Capítulo N° 3

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Había sonado el timbre del recreo, ya era la segunda semana de clases y Guille poco a poco recuperaba el ritmo de estudio que había perdido durante las vacaciones. Luego de acomodar sus útiles salió del salón para buscar a Nora, quien cursaba en el salón al final del pasillo, pues ambos iban a distintas modalidades. Sin embargo no la vio salir como el resto de sus compañeros.

—Disculpame —le dijo Guille a una compañera de Nora—, ¿sabés si Velázquez ya salió?

—No, se sentía mal así que se quedó adentro.

Guille suponía por qué se sentía mal, por ello apretó en su mano el tupper con galletas caseras y caminó, dando un profundo suspiro, hacia el final del pasillo. Al asomarse por la puerta la vio recostada sobre sus brazos en el pupitre, con el rostro escondido.

—Nori, traje galletas, ¿tenés hambre? —le dijo con suavidad al acercarse a ella.

Nora alzó la mirada para verlo con una sonrisa, se la veía algo más pálida y cansada.

—Gracias, Gui —le dijo con esa sonrisa y estiró la mano para recibir el tupper.

Guille la observó comer con una necesidad que lo obligó a apretar los labios con tristeza y preocupación.

—¿Hace cuánto no comés, Nori? Te dije que cuando pase de nuevo me avises y yo te llevo, sabés que mi tía no tiene problema.

—Subí un kilo más así que la vieja conchuda no me da comida, estoy viviendo a mate desde el martes —dejó ir un bostezo y mordisqueó esa galleta—. Tengo tanta hambre que me comería tu brazo.

—Y yo te daría mi brazo con todo el amor del mundo, con tal de que comas algo.

Nora sonrió y apoyó su mano en la mejilla de Guille.

—Sos el mejor amigo del mundo, Gui.

—Lo sé, no cualquiera te daría su brazo —dijo con una risita y le extendió más galletas—. A la noche voy a saltar la medianera para llevarte la cena, ¿está bien? Y mañana vamos a salir más temprano de casa así desayunás en el camino, no quiero que te desmayes por culpa de que tu madre es una hijueputa.

Guille solo comió una de las galletas y dejó que su amiga se comiera todas las demás, porque él cumplía con todas las comidas al día, mientras que la madre de Nora la encerraba sin comer. Ese pensamiento lo hizo apretar la mandíbula, todos en el barrio sabían el tipo de vida que llevaba Nora en esa casa, y sin embargo nadie hacía nada al respecto.

Cuando sonó la campana nuevamente, Guille debió irse a su salón pero le dio un beso en la frente a su amiga, con cariño.

Concentrarse en la clase fue demasiado difícil para él, pensaba qué podría hacer para ayudarla, además de llevarle comida de contrabando. Pensó que, tal vez, si le diera comida saludable que no la haga aumentar de peso entonces su madre no la encerraría sin comer.

Para el segundo timbre de recreo bajó al buffet para comprar un café y un sándwich para llevarle, porque Nora nuevamente se había quedado en su salón debido al mareo y cansancio que sentía.

A la salida de la escuela, ya al mediodía, él le compró un sándwich de milanesa que vendían en la tienda frente a la secundaria, junto con un jugo. Nora lo devoró con tanta urgencia que Guille sintió aún más asco por su madre.

—La próxima te invito yo algo de comer, ¿sí? —dijo ella mientras caminaban en dirección a sus hogares—. No te preocupes tanto, estoy bien.

—¿Cómo no me voy a preocupar? No comés hace dos días.

—Pensé salir a correr, así puedo comer en paz y mantener el peso, para que la vieja de mierda me deje tranquila —escupió Nora con fastidio—. No sé por qué no se fija en su propio cuerpo y me deja en paz.

Como el cristal [ Muñequita #0 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora