Capítulo N° 6

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Nora se encontraba sentada en la ventana de esa pequeña casa con un cigarrillo en los labios y una bolsa de hielo en el ojo, le dolía bastante. Dejó ir el humo de su cigarrillo mientras observaba el cielo nublado de la mañana. Quería tomar mate pero sabía que Marcela no tenía los elementos en la casa porque no le gustaba, así que dejó ir un suspiro.

—¿Te sigue doliendo?

Giró para ver a su novia apoyada en la entrada de la cocina, con su largo cabello rojo intenso que caía sobre un hombro, y su bello y esbelto cuerpo desnudo. Los piercings de sus pezones se lucían allí, al igual que los tatuajes de serpientes que recorrían largos tramos de su piel.

—Uhm, buenos días —ronroneó Nora al hacer un paneo completo de su cuerpo—. Qué hermosa manera de empezar la mañana.

Marcela se rió con ánimo y se acercó a ella para poder abrazarla de atrás. Reposó con cuidado su mentón en el hombro de Nora, y le dio un tierno beso en la mejilla.

—El lunes te paso a buscar a la escuela, yo me encargo de esa conchuda —dijo Marce y depositó otro beso en su cuello—. Total abandoné, no pueden hacerme nada.

—Deberías volver a estudiar, te faltaba solo un año.

—Tengo que trabajar, vivir sola tiene sus defectos —susurró y con sus manos acarició los grandes senos de Nora—. Podrías venir a vivir conmigo, no tendrías que soportar a esa hija de puta que tenés como madre, ni mover un solo dedo. Yo puedo mantenerte.

—No quiero que me mantengan, quiero ir al conservatorio y estudiar música —suspiró Nora y apagó su cigarrillo en un cenicero, para luego girar y tomar de la cintura a Marcela—. Tal vez yo me reciba, trabaje y te mantenga a vos. ¿Eh?

Fundió sus labios en los de ella para saborearla, mientras recorría con sus manos la suavidad de su piel. Bajó, de forma insinuante, una mano por el abdomen de Marcela y con una sonrisa pícara se aventuró más allá, hasta que ella apretó sus dedos a la espalda de Nora con un suspiro placentero.

Entre besos fue guiándola hacia la habitación, donde se dedicó a saborear su cuerpo entero y complacer a su novia. Se permitió disfrutar de esos gemidos dulces y los pequeños espasmos que hacía ante las oleadas de placer, por cada movimiento de su lengua o sus dedos curvados, específicamente para estimular su punto G.

—Nora —suspiró Marce, jadeante, cuando ella se recostó a su lado con una sonrisa orgullosa—, dejá esa escuela horrible, a tu vieja pudriéndose sola y vení a vivir conmigo.

Nora dejó ir un suspiro mientras jugueteaba con un dedo en uno de esos piercings. Le dio un beso en los labios para luego dedicarle una sonrisa.

—Quiero un café, ¿te preparo uno?

Marcela se sentó al instante con el seño fruncido.

—Nora, me estás esquivando.

—No voy a dejar la escuela. En unos meses termino el polimodal y entro al conservatorio —resopló Nora y se recostó boca arriba—. Ya te lo dije, quiero estudiar música.

—¿Para qué, ser profesora en una escuela?

—Porque es lo que quiero hacer, y si quiero ser profesora no te importa —siseó Nora con fastidio—. ¿Por qué a todos les molesta? Todos aman oír música pero odian que uno se dedique a eso, no tiene sentido.

—¿Quiénes son «todos»? —gruñó con molestia.

Nora rodó los ojos y se sentó para comenzar a vestirse.

—Ya vas a empezar... —masculló.

—No me respondiste, ¿quiénes son todos? ¿Por qué lo que diga otra persona importa más que lo que digo yo?

Como el cristal [ Muñequita #0 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora