Habían tenido la primera cita con la obstetra, que hizo un cálculo de fecha probable de parto. Sin embargo debían hacer una ecografía para estar más seguros de esto, aunque era claro que el bebé nacería en septiembre.
Leo ya había sacado fecha para el civil, aunque no se casarían por iglesia. Eso ya sería demasiado para ambos, en especial para él que era católico.
Nora seguía con náuseas, y aunque sus moretones estaban mejorando, aún llevaba el yeso. Estaba allí tomando una limonada mientras que Leo tomaba mate solo, pues hacían planes juntos.
—Lo mejor va a ser matar tres pájaros de un tiro —dijo Leo—. Voy a invitar a Moni, Cuca y Majo para darles la noticia. A Caro se lo voy a decir por teléfono para evitar recibir un cachetazo.
—Está bien, yo llamé a mi hermano —dijo Nora con un suspiro—. Sigue enojado pero logré que se tranquilice un poco. Quiere hablar con vos, pero tienen que estar tranquilos los dos.
—Hay que apurarnos, primero tu hermano, después mis amigos, y por último le doy la noticia a mis viejos.
Nora asintió. En una agenda anotaron las fechas importantes, desde el casamiento por civil hasta el posible nacimiento del bebé. Y organizaron también hablar con sus seres queridos para el fin de semana. Por eso el viernes iría Nacho a cenar, el sábado Leo llamaría por teléfono a Caro en la tarde, y a la noche irían Majo, Cuca y Moni. El domingo, para almorzar con ellos, irían a ver a los padres de Leo. No había suficiente tiempo, pues solo eran quince días más hasta el casamiento, y debían reparar pronto la casa antes de que se venciera el contrato de alquiler.
El viernes por la noche Nora trató de vestirse bonito, con ayuda de Leo porque por su yeso le costaba un poco. Él también lo hizo, se puso una camisa prolija, un jean bonito y se peinó muy bien con un rodete, para no parecer «un vago sin futuro». Y por pedido de ella, Leo había preparado carne al horno con ensalada de lechuga y tomate, a sabiendas de que eso le gustaba a su hermano.
Cuando el timbre sonó, Nora se puso tensa, porque tenía miedo de que Nacho golpeara a Leo, y de que este se viera obligado a defenderse. Sin embargo, cuando Leo abrió la puerta la primera en ingresar fue Romina, la novia de su hermano.
—Un gusto, soy Romi —le dijo a Leo y le dio un beso en la mejilla—. No se preocupen por Nachito, hice que tome un poco de clona para que esté más tranquilo.
—Era eso o ir preso —gruñó Nacho al entrar, y miró con odio a Leo, a quien le extendió la mano—. El que le arruinó la vida a mi hermana.
—El que la dejó sola en ese infierno —respondió Leo pero aceptó la mano.
Romina hablaba con Nora, le hacía caricias en el rostro porque aún tenía zonas con moretones amarillos, y otros amarronados.
—¿Qué te pasó, te caíste? —preguntó Nacho al verla.
Como Nora vio que la mirada de Leo cambiaba, llena de ira, tomó la palabra.
—Mamá me molió a golpes, me rompió el brazo y me fisuró el hombro con, literalmente, el bajo que me regalaste, luego me echó de la casa —dijo con el rostro serio y señaló a Leo con su dedo índice—. Él me llevó al hospital, y desde entonces vivo acá.
Nacho se acercó a ella para acunar su rostro con las manos, y entonces la abrazó.
—No lo sabía —susurró al aferrarla—. ¿Por qué hizo eso? No tenés la culpa de que ese tipo no se pusiera un puto preservativo.
—En realidad sí, prácticamente lo obligué a apurarse —respondió ella con la barbilla en alto.
—Tu madre la golpeaba todo el tiempo, ¿cómo puede ser que no lo supieras? Ni siquiera le daba de comer —dijo Leo con molestia.
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Como el cristal [ Muñequita #0 ]
Художественная прозаPor miedo a perder a su mejor amiga, Guille se lanzó hacia la mujer que terminaría por romper todo lo que él es, pero salir de una relación violenta puede ser muy difícil...