Capítulo 6

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Despertó de su pesado sueño, su rostro estaba enfermizo, sus labios estaban secos y rotos, había ojeras prominentes debajo de sus ojos, el moretón de su mejilla resaltaba entre toda la palidez de su rostro y para acompañar cada detalle triste de sus fauces, habían lágrimas delgadas y finas cayendo desde sus lagrimales hasta perderse en la tela de las almohadas en donde reposaba su cabeza, había vivido nuevamente lo que un día perdió y aquello siempre sería una daga encajandose en sus entrañas para hacerlo sufrir.

Se levantó y se dirigió al baño para asearse, en sus planes de hoy era ir a trabajar y después pasarse a comisaría a pagar su multa, de paso visitaría a Horacio, esperaba que lo soltaran pronto, tenían bastante cosas de las que hablar. Después de terminar de lavarse procedió a vestirse, encendió un cigarrillo y guardo la cajetilla en su bolsillo, tomando los billetes que antes Emilio le había dado por su labor, salió de casa y saludo a los transeúntes del pasillo, salió del edificio para tomar el autobús y dirigirse a su empleo.

Durante el poco camino que le quedó, terminó su cigarrillo y arrojo la colilla contra el suelo, nunca fue de su agrado el aroma y sabor del tabaco, pero aquello lo distraí y relajaba. Al llegar notó que habían menos compañeros de lo normal, suponía que habían empezado desde temprano su jornada. Se dirigió a cambiarse, pero su sorpresa fue ver qué su jefe estaba allí.

—Buenos días.

—Buen día García. . . Sinceramente no quiero alargar esto y creo que tú y Horacio conocéis muy bien el porque.—Le entrego dos sobres y soltó un suspiro.—Lo siento, estáis despedidos.

Gustabo recibió los sobres y abrió estos, ambos contenían solo 150 dólares. —¿Qué es esta puta mierda? He laborado aquí por un buen tiempo y solo me das 150 dólares, ¿Estás de joda?

—Lo siento.

—Si, claro que lo sientes. ¡Vaya trabajo de mierda!

Se retiró de allí totalmente enfadado, no podía creerlo, se esperaba ser despedido, pero recibir tan poco dinero no era posible, había ganado más haciéndole una felación a Emilio, aquello parecía una broma, un maldito chiste mal contado. Se dirigió a la comisaría, iría caminando, pues ahora tenía que tener más cuidado con sus gastos. Entró de mala gana y hablo con el primer agente que encontró, le hizo entrega del pago de la multa y quedó libre de aquel aprieto, salió e intento llamar a su amigo, para su suerte si respondió.

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—¿Horacio? ¿Donde cojones estás?

Estoy saliendo de puta comisaría, me dejaron libre porque no encontraron pruebas y. . . Joder ya te contaré, ¿En donde estas tú?

Estoy fuera de comisaría, ven rápido que tengo buena mierda para contarte.

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Gustabo espero en la salida, visualizo la cresta de su amigo y camino hacía el, Horacio igual que el, tenía un rostro de la mierda, se notaba que había salido de comer barrotes, con la noticia que le daría, remataría.

—Gustabo, ¿También saliste hoy? Pero-- ¿Qué te pasó en la cara?

Suspiro.—No, salí ayer y esto, me lo hizo un maldito perro de Conway, al final tenías razón, lo asignaron como Superintendente.

—¿Lo viste?

—Por desgracia si, sigue siendo el mismo mierdas de siempre. Joder Horacio no sabes cuántas ganas tenía de matarlo.

Amantes | Intenabo |  FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora