Los años siempre eran los únicos que quedaban como testigos de todo lo que ocurría en la vida, conforme estos pasaron, habían heridas que habían logrado sanar por completo, se transformaron en cicatrices que perduraron allí como recuerdos de lo una vez fue su juventud, a veces perdía la cuenta, porque había estado solo en toda su vida, realmente no tenía mucho que hacer, simplemente reconocerse como un gran veterano y ver a las nuevas generaciones crecer conforme el sistema avanzaba.
Aunque Jack Conway nunca había hecho vida con nadie más después de perder al amor de su vida, había mejorado como persona, porque sabía que dónde quiera que estaba Gustabo, le cuidaría. Su cabello se había teñido de blancas canas, su rostro se había arrugado y aunque caminaba con pesar, eso nunca le impidió caminar por el cementerio hasta la lápida dónde descansaba su rubio, había dejado de visitarlo diario, no porque estuviera cansado, sino porque no quería fastidiar a Gustabo, pero esa fecha era importante, era el cumpleaños de su amado.
Se apoyo en un bastón para llegar hasta esa lápida, era la única que siempre permanecía limpia, podada de alrededor y con flores nuevas. Sonrió al llegar, se apoyo en su pierna derecha para poder arrodillarse, la cadera ya no era la misma, pero eso no le impidió no hacerlo.
—Buenas tardes cariño, me cago en mi puta madre, ya lleva sucio aquí, ¿No? Joder.
Paso sus manos arrugadas por la lápida, retirando algunas ramas y hojas secas de encima, soplo el polvo y luego tomo el ramo de flores que traía consigo para reemplazar las que habían allí, acomodo estás lo mejor que pudo y luego de un suspiro cansado, se sentó en el césped para recargar su adolorida espalda en la lápida, miro hacia el cielo por un momento y sonrió.
—Se que te prometí que nunca haría nada contra mi, pero es difícil, estoy viejo y cansado. Te extraño bastante, ¿Cuando será el día que me lleves contigo? Me aburro bastante en casa.
Desde que se había jubilado, su tiempo se había ido en descansar, ordenar su hogar, limpiar y admirar una foto de Gustabo que tenía en una repisa, leía los libros que nunca pudo terminar cuando era joven, desecho cosas que estorbaban y merecían irse para no molestarlo con recuerdos doloroso, a veces escuchaba música para intentar alegrar sus mañanas, pero a veces prestaba atención a las líneas y terminaba con un suspiro diciendo en medio de este: "Gustabo. . ."; era difícil, pero nunca fue imposible, había mantenido su promesa intacta, fue el Superintendente de la ciudad hasta que llegó su hora de retirarse, vio a más hombres caer, otros llegar y a algunos crecer, todo había seguido en marcha como siempre, solo había un detalle y era que seguía extrañando a su rubio.
Habían días en los que parecía un loco hablando solo, cuando se sentía demasiado intranquilo y nervioso, visitaba la lápida de Gustabo para hacerse compañía y contarle su día a día, los transeúntes que veían a un adorable anciano visitar y charlar con la lápida, siempre se sentían nostálgicos, era admirable como los años pasaban y el amor de ciertas personas perdurará fuerte sin acabarse aún después de la muerte.
—Feliz cumpleaños, Gustabo.
Conway soltó un suspiro y cerro los ojos por unos momentos para descansar, su cabeza dió vueltas por un momento, cuando volvió a abrir los ojos, miro a su alrededor extrañado, se puso de pie como pudo y comenzó a caminar inquieto hasta encontrar a un par de personas.
—¡Oigan! Por favor llevadme a comisaría.
—Claro señor, por favor tranquilícese, venga con nosotros.
Jack subió al auto, los sujetos lo miraron extrañados y preocupados, el pobre señor se notaba asustado; no tardaron demasiado en llegar al lugar destinado y Conway después de un "gracias" salió del auto rápidamente y subió las escaleras para dirigirse dentro de comisaría, era difícil, ya que no podía caminar muy bien y no entendía porque. Al estar dentro, algunos oficiales lo miraron y sonrieron amables para saludarle.
—Es bueno verlo señor.
—¡Quiero un puto operativo! ¡Muevan el culo!
Los agentes presentes se quedaron perplejos y se miraron entre si, uno de ellos llevo su diestra hacia su radio para comunicar. —Ah, comisario, ¿Me copia? Tenemos un problema.
—¡¿Por qué no hacéis caso?!
—Señor, por favor calme, organizaremos todo en seguida, pero primero acompañarme. —El agente se acercó para intentar llevarlo consigo.
Conway noto esa actitud y lo enfado aún más, intento empujar al joven. —¡No quiero ir contigo anormal! Quiero que os movais de una buena puta vez o los echo de mi puta comisaría.
Los agentes se miraron de nuevo, unos pasos detrás de ellos se escucharon y al mirar hacia atrás, notaron que el comisario había llegado, les indico que podían retirarse y llegó con Conway para tomarlo del hombro quien al ver una cara conocida, sintió un poco de calma. —Horacio, ¿Qué está sucediendo? Estos gilipollas no me hacen ni puto caso.
—Calmese primero, vamos a mi despacho, ¿Qué le parece eso?
—¡No! Debemos salir ya, Gustabo está en peligro.
Horacio soltó un suspiro, no era la primera vez que tenía que pasar por esa situación y siempre, terminaba siendo un desastre. —Conway, escuché. . . por favor tranquilícese y dígame si tiene sus pastillas en el bolsillo de su pantalón.
—¿Pero tú me estás vacilando, hijo de puta? Me voy a cagar en tus putos muertos como no me hagáis caso todos los incompetentes de esta comisaría.
Horacio negó y se acercó a Conway para forcejear con el y sacar de su bolsillo un bote de píldoras, le pidió a los alumnos que le ayudarán a sostenerlo mientras el intentaba hacer que tragara una de las píldoras, cuando por fin logro que la tragara, les ordenó que soltaran poco a poco. Conway sacudió su cabeza y aún mantenía su rostro asustado, miro hacia todos lados y bajo la mirada avergonzado, los agentes fueron amables en devolverle el bastón que llevaba consigo y se retiraron.
—¿Se siente mejor?
—. . . Si, lo siento.
Horacio se acercó a él y le palmeo el hombro. —No se preocupe, ¿Lo llevo a casa?
—Si, ¿Volviste a dejar las pastillas en mi bolsillo?
—No, se las entrego cuando lleguemos a su casa.
Ambos salieron de allí, Horacio miro preocupado a su adverso, Conway había presentado una especie de perdida de memoria repentina, pero su mente era cruel consigo mismo que siempre le hacía recordar el mismo suceso traumático que vivió hace años, siempre iba asustado a comisaría para intentar rescatar a Gustabo, aunque todos sabían que eso era imposible, porque el rubio hace años que había muerto, todos tenían aprecio a Conway e intentaban ser de ayuda para evitar que se alterará de más, para Horacio era bastante lamentable verlo en esas condiciones, pues vivía solo y sabía que por las noches, recordaba a Gustabo y no importaba que día de la semana fuera, siempre era el cumpleaños de Gustabo, su aniversario luctuoso o extrañamente, su aniversario de bodas.
Fin
Mañana les traigo el final alterno.
Remin
ESTÁS LEYENDO
Amantes | Intenabo | FINALIZADA
Fanfiction-Las promesas se rompen, ¿A qué si? Gustabo y Conway se reencuentran después de años, sus vidas habían cambiado, una mejor que la otra, pero nunca el amor que alguna vez se tuvieron. Gustabo tendrá que soportar vivir con el traumático día de su bo...