Me las ingenié de lo lindo para salir con Tom y Erik al mismo tiempo, da la casualidad que Tom me llevaría al mismo lugar con una hora de diferencia, eso quería decir que tenía el tiempo suficiente para hablar con Erik, reir, comer y esperar a mi enamorado.
- Eres muy divertido, espero salir la próxima vez contigo. - me sacó de mis pensamientos, estaba atento mirado a la puerta ya que si en caso de que Tom llegara el mesero tenía que distraerlo ya que por eso le pagué.
- Sí Erik, pero que la próxima salida ya sea de seis.
- ¿De seis? - me miró confundido y le regalé una sonrisa rápida antes de volver a ver la puerta.
- Sí. Los doble G, Tom, Sandy, tú y yo.
- ¿Sandy? - asentí pausadamente.
- ¿Qué pasa con Sandy en todo esto? No entiendo.
- Le gustas.
- Pero ella era lesbiana...
- Que haya hecho un cuarteto con las chicas no significa que le gusten las empanadas de por vida, Erik.
No era mentira que a Sandy le gustaba Erik: por como lo miraba, le sonreía y también por la forma especial con un toque de delicadeza en su voz cada que el morocho estaba con nosotros.
- A mi no me gusta Sandy, me gustas tú.
- Pero yo tengo mi novio... y lo amo. - miré el reloj del móvil, este marcaba las nueve y cincuenta <solo tenía diez minutos para despedirme de Erik> - Cómo sea Erik ya es tarde y Tom está por llegar.
- El gusto dura poco. - caminamos tomados de la mano hasta la salida, su auto estaba listo para que lo abordara y de una vez se fuera, estaba más atento a la llegada de Tom que a cualquier otra cosa. Tomó mi barbilla obligandome a mantener contacto visual, su rostro se acercaba lentamente al mío y no hice nada para apartarme de él; me quedé plantado como un árbol sintiendo los labios de mi contrario moverse lento sobre los míos. El carraspeo de una persona lo obligó a separarse y ambos volteamos a ver al dueño de tal carraspeo, quería que la tierra me trague y me escupa en cualquier otro lugar que no sea este restaurante.
Tom.
- Nos vemos, Bill. - comenzó a bajar las escaleras hasta dirigirse a su auto.
- Nos vemos Kaulitz.
- Propio. - le respondió Tom sin dejar de mirarme a los ojos, ingresó el primero al restaurante y luego entré yo. Nos sentamos en la mesa junto a la que me había sentado anteriormente con Erik. De nada sirvió todo lo que hice si de todas maneras nos encontró.
- ¿No vas a hablarme? - formulé mi pregunta pausadamente, coloqué mi mano sobre la suya que estaba en la mesa y la apartó en seguida.
- Uh.- ¿Qué quieres que te diga? - apoyó el codo en la mesa de cristal, su barbilla la colocó en su mano haciéndose el interesante.
- ¿Quieres que te diga lo que pensé al ver a mi novio dejándose besar por alguien que también babea por él?
- Sí. - el mesero se acercó hasta nuestra mesa con una cuba de hielos y la botella de champagne que dejó en el espacio vacío de hierro de forma circular. Colocó las dos copas y como entrada nos sirvió pera roceada con miel. - Al menos eso.
- Pienso que debí romperle la cara, pero luego recuerdo que soy una persona civilizada que sabe comportarse en lugares adecuados y se me pasa. - lo vi coger los cubiertos para dedicarse a comer la fruta en silencio, quería echarme a reir para romper el hielo pero por como iba la cosa me dediqué a imitar su acción de la misma forma: en silencio.
Careless Whisper de George Michael comenzó a tocar la banda en vivo, Tom sabía que a mi me gustaban ese tipo de cosas y no pude evitar sonreir sin mostrar los dientes. Había terminado de comer su fruta y me miraba atento, se levantó de su asiento y me extendió su mano para bailar. La tomé y nos dirigimos a la pista. Ambas manos se colaron en mi cintura y las mias en sus hombros moviendonos al ritmo de la canción.
Las personas nos miraban a ambos, me encantaba que Tom no perdiera su estilo para ocasiones formales como habíamos quedado hoy. Por mi parte había decidido usar un vestido de seda simple color verde al igual que la camisa y gorra de Tom, la cuál saqué mientras bailabamos porque me parecía una falta de respeto que la usara en un lugar que ni el sol nos llegaba. La acomodé perfectamente en mi mano, acaricié sus rastas, relamí mis labios mojandolos con mi saliva y le di un beso suave en los labios, el no se mosqueó y lo entendía. Recosté mi cabeza en su hombro y suspiré.
Maldije por lo bajo cuando la banda dejó de tocar y Tom se separó de mi para caminar a la mesa, vi como llamaba al mesero antes de sentarse y este se acercó corriendo a abrir la botella que se encontraba aún en el hielo. Caminé molesto a la mesa y me senté cruzado de brazos, era mi culpa y estaba consciente de ello. El mesero sirvió una cantidad considerable en la copa de cada uno, dejó la botella en su lugar y se fue lentamente. Lo vi tomar la copa de un solo trago y servirse otra.
- Tom. - lo llamé obteniendo su atención, gruñió como respuesta y hablé. - Lo siento, ¿sí?
- No lo sientes.
- ¿Es en serio?
- Sí. - afirmó, le di un golpe en el brazo y me levanté dispuesto a ir al baño, al entrar hice una maniobra espectacular para sacarme el pene y orinar con tranquilidad. El tipo que estaba a mi lado me miraba sin disimulo y cerré los ojos, sentí alivio cuando descargué todo, bajé la palanca y el agua se limpió los restos de orina.
- Vaya...
- ¿Qué?
- No sabía que las damas también pueden orinar de pie.
- No soy una dama. - agarré mi bulto con la mano y lo apreté. - También tengo una polla así de grande como la tuya, maricón.
- ¡Exclamó la princesa! - Tom se soltó entre risas desde el marco de la puerta del baño, el sujeto sin entender lo que pasaba salió casi cayéndose del mismo.
Mi enamorado sin dejar de burlarse tomó mi mano y nos adentramos al último cubículo del baño, yo estaba tratando de mantenerme serio.
- Seré rápido. - susurró en mi oido.
Oh, oh, oh.
Vamos a coger en el baño del restaurante, por dios.