Todos chillamos al ver a Tom meter la canasta. Los piratas nuevamente prometieron darnos la victoria y pues la cumplieron con un total de 82 canastas. El partido con los Trash estuvo algo complicado porque todo el tiempo hacían faltas, agredían a nuestro equipo o sacaban la pelota e iniciaban nuevamente.
Me encontraba junto a Georg y Charlotte quién se había disculpado antes de iniciar el partido conmigo y con Tom dirigiendo a las señoritas protocolo para que no se queden sentadas y animemos a nuestro equipo local con las barras. Ahora iban a nombrar a Tom como el nuevo capitán del equipo. Junto con Georg nos acercamos con las medallas hasta estar en frente del equipo.
- Buenas tardes a todos los estudiantes de nuestra escuela "Arrayanes", es un honor estar aquí y compartir con ustedes la victoria de nuestro equipo local. - los abucheos de emoción de los estudiantes no tardaron en aparecer. - Hoy nombraremos al nuevo capitán del equipo porque se lo merece... Gracias a él, nuestra institución a llegado a las finales como debe ser. Un aplauso para Tom.
Todos aplaudimos. Yo no podía estar más feliz por mi novio.
Miré a Julián acercarse a paso lento hasta estar frente a Tom, le dijo unas cuantas palabras antes de darle la medalla junto con un abrazo.
El director agarró las medallas y se las colocó a cada uno, eran medallas de oro en forma de una pelota de baloncesto muy elegantes, al terminar gritó:
- ¡Arriba los piratas!
- ¡Arriba! - chillamos todos para luego aplaudir. Caminé hasta mi novio con una sonrisa, que felicidad compartir todo esto con él. Coloqué mis manos en sus hombros y el me rodeó la cintura con las suyas para darme un beso en la boca.
- Felicidades novio. - le dije con una sonrisa de oreja a oreja.
- Cual felicidades. - se acercó a mi oido para susurrarme. - Esta noche voy a romper mi record en la cama contigo.
- Ay... - terminó alejandose mordiendo el lóbulo de mi oreja delicadamente y se rió.
- ¡Hey Tom! - le llamó Julián acercandose a nosotros. - En la tarde iremos a campamento, es una costumbre del equipo cada que nombran a un nuevo capitán y debes estar presente.
- Pero tengo planes...
- Anda. - lo animé, me miró con los ojos entrecerrados. - ¿Cuantos días son? - pregunté esquivando su mirada.
- Tres.
- ¿¡Tres días!? Me tienen que estar mamando las bolas, Julián.
- Pues no, solo lleva ropa para esos días y ven a la escuela a las cinco. Es todo pagado.
- Mierda, que difícil. Ya no quiero ser capitán. - bromeó haciendonos reir a ambos. - Estaré aquí, lo prometo.
- Perfecto. Adiós chicos.
- Adiós. - lo miramos perderse entre la multitud de estudiantes, Tom me dió una nalgada fuerte que me hizo temblar de dolor en la zona golpeada.
Que manos tan duras.
- ¿¡Eso por qué fue!?
- ¡Porque estaré sin tí tres días y tengo que llevarme algo de tí y tú de mí! Además estoy triste porque no pudimos romper record.
- Para la próxima será.
- La próxima voy a dejarte sin caminar por un buen tiempo, es más... me vas a rogar que pare.
- Ajá.
- ¡En serio! - entrelazó su mano con la mía y salimos de las canchas hacia los vestidores. - Es mentira, jamás te haría daño princesa.
- No me llames princesa, Tom. Soy un macho.
- Pero no de pecho peludo, a si que eres una princesa, mi princesa.
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- Gustav te voy a extrañar demasiado. - le dió un abrazo a su novio al borde del llanto. Habíamos quedado con Georg en ir a comprarles un detalle a nuestras parejas para que se acordaran de nosotros. Geo le compró a su novio un winnie pooh con algunas gomitas dulces y yo le compré a Tom una gorra, una camisa grande de las que suele usar, un osito pequeño café y le escribí una carta para que cada día la lea y no se olvide de mi.
- Geo mi vida, prometo que cuando vuelva no voy a separarme de ti, ¿está bien? - mi mejor amigo asintió como un niño pequeño para luego darle un beso.
Yo seguía esperando a Tom, que aún no llegaba. Empezaba a preocuparme si siempre era puntual, todo ese sentimiento se fue al verlo bajar de su ferrari que conducía Ana. Mi rostro se iluminó cuando se puso frente a mi y me abrazó.
- No sabía que estarías aquí para despedirme. - se separó de mi y me miró a los ojos.
- Toma. - le extendí la funda de regalo. - Abrelo cuando llegues, por favor.
- Bill...
- Por favor.
- Está bien, lo prometo. - asentí con una sonrisa, estaba a punto de llorar yo también porque odiaba las despedidas más que a nada en el mundo.
- ¡Ya vamonos! - les gritó el chofer subiendose al autobus y encenderlo.
- Te amo. - me dijo de la manera más pura y sincera antes de besarme. Le correspondí de inmediato, sentía que tenía que esperar una eternidad para volver a probar de ellos.
- Te amo más, Tom.
- No. Yo te amo mucho más, princesa. - susurró en mis labios y me reí. Me dió un último beso y corrió al autobus para subirse, lo vi abrir una ventana y darme un beso volado. Se lo devolví de la misma forma y el auto arrancó perdiendose en las calles de la ciudad.
- No llores, Geo.
- No lloro, tú estás llorando.
- No estoy llorando.
- Claro que sí estás llorando.
Nos miramos a los ojos y ambos nos soltamos en lagrimas abrazandonos fuerte.
- Quiero a mi Gustav de vuelta.
- No, yo quiero a Tom de vuelta.
- Ay, no. - hablamos al mismo tiempo y lloramos más.
- Hey. - vimos llegar a Doménica agitada, sudorosa y con el cabello despeinado. - ¿Dónde están?
- Ya se fueron.
- ¿Llegué tarde?
- Demasiado tarde.
- Nou. - nos abrazamos los tres y lloramos pegando nuestras cabezas. Que escena tan dramática la que estabamos haciendo pero así era el extrañar a la persona que amas.
Estos tres días sin Tom alegrandome con sus besos, abrazos y locuras no iban a ser lo mismo.
Después de llorar acompañamos a Doménica a su casa, porque ya era tarde y no podía ir sola a altas horas de la noche. Luego me fui a casa de Georg para no tener que ir a la mía por una simple razón.
Simone.
Si iba estaba seguro que me iba a comportar de una forma grotesca y no quería faltarle el respeto a nadie.