La ciudad rondaba de la manera más rutinaria posible, el aroma a gasolina y neumático quemado sobre la acera despertaba a cualquiera que se pasase por las calles transitadas y llenas de caos. Los peatones iban y corrían por todas partes; habitantes fumando marihuana y algunos otros sentados con tranquilidad mientras inhalaban directo de un dólar apoyado en la pantalla de sus móviles, aquel ambiente caótico, era completamente normal en Los Santos, incluso con la policía alborotada sin saber a qué alerta acudir.Los lugares pocos concurridos, se situaban en desorden y enemistades. El caso de los basureros, era así; algunos se agarraban entre golpes hasta conseguir tirar uno, se decidía un ganador o un posible deceso. Las jornadas laboradas eran cortas, igual que el sueldo y el trabajo era pesado, desagradable y es que nadie, estaría acostumbrado a recoger porquería de otros.
—¿Estás por acabar?
—Me quitó el uniforme y nos vamos.
Ambos compañeros sabían que existía maneras espontáneas de ganar más dinero ser policía y los oficios informales existían, pero ellos no estaban hechos para ellos, al menos no se lo habían planteado, hasta ahora. La tarde se había ido volando, Gustabo sabía que su paciencia en aquel basurero no dudaría demasiado y aunque su mejor amigo disfrutará su trabajo, estaba harto de ser solo eso, un basurero; después de retirar su uniforme, echo un vistazo a su alrededor, aunque era despreciable, realmente no cambiaba nada a su vida que siempre llevo, siempre fue así; estar rodeado de basura.
—Gustabo, un tío me ha dicho que asignaron nuevo superintendente, ¿Te das una idea?
Con el simplemente hecho de mencionarlo, claro que se hacía una idea. Lo miro un corto momento, encogiéndose de hombros, dejando que su amigo se diera la oportunidad de decirlo.
—Gustabo. . . Tienes que preguntar, así no cuela bien la noticia. En fin, asignaron a Conway.
La mención del nombre, rápidamente hizo que su estómago se retorciera, su mirada azulada viajo a las patrullas que transitaban por el lugar, saco un cigarrillo y lo coloco en sus labios, sacando un ziper para encenderlo y así calar fuertemente del humo para soltarlo en cuestión de segundos.
—¿Así? Que buena noticia, su culo estará más tachado que antes, le doy un mes.
—Nha, yo creo que el viejo tiene potencial, aunque ahora que es super, quizá la ciudad cambie bastante.
—Eso es seguro, el es así. Un ambicioso de mierda.
Su compañero lo miro con pena, se notaba aún que a pesar del tiempo, seguía existiendo bastante rencor por su parte, quiso animarlo y paso un brazo por encima de sus hombros, sacudiendolo un poco para que dicipara un poco su mente.
—He quedado con nuestros colegas, nos reuniremos en casa de Pablito, así que andando que tenemos que tomar el autobús al norte.
—Joder Horacio, que tenemos que conseguir un coche de mierda ya, no podemos seguir así.
—Lo sé, lo sé, ¿Tu sabes cuánto cuesta uno? Es mucha pasta tío, no podemos pagar algo así aún.
El rubio viro los ojos exasperado, acabo su cigarrillo y lo boto al suelo, deshaciendo el agarre de Horacio para comenzar su camino a la parada de autobuses, el camino como siempre era un jodido caos, si no eran los drogadictos y vendedores de droga los que se apoderaban de las aceras, las prostitutas hacían su maldito protagónico estorbando. Después de muchas quejas, subieron al primer autobús que los recogió y llevo a su destino, la parada de autobuses del norte estaba a 5 minutos de casa de su amigo, por lo que aún debían caminar un poco para llegar, durante el camino, visualizaron la casa y dos autos aparcados fuera de esta.
Gustabo soltó un suspiro.—Horacio, siempre pudiste llamar a Segismundo o a Trujillo para que nos trajeran, ¿Por qué no lo hiciste?
—Pero que sus coches son robados, ¿Y si nos detenían? De nosotros dos, tu eres quien menos quiere ir a comisaría.
—. . . Eso es verdad, ahí me has dado he.
Ambos rieron y avanzaron los últimos pasos para llegar, tocaron la puerta y de percataron de las voces escandalosas que provenían detrás de la casa, ambos se miraron confundidos y doblarona esquina del pórtico para adentrarse al jardín y notar a varios de sus colegas y otros desconocidos presenciando una pelea de gallos. Se acercaron para ver el alboroto y acercarse a alguien conocido.
—¿Qué está pasando? ¿Ahora estamos en México?
—Gustabo, que bueno que habéis venido, Pablito está hecho un puto loco, llamo a estos tipos y ahora míralos, han apostado y el gallo de Pablito va perdiendo, ¡Lo van a matar!
—Me cago en sus muertos, Gustabo hay que irnos, si arman un tiroteo aquí, vendrá la poli, Segismundo llevamos de vuela.
Antes de que pudieran huir, los gritos se maximizaron, miraron atentos y se acercaron, había un gallo vencedor y era el de su colega, los tres dejaron escapar un suspiro de alivio, intercambiaron algunas palabras y el dueño del hogar se acercó mientras tomaba al animal emplumado en sus brazos.
—Al fin llegaron, se perdieron de lo bueno. Aquellos eran unos compas de Nuevo México, siempre vienen acá o a otro lugar para armar este tipo de peleas, me han dejado buenos regalitos, ¿Quieren polvo de angel?
—Pero Pablito, cada vez te haces de más contactos, me gusta.—Respondió Gustabo, adelantándose para entrar a la pequeña casa.
Los demás conocidos entraron detrás de él, lo que resto de la tarde charlaron, bebieron sin poco control y Gustabo, el simplemente se había dedicado a probar la paga que Pablito había ganado, Horacio lo miro preocupado, cada vez que su amigo se dedicaba a meterse alguna sustancia, las cosas nunca se ponían del todo bien. Gustabo simplemente ignoro las miradas y dejo tres líneas en la mesa del centro, separando y cortando con ayuda de su DNI, dejando las líneas finas para que pudieran ser aspiradas en su mayor totalidad.
Enrollo un dólar, el único que traía consigo, colocando un extremo de una de las fosas nasales y el otro, en el inicio de la primera línea. Aún recordaba la primera vez que se drogo y todas aquellas veces que no pudo parar de hacerlo, todo había comenzado desde aquel día que vio por última vez a esa persona, desde entonces, nunca se habían vuelto a topar, toda su vida se había resumido en aquello, meterse cualquier sustancia que lo regresará a una felicidad ficticia, que el hambre y el cansancio que sentía, desapareciera unos minutos o incluso horas.
La energía había regresado, ahora el era el alma de esa reunión, el alcohol se iba acabando poco a poco, Horacio incluso había entrado en ambiente emborrachándose, era el comienzo de otro día perdido en sus sentidos. La noche se pasó rápido, para el siguiente día ya estaba conciente, adolorido y con la cabeza pulsando en montones, observo a su alrededor y todos dormían en dónde podían, algunos en el suelo y otros en los sofás del dueño de la casa, soltó una suave risa, se daría el lujo de no trabajar ese día, por lo que se volvió a tumbar en el sofá el cual se había convertido en su cama personal por esa ocasión, ya tendría tiempo de regresar a casa.
Remin.
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Amantes | Intenabo | FINALIZADA
Fanfiction-Las promesas se rompen, ¿A qué si? Gustabo y Conway se reencuentran después de años, sus vidas habían cambiado, una mejor que la otra, pero nunca el amor que alguna vez se tuvieron. Gustabo tendrá que soportar vivir con el traumático día de su bo...