Capítulo N° 10

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Algunos ruidos en el exterior lo despertaron, apenas abrió los ojos se sintió perdido, especialmente cuando vio la mano de Nora sobre su ingle. Tuvo pequeños recuerdos fugaces de todo lo que había pasado, y entonces sintió su corazón latir tan rápido que creyó que atravesaría su pecho. Estaba mareado y su respiración era igual de acelerada y entrecortada que sus pálpitos.

Creyó que podría morir en ese mismo instante.

—No, no, no, por favor —susurró Guille y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Nora se movió dormida y lo aferró más, acariciándole suavemente la entrepierna.

Guille respiró hondo varias veces intentando tranquilizarse, pero no podía controlar esas lágrimas que caían por sus mejillas o la angustia que lo laceraba en la garganta.

—Por favor —rogó en un susurro.

Todo le daba vueltas mientras Nora, dormida, continuaba con su mano sobre la ingle. Guille sintió el deseo de vomitar pero resistió el impulso, sin embargo la carpa parecía danzar ante él y aplastarlo.

Hizo a un lado la mano de Nora con cuidado y se sentó para poder agarrarse la cabeza. Se sujetó el cabello mientras lloraba por lo bajo para no despertarla.

—Así no voy a poder estar con ella —sollozó—, así no...

Se hizo un ovillo, abrazándose las piernas con su nariz escondida entre las rodillas. Trató de respirar despacio y de a pequeñas bocanadas, y luego se puso un pantalón para sentirse menos desnudo, después su remera, y entonces comenzó a rascarse las muñecas con nervios.

Se recostó boca arriba y colocó sus manos sobre su pecho. Podía oír sus propios latidos del corazón, eran tan fuertes que tuvo que cubrirse las orejas. Entonces la miró ahí dormida a su lado, con su rostro feliz y lleno de paz, con una sonrisa satisfecha y llena de alegría, y sintió su mundo destrozarse aún más.

—Te amo, Nori —le susurró, con las lágrimas que se negaban a dejar de caer—, te amo tanto, tanto, con toda mi alma y mi ser, te amo tanto que duele y...

Se cubrió la boca para no hacer tanto ruido y no despertarla, pues estaba llorando con mucha fuerza hasta el punto en que sus ojos ardían.

—Tengo miedo, tengo tanto miedo. Si sigo así voy a perderte, y preferiría morir a perderte, Nori, no podría vivir sin vos en mi vida. Te amo, te amo, mi vida, mi corazón, pero no puedo... así no puedo, no quiero perderte, no podría perderte y seguir. Prefiero... prefiero ser tu amigo por siempre a perderte.

Volvió a cubrirse la boca e intentó continuar con su respiración, porque esa había sido la mejor noche en su vida, pero también otros recuerdos lo atacaban y torturaban, y eso le impedía disfrutar de su felicidad.

Guille volvió a dormirse en algún punto de la noche, aún sollozando, y no se despertó sino hasta la mañana al sentir las caricias que Nora le hacía en el pecho. Volvió a sentir su corazón latir a gran velocidad, no sabía si por miedo a los recuerdos o por miedo a enfrentarla.

—Ah, Nori, buen día —dijo sin siquiera pensar y apretó los labios aún dándole la espalda.

—Uhm, buen día, Gui —dijo ella y depositó un beso en su espalda.

Eso le produjo un escalofrío que atravesó su espina dorsal y lo obligó a sentarse de golpe, pero no la miró en ningún momento.

Fingió desperezarse mientras pensaba qué hacer, qué decir, porque no podría decirle nunca qué le pasaba, no podía decirle el miedo que tenía a fallarle, a no servirle. El miedo a que comenzaran a salir y se separaran por no poder complacerla, pues Guille sabía que el sexo era parte importante en la vida de Nora, al punto de haber hecho una canción sobre la masturbación. Y para él no era así, para él a veces podía ser una alegría como lo fue en la noche, pero otras podía ser una tortura.

Como el cristal [ Muñequita #0 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora