- Bill, hijo. - la voz de mi madre me hizo abrir los ojos, lentamente me senté en el espaldar de la cama desperezandome. - Vamos a desayunar.
- ¿Dónde está Tom? - miré el espacio vacío de mi lado. Tom se había quedado a pasar la noche conmigo, ambos subimos a mi habitación tratando de ver una de las películas que compró pero nos dormimos.
- Estamos esperándote para desayunar, solo faltas tú.
- ¡Oh! ¡eso quiere decir que Tom está aquí! - me levanté con entusiasmo de la cama, vi a mi madre sonreir y corrí a la mesa del comedor.
Estaba ahí hablando animadamente con Sam y mi padre, no me lo podía creer. Su rostro se veía aún somniolento, sus rastas bien recogidas en una coleta y su bandana puesta. Me quedé mirandole con una sonrisa de idiota sin darme cuenta que me estaban observandome con una sonrisa burlona. Tom se levantó de su asiento y caminó hasta mi para abrazarme.
- Buenos días, Billie.
- Hola Tom, ¿cómo estás?
- Es la segunda vez que lo veo babear por ti, Tommy.
Mi novio se rió luego de plantar un beso en mi mejilla.
- Sam también babea por mi novio, ¿pueden creerlo? - la mirada de mis padres y la de mi novio fue burlona, hicieron poner a Sam rojita de la vergüenza y no pude evitar reirme.
- No es cierto. - susurró mirando a la mesa, con la mirada perdida.
- Oh, si que lo es.
- Bueno, es normal. Es Tom Kaulitz. - habló mi padre con una expresión tan natural. Mi madre regresó con el desayuno para todos en una bandeja de charol, la sentó en la mesa de forma lenta.
- ¿Ka-Kaulitz? - mi madre palideció, su rostro se volvió sudoroso, sus pupilas se hicieron grandes. Pareció ver al mismo lucifer con solo mencionar el apellido de mi enamorado.
- Mamá, ¿qué te pasa? - pregunté mirandola asustado.
- ¿Quiere que llame a un médico? - preguntó Tom preocupado por mi madre.
- No Tom, estoy bien. Gracias. - le dijo tratando de no sonar dura y acomodandose en la silla. ¿Qué le pasaba ahora?
Todo el mundo estaba en silencio, nadie habló o bromeó mientras desayunabamos. Mi madre seguía con una actitud bastante rara y nos daba miradas rápidas a ambos. Su comportamiento empezaba a molestarme y Tom pareció notarlo. Apretó mi mano para calmarme pero solo logró que mi madre se pusiera más pálida y más asustada que nunca. Más incómodo por la situación jalé la mano de Tom y salimos fuera de la casa, ni siquiera terminó de comer.
- Tienes que irte.
- Pero no he terminado de comer, Billie.
- No importa. - jalé su mano hasta estar en frente de la puerta del chofer. Saqué la llave de su bolsillo y abrí el auto obligandolo a entrar. - Nos veremos a la hora que quedamos.
- ¿Y dónde está mi besito? - me reí y me incliné para darle un corto beso en los labios antes de cerrar la puerta.
- Te amo. Ve con cuidado. - asintió y puso a andar el auto. Entré a mi casa dispuesto a pelearle a mi madre por su comportamiento tan grosero al oír el apellído de mi novio. De un momento a otro pareció odiarlo y no lo puedo permitir.
No cuando las cosas están marchando mejor que nunca.
Suspiré y caminé a la cocina, mi madre se encontraba lavando los platos tan tranquila.
- Mamá. - le hablé, pegó un brinco y uno de los platos resbaló de su mano; cayó al suelo haciendose añicos. La miré con el ceño fruncido. - ¿Qué sucede, Simone? - pregunté acercandome a ella, la tensión en su cuerpo estaba a flor de piel.
- Bill yo...
- ¿Tú qué? - la tomé del hombro e hice que girara a mirarme, sus ojos estaban rojos de tanto llorar, su nariz estaba hinchada.
- Es que...
- Bill no molestes a tu madre por favor. - mi padre apareció de la nada, acercandose a mi mamá y darle un abrazo.
- No le molesto, solo estoy esperando una maldita explicación de su comportamiento al oír el apellido de mi novio. Es todo.
- Su apellido me...
- No digas nada, Simone. - interrumpió Gordon haciendo que mi madre lo mire y llore más.
- Madre mía. - rodé los ojos. - ¿Tan difícil le es explicarme eso?
- Vete a tu habitación, Bill. - Simone me habló de una forma tan dura.
- Pero...
- Bill has lo que tu madre te pide y sin resongar, ¿está bien?
- Mierda. - me dí la vuelta y subí a mi habitación, Gordon me gritó un "Cuidado con esa boca" que me hizo gritarle más fuerte esa mala palabra. - ¡Mierda Gordon! ¡EME I E ERE DE A! ¡Mierda! - y azoté la puerta de mi habitación.
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- Tienes que estar tranquilito, ¿sí? - asentí lentamente. Tom había ido todo el camino de mi casa a la suya tratando de tranquilizarme y animarme para no salir corriendo cuando tenga a sus padres en frente de mí. Ahora que estaba a punto de bajar los nervios aumentaron mucho más. Tom solo sonrió y me dió un beso suave. - ¿Listo para entrar?
- No Tom, - lo miré suplicante. - Un ratito más.
- Billie.
- Tom, por favor.
- Créeme que yo igual estoy nervioso, pero estar contigo hace que mis nervios los reemplaces por felicidad.
- Te adoro, Tom - sonreí sin ocultar la emoción. Bajamos del auto y ambos nos recargamos en él.
Estabamos inseguros.
- Como sabía que estarías nervioso te compré algo. - sacó de su bolsillo un bombón rojo, le quitó la envoltura. Lo paseó por sus labios antes de metermelo a la boca. - Esto es solo para que te calmes un poco.
- Sabe muy rico. - sonreí. Me saqué el bombon de la boca y suspiré.
- ¿Ahora sí?
- No...
- Mientras más rápido entremos mejor, Billie amorcito. - rodeó mi cintura con sus manos y undió su rostro en el puente de mi cuello. - Mierda, hueles tan rico. - acaricié su espalda ancha, pegué mi cabeza a la suya con una sonrisa. - Pero prefiero tu olor cuando estás sudado montandome y...
- Chicos. - nos llamó la nana saliendo a la puerta de garage. Me puse rojo por la vergüenza. Quizás escuchó lo que Tom estaba diciendome. - Los estamos esperando.
- Ah, sí. Ya vamos. - comenzamos a caminar. Le di un abrazo a la nana y entramos todos tres directo a la mesa del comedor donde conocería un poco más a los padres de Tom.