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- ¡Buenos días de Dios! - hablé haciendo a un lado las cortinas de la habitación iluminando el rostro de Gustav quien se cubrió la cara totalmente con las colchas. - ¡Es hora de darse un baño!

- Vete al diablo, Tom. - murmuró con mala gana.

- Nadie te mandó a hacerte el guapo con las copas.

- ¿Sabes que es lo peor de todo?

- ¿Qué? - lo vi removerse entre las cobijas y sentarse con una mueca, sabía el terrible dolor de cabeza que estaba sufriendo.

- Que yo mismo hice la mezcla para tomar.

- Ah, no me digas.

- No tiendo como tu no estas mal si no rechazabas los shots que te daba.

- No hay nada mejor que darse un baño y ponerse las cosas que me regalo mi novio.

La verdad era que cada que me daban un trago, hacía como que me lo tomaba y luego lo escupía disimuladamente, por eso no me afectó tanto como los demás.

- Ya veo... - me miró de pies a cabeza. - Esa gorra está bonita.

- Ojo con eso, Gustav. Si llega a desaparecer me voy a agarrar contigo a si no la hayas robado. - amenacé lanzandole una de mis almohadas, la atrapó antes de que cayera en su rostro.

- Que genio.

- Ya levantate, Gustav, todos estamos listos y solo tú sigues en cama. - me acerqué para quitarle todos los trapos que tenía sobre su cuerpo para dejarlos caer al suelo. Agarré su pie descalzo y lo jalé, se resistía poniendo sus manos en la cabizera de la cama quejandose; no me quedó mas remedio que sentarme sobre él y hacerle cosquillas para que aflojara.

- ¡No Tom! - gritó en medio de risas, no pensaba detenerme hasta que afloje su agarre en la cama.

- ¡Si Tom! - imité su voz de forma aguda.

- ¡NO!

- ¡SI!

- ¡AGH! - un sonido me hizo detener y callar a ambos, soltó su agarre de la cama y se dejó caer cansado. - Joder Tom, me has hecho hechar un gas.

Lo miré en silencio y luego me heché a reir escandolosamente y no porque se haya hechado un gas, si no por la forma en la que lo dijo.

Tan fresco.

- Ya no te rías. - se levantó de la cama, yo no le respondí. Estaba ahogandome de la risa, lo vi entrar al baño cerrando de un portazo.

- ¡Gustav no te enojes!

- ¡Silencio!

- ¡Gustaaaaaav!

- ¡Basta cachitos! - y me callé. Odiaba que me digan cachitos por el simple hecho de que ese era el sobrenombre que me puso mi madre de pequeño. La última vez que me lo dijo fue cuando tenía doce años en el programa de navidad de la escuela.

Flashback

- ¡Mamá! - me alegré mucho de ver a mis padres por primera vez en el evento tan importante para todos los niños en ese entonces. - Estoy muy feliz que esten aquí.

- Hola campeón. - mi padre me dió un abrazo emocionado y luego extendió la grande funda de regalo. En ese entonces mi madre era la presidenta del consejo estudiantil y tenía que dar unas palabras.

- Buenos días queridos padres de familia, la navidad es una época muy importante para nuestros niños y es un tiempo de pasar en familia juntos, compartir buenos momentos y recuerdos con toda la familia. Los niños crecen y luego dejan de creer en estas fechas y ahí es donde nos damos cuenta de lo mucho que ya crecieron. - se acercó a mí para abrazarme melosamente. - Por eso estamos presentes en esa navidad cachitos...

Ese fue el inicio de todo, luego de las vacaciones regresé y todos se burlaban de mi llamandome de esa forma, lo peor de todo es que pensaban que me llamaban así por ser raro y era más por las rastas.

- Estás muy callado, Tom. - ahora era el quien se reía a carcajadas por mi silencio.

- Jodete Gustav.

- ¡Lo siento!

Después de un largo rato de escuchar reir a Gustav y bañarse, por fin nos dirigimos al desayuno. Nos sentamos en la mesa con el grupo de amigos de Julián,  entre uno de ellos había un tipo que llamaba mi atención por su forma tan rara.

Casi no reía y la mayoría pasaba con cara de pocos amigos.

El gato le decían.

Tenía los ojos casi color gris, su cabello medio afro pero no era moreno. Jugaba bien, en la cancha actuaba como todo un hombre y luego se portaba como un afeminado.

Me recordaba a Billie.

La única vez que hablé con él, me había bañado en alcohol antiséptico diciendome que para hablarle tenía que estar siempre desinfectado porque los micróbios de la pelota se me han pegado y que el sudor era algo asqueroso a sus ojos.

Me contó incluso que suele bañarse alrededor de cinco veces al día cada que se sentía sudoroso.

Ahora usaba unos guantes desechables para poder comer.

- Bill se va a poner celoso si se entera que estás mirando al gato de esa forma.

Caí en cuenta que estabamos manteniendo contacto visual y que todos los de la mesa estaban mirando con una sonrisa de sorpresa.

- Que cosas dices Rubén, Tom solo tiene ojos para el pelinegro, ¿o que no?

- Es cierto. - afirmé moviendo la cabeza.

- He visto como se comen con la mirada.

- Quien fuera Tom, joder.

- ¿Por qué? - pregunté interesado.

- Tantas veces que intenté acercarme a Bill y nunca lo logré. - levanté las cejas con sorpresa.

- Verdad. - la señora de la cocina empezó a repartir el desayuno, era papas cocidas, con una tostada, café en leche y zumo de naranja.

Me sentía como en una cárcel.

- A si que Tom, no eres el único que ha babeado por las carnes de Bill, a diferencia que tú si lograste enamorarlo.

- A si que cuentanos Tom, ¿qué te vió Bill, eh?

- No lo sé. - hablé con una sonrisa, nunca se lo había preguntado y será la primera cosa que le preguntaría al llegar.

- Las rastas le vió. - Gustav se burló causando que le diera un golpe en el hombro.

- Oye si lo creo.

- Voy a ver si me hago rastas también para bajarte el novio, Tom.

A todos les causó gracia.

Menos a mí.

Puse una cara de pocos amigos, no me gustó su comentario porque me imaginé a mi Billie dejandome solo y triste mientras el era feliz con alguien más.

𝑰𝒕'𝒔 𝑩𝒊𝒍𝒍𝒊𝒆 𝑩𝒊𝒕𝒄𝒉 2 <𝑻𝑶𝑳𝑳>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora