Volumen 3: Fuera de cuadro Acto 2

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La naturaleza codiciosa de los elfos a quienes se les entrega el mundo entero en bandeja de oro solo por nacer, va en contra de todo lo que le joven Milfiore Cree, y en la esencia que la nobleza y aristocracia deberían mostrar.

No obstante, aunque es fácil culpar a los Elfos, una gran parte de la culpa también recae en los humanos del país del sol quienes no paran de mimar a estos seres arrogantes.

—Oye de verdad no quieres pertenecerme, juro que te tratare bien te llenare de mas riquezas de las que podrías imaginarte —Espeta Lataya bajo la influencia del alcohol pegando su pecho con el del joven.

—Oye, deja de tratar de robarte a mi invitado, es de mala educación —exclama Feral, alejando a la elfa del joven.

—Y que vas a saber tú de Educación...

Conforme las horas pasan los elfos poco a poco se ponen cada vez más borrachos y su actitud más errática hasta que finalmente los galones de alcohol que se habían traído para la celebración terminaron.

Alrededor del jardín los 5 elfos habían caído abatidos por las excesivas cantidades de alcohol que habían consumido, en este punto cualquiera pensaría que seria el fin de la noche, pero tras el paso de unos minutos, estos volverían a levantarse.

—Parece que esta vez nos supimos controlar mejor —Espeta Feral con un tono más tranquilo.

—Consumimos 40 galones entre 5 personas, pero no siento que hubiésemos consumido 8 cada uno, probablemente nos vendieron menos de lo que prometieron o alguien bebió de más, deberé hablar seriamente con los cocineros de la planta 32 —exclama Runder con un tono de voz más tranquilo.

—NO es necesario, creo que yo fui quien bebió de más —Espeta Lataya.

—Yo tampoco estoy exento de culpas —secunda Xerath.

En el instante en que el alcohol se acabo el cuerpo de los Elfos no tardo en destilarlo todo y sacarlo de sus sistemas, por lo que actualmente estos se encontraban totalmente sobrios.

—Bueno, ya que nos divertimos porque no nos cuentas porque trajiste a este muchacho contigo, Merlín... —Espeta Feral.

—Incluso si es tu nuevo protegido, los humanos no pueden simplemente entrar a este palacio —Señala Lataya.

—Comprendo perfectamente mis acciones sus excelencias, aun así, debía traer a este muchacho ante ustedes —Clama él anciano —puede que nuestra nación ese por enfrentarse a una amenaza sin precedentes.

—¿Una amenaza?

De su abrigo Merlín extrae un pergamino, en el cual se registraban todos los descubrimientos hechos en el desierto desde que el joven Milfiore le informo a Merlín sobre la existencia de los demonios, información que los Elfos leyeron detenidamente.

—Como pueden ver por ustedes mismos, puede que en un año estos seres emerjan en un gran numero y ataquen a las dos naciones...—expone el anciano.

—Estoy viendo las cifras y es verdad, con la taza de degradación de los cadáveres hallados en el desierto es probable que así sea, no obstante, no tiene ninguna prueba de que su número sea grande —Señala Xerath.

—Además, de la naturaleza primitiva de estos seres, inclusos si llegan a emerger algunos cientos de ellos, no serían un problema a los diáconos y paladines de la nación.

—Pero no hablo de solo cientos, puede que incluso sean millones...

—Si no tiene una prueba contundente entonces...

—La tengo —Aclama el anciano —Este joven a mi lado, es un profeta que vino de otro mundo.

Al escuchar esas palabras el joven pudo notar la desesperación en la voz del anciano, desde un principio él tenía la intención de usar al joven para convencer a los elfos, una acción simplemente intolerable para Iván.

El presagio de las flores (Hana no Zenchō)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora