Volumen 2: Peones, cómplices y aliados Acto 3

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Al escuchar esas palabras la joven palideció, «¿Acaso me reconoció?» pensó fervientemente mientras Frieda extiende una de sus manos a su dirección...

Al ver la palma de la mano de la mujer a la mente de Erse regresan los recuerdos de aquella noche...

Aun y ahora la presencia de esa mujer era muy superior a la suya, casi como si el esfuerzo de los últimos 10 años hubiese desaparecido y la joven regresase a ser solo una niña indefensa.

Incapaz de pensar racionalmente la joven retrocede con pavor ante el tenue gesto de la mujer, quien únicamente estaba extendiendo su mano para alcanzar una botella de jabón para el cabello.

Erse no podía creer lo que había hecho, en cosa de un instante todos sus esfuerzos de los últimos años se deslizaron entre sus dedos, Aun tras todo lo que ha vivido y los horrores que ha contemplado, su temor más grande aún era esa mujer.

—Oh, ¿Cuánto tiempo llevas ahí?, quiero decir, kya¿aa? —Señala Frieda quien recientemente había notado la presencia de Erse —Espera, esa es la reacción cuando un hombre me ve desnuda, pero ella es mujer...

Erse no podía entender lo que estaba viendo, de un momento a otro la mujer empezó a hablar sola mientras cubría su pecho en un forzado intento de vergüenza.

—Bueno estoy bastante segura de que es mujer..., no creo que sea de mala educación preguntárselo... —Espeta confundiendo todavía a más a la joven —Disculpa tu...

Antes de poder terminar su pregunta, Frieda empieza a notar las orejas y pétalos alrededor de la cabeza de la joven, notando inmediatamente que pertenecía a la raza de las dríadas.

—Ya veo, creo que no era necesario hacer la pregunta —Aclama la mujer regresando a su lugar.

Nuevamente Frieda le había dado la espalda a Erse y además de eso tuvo el descaro de sentarse junto a ella como si no le importase en lo absoluto su presencia.

Por más que la joven lo pensase no podía evitar sentir que tras todos estos años nada había cambiado entre ellas dos y que probablemente nada iba a cambiar sin importar cuanto tiempo pasase.

—Oye... —Espeta Frieda —Tu eres la esclava que mi hermano compro hace tiempo ¿no?, te molestaría frotarme la espalda, prometo devolverte el favor...

—Por supuesto, no tengo ningún problema en ayudarle...

Erse respondió por instinto, aun pese a estar aterrada; esta tomo un profundo respiro y procedió a acercarse, «tal vez así el miedo se disipe un poco», o por lo menos eso pensó.

Con una esponja de baño entre sus manos, la joven procedió a acercarse...

Por un momento esta pensó que la espalda de la mujer estaría llena de heridas a causa de un sinnúmero de batallas libradas, pero para su sorpresa no era así y por el contrario su espalda era delgada y carente de musculatura, con piel tersa y brillante como la de una mujer ordinaria.

La joven procedió a acercarse, notando un aroma bastante desagradable el cual provenía del cabello de la mujer, evidenciando que esta no había tomado un baño serio en bastante tiempo.

—Voy a empezar...

Con esas palabras Erse procedió a restregar la esponja contra la piel de la mujer, pero apenas entrar en contacto con esta su expresión cambio totalmente.

La piel en la espalda de Frieda era demasiado densa, similar al cuero de un toro adulto, incluso si la joven tratase de apuñalarla es más probable que el cuchillo pierda su filo a hacerle un rasguño.

Ya sea si fuese por un defecto genético o a causa de un entrenamiento especial, algo como esto no debería ser posible en un cuerpo humano y de ser así, entonces significaría que la mujer consume mucha energía tan solo con moverse.

El presagio de las flores (Hana no Zenchō)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora