeó estacionando el auto fuera de su casa, no era tan grande como para ser de sociedad.
- No, es la gótica que está detrás de ti.
- Carajo Tom, hubieras empezado por ahí. Esa si me da miedo. - se bajó del auto como un alma que lleva el diablo y corrió hasta adentrarse a su casa.
El auto volvió a andar.
- Mierda. Si no fuera tan odiosa hace rato ya la hubiera tenido en mi cama. - la miré con desagrado y me reí.
- Que gustos tan... exóticos, Samanta.
- Lo mismo pensé de tí cuando me enteré que babeabas por las rastas del chofer.
- ¿Babeabas por donde? - entendí el doble sentido a sus palabras. Llegamos a mi casa, entré luego de despedirme de mi novio con besos por todas partes. La razón era porque no podía estar molesto tanto tiempo con él.
Almorcé con muchas ganas el platillo que preparó Sam y corrí hasta mi habitación. El móvil sonó en mi bolsa y lo atendí mientras me desnudaba.
- Bill. - su voz sonaba diferente, un poco más gruesa.
- Erik, ¿qué pasó?
- ¿Nos podemos ver?
- No creo que pueda, a Tom no le gusta que...
- Quiero verte. - interrumpió.
- Pero yo no quiero que me veas, Erik. - me mordí la uña del dedo para liberar tension, a veces era muy necio. La última vez que nos vimos después de unos días de la cena volvió a besarme y con todo el dolor del mundo tuve que romperle la nariz como me había enseñado Sam.
- Por favor.
- Erik.
- Estoy afuera de tu casa. - y colgó.
Mierda.
¿Tan difícil era entender la palabra "no" en toda su extensión?
Suspiré con pesadez, me coloqué un jean sencillo, una camisa de color blanco, mis zapatillas de baño y bajé para atenderlo de una vez.