Después de la escena tan vergonzosa con gato, lo saqué de la habitación casi arrastras antes de cometer una locura que tenga una consecuencia no tan agradable... decidí abrir la última carta de Bill.
Para Tom:
Viernes-
Te quiero y no veo la hora en que estés junto a mí, para entregarte este gran amor, esta pasión y este cariño enorme, que solo siento por ti.
No quiero besar mil labios, quiero besar tus labios de mil maneras...
Decírtelo frente a frente no me atrevo, pero con besos te contaré algún día, todo lo que te quiero.
Eres eso que me gusta y que tanto anhelo, mi sueño, mis ansias locas, mi secreto deseo.
Me gustas tanto, que me dan ganas de escogerte a diario...- Billie.
Al fin.
Al fin iba a volver a ver a Bill y tenerlo entre mis brazos, besarle de una forma tan intensa hasta que le duelan los labios y al día siguiente se le inflamen de tanto comermelos.
Junto a Gustav estabamos recogiendo nuestras cosas cosas y meterlas en la maleta para subirlas al mismo bus que ahora nos llevaría de vuelta haciendo una escala en el club para divertirnos un momento antes de volver a la rutina.
Pero a mi me gustaba mi rutina si Bill estaba en ella.
Salimos de la habitación y subimos al auto bus guardando las maletas en el cajón del mismo, tenía el móvil de vuelta pero no quería llamarle, solo quería caerle de sorpresa y ver su carita alegre al verme entrar por la puerta de su casa o donde quiera que esté en el momento que llegue. Gustav tenía que ayudarme como la primera excusa de pedirle que me de clases cuando realmente si había entendido la materia.
Su plan funcionó de lo lindo.
Llevaba días planeando con Gustav un evento formal solo para nosotros dos con la intención de pedirle nuevamente que sea mi novio con todas las de la ley. No quería que Bill recordara la fecha de nuestro noviazgo el día de cumpleaños de Charlotte, se me revolvía el estómago de solo pensarlo.
Todo estaba listo y me lo llevaría mañana mismo.
- Ya hablé con Geo y dice que Bill está bien.
- Mentira, lo conozco bien y probablemente ahora esté odiandome por no haberlo llamado.
- Supongo que sí. - sonrió tranquilo. - Pero se llevará una gran sorpresa mañana.
- Eso es lo bueno...
- No le dije nada de la hora a la que volveríamos porque también quiero caerle de sorpresa.
- Mas te vale... ¿te dijo algo más?
- Sí. Me dijo que Bill estaba quedandose en su casa desde que nos fuimos, que no te preocupes y que está comiendo bien.
- ¿Sabes por qué está quedandose ahí?
- Geo no me dijo nada, pero tranquilo... son amigos y debe ser normal entre ellos.
- Sí pero... ¿tres días? - Gustav se encogió de hombros y se sentó a mi lado bajandose la gorra dispuesto a dormir hasta llegar a nuestra primera parada.
Yo seguía pensando en Bill y en las posibles razones para que no haya ido a su casa desde la última vez que le vi.
Cerré los ojos, las ganas me carcomían por dentro pero tenía que aguantarme un rato más.Volví a imaginar el momento de cuando llegara.
Encontrarmelo en malas fachas, con el rostro somniolento, tal vez con su pijama de una minnie mouse azul, sin ningún rastro de maquillaje, su cabello alborotado y el aroma tan agradable que tenía cuando sudaba.
Ya me estaba excitando.
Apreté el oso de peluche que decidí llevarmelo en mis brazos, su olor no se iba. Le di un beso al oso teniendo en mi cabeza el rostro de Bill.
- Ya llegamos. - el conductor se detuvo en un el club "Sur oeste", nos bajamos uno por uno adentrandonos al lugar. Desde ya sentía que era un lugar de mala muerte.
Mis compañeros se dividieron: unos para tomar, otros dejándose llevar por las prostitutas que habían ahí y los mas juiciosos durmiendo en el autobus sin saber nada del otro mundo.
Mi mejor amigo y yo nos bajamos con el único objetivo de comprar comida y volver al autobus a hechar una siesta para no sentir las horas pasar a paso de tortuga.
- ¿Qué van a querer? - preguntó la mesera de bonito traje y escote llamativo, me dí cuenta que no dejaba de mirar a Gustav mientras mascaba chicle de forma coqueta.
- Algo que sea de comer.
- Pues yo. - se ofreció acomodandose la blusa que resaltaba sus enormes pechos. Si fuera el de antes no hubiera perdido tiempo y me la llevaba al monte para hacer cosas, perdí ese gusto al verle el pecho plano a Bill.
A ese hombre todo le queda bien.
- Mi amigo se refiere a algo de comida masticable. - me acerqué a la chica lo suficiente para que me oyera.
- Ah, bueno. - miró la cartilla que estaba a un lado. - Por el momento solo tenemos arroz chino del bueno, ¿vas a querer?
- Sí, dame dos.
- Bien, son treinta y en efectivo. - ambos sacamos nuestras respectivas billeteras para dar quince cada uno. Volvimos a guardarlas en el bolsillo y nos sentamos a esperar.
- ¿Qué pediremos para tomar?
- Una gaseosa, ¿qué más va a ser?
- Una cerveza. - lo miré con picardía y sonreí. La mujer de grandes tetas se perdió caminando a la cocina y al volver trajo dos platos gigantes del arroz chino, nos colocó a cada uno y luego los cubiertos.
- Provecho.
- Mejor hubieramos pedido uno para los dos.
- ¿Estás loco? Yo si pienso acabarme todo esto.
- La mayoría de las personas nunca terminan de comer, sería un record que tú te lo acabaras.
- Ah, ¿me estás retando?
- Gustav. - le hablé obteniendo su atención. - Si de verdad te acabas todo eso te daré ochenta grandes, ¿qué dices?
- Bien, sé un buen amigo e invitame la bebida.
- Traenos dos cervezas personales, por favor. - le pedí a la chica, se agachó y sacó dos enlatadas que tenían pinta de ser caseras.
Las cervezas caseras te ponen más borracho porque tienen más alcohol del que debería tener.
- Te recomiendo que la bebida te la tomes al final para que no vomites, Gustav.
- No tengo problema. - empezó a comer a la par conmigo, yo no estaba concursando a si que lo haría con tranquilidad.