Capítulo 23

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Pudo escuchar los gritos de auxilio de más personas, no por ellas, sino por el que no dejaba de herirse contras puertas del establecimiento, hubo un momento en el que se detuvo, la cabeza ya la sentía mareada y húmeda ante la sangre que brotaba de su frente lastimada, había dejado de llorar cuando sintió unas manos sobre el, se mantuvo quieto, no pretendía moverse hasta comprobar que esas manos no le harían daño y luego de eso, vinieron palabras de consuelo que a ese punto, eran inútiles, mantuvo su vista en el suelo, observando las gotas de sangre caer y ensuciar sus pies.

—¿Por qué no llegaste a nuestra boda?. . . —Susurro para si mismo.

—¡Señor alejese de la puerta!

La realidad había regresado, el ruido de las sirenas le hizo levantar el rostro y mirar dentro del badulaque, las personas le temían, podía verlo en sus ojos, levanto los brazos y se dió la vuelta lentamente, había un policía apuntando con taser en mano, la cual le temblaba y por juzgar de forma rápida, se notaba que era un novato, soltó un suspiro y contando un momento de tres segundos, saco su arma y golpeó el lado izquierdo del rostro del otro, el cual cayó al suelo en estado de shock, Gustabo se acercó a él y le retiro el taser, guardandolo para el, tomo su radio y la arrojo al suelo, los presentes ya no estaban contentos con la situación y decidieron huir, buena decisión.

—Ponte de pie y camina.

Le regusto rápidamente y le retiro el arma, guardandolo para él. Escucho el ruido de las personas llamando a emergencias y apresuró su camino, el ruido de las sirenas se hizo aún más presente y pudo ver qué se aproximaban.

—Me cago en la puta. —Apunto y disparo rápidamente hacia las ruedas, dos coches se golpearon entre ellos y esto le dió ventaja para subir al patrulla del oficial bajo sus manos, quien esposo y subió al patrulla, poniendo en marcha este.

—Por favor suelteme, yo solo soy un alumno, no soy lo que quieres. . .

—Calma, calma. Tu tranquilito que todo va a salir bien, ya verás que la pasaremos muy bien.

Condujo hasta el coche que había tomado de la mansión y bajo rápidamente junto el oficial, lo obligó a subirse al coche y se oculto tras el patrulla cuando las Meris se hicieron presentes, saco el torso de la parte posterior del coche y disparo a las ruedas, logrando que cayeran, corrió hacia el coche y se puso en marcha, conduciendo a máxima velocidad, paso por aceras, cocho farolas y algunos coches, pero se mantuvo estable mientras pensaba en un lugar adecuado para esconderse, el ruido de las sirenas se hizo débil y sonrió, las había perdido.

Se metió entre canales, llegando a las minas de un lugar desolado, le indico al oficial que bajara y ambos entraron a una mina, sin llegar tan profundo, ya que era bastante obscura. Cuando se sintió a salvó, tomo asiento en el suelo mientras descansaba, la cabeza le pulsaba y aún no paraba de sangrar, limpio un poco la sangre y su mirada se dirigió al oficial que lloraba y rezaba en voz baja, el Gustabo de antes lo hubiese soltado, pero ese ya estaba muerto, el nuevo Gustabo solo obtenía frialdad en sus ojos; tomo su móvil y marco, esperaba que le atendiera rápido.

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—¿Qué pasa?

—Tengo al poli, ven a la ubicación que te enviaré.

Joder, tardaremos un poco. No te muevas de ahí.

—De acuerdo.

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Recargo la cabeza en la rocosa pared y soltó un suspiro, el sueño comenzaba a golpearlo, era cansancio extremo, pero ya se había metido en ese problema, volvió a mirar la oficial y recordó sus tiempos como policía, habían sido buenos, pudo ser ascendido, pero nunca le gustó tener demasiadas responsabilidades y cargar con ellas no era estilo, pero si que era cierto que los alumnos siempre comían mierda.

—Oye, ¿Cómo te llamas?

—L-Leopoldo. . .

—¿Te digo algo? Tu estás aquí porque tus superiores se están divirtiendo en una boda, ¿Lo sabes?

Asintió. —Algo escuché. . .

—Pues que putada, comerás la mierda que le tocaba a un comisario o al superintendente, dime algo, ¿Ivannov y Greco siguen como comisarios?

—No sé si debería compartir esa información con usted. . .

—¡Que yo fui policía! Yo conozco a esa puta malla de mierda.

Leopoldo sollozo nervioso, mirando hacia Gustabo. —Siguen siéndolo. . .

Sonrió. —Pues nada, cambiamos de objetivo. Te prometo que saldrás vivo de aquí, no te preocupes, quiero un cargo más alto.

—Se lo agradezco señor. . .

Miro con pena al chico, cuando escucho el ruido de autos, se puso de pie inmediatamente para apuntar hacia la entrada, se deslizo contra la pared y al observar a Nadando bajar de un coche se tranquilizó, detrás de el llegaban todos los demás, salió de su escondite para reunirse con ellos, quienes lo miraron de pies a cabeza, pero prefirieron no preguntar por ahora.

—¿En dónde está?

—Esta dentro.

Los guío dentro y cuando Leopoldo los miro, inmediatamente comenzó a temblar de miedo, su rostro palideció y Gustabo solo lo miro con los brazos cruzados, podía salvarlo, de verdad que podía, pero se sentía tan corrompido que no dudo en apartarse para que Xiaomi fuera el cabecilla y apuntará directo a su cabeza.

—Al la cuenta de tles chicos.

—¡¿Qué?! No, no, no ¡Usted prometió que no me harían nada! ¡No por favor no!

—Las promesas se rompen, Leopoldo.

Lo miro por última vez y salió de allí lentamente mientras sacudía su traje, la ráfaga de disparos no tardó en escucharse, inhaló profundamente ese aroma a calibre, estiró sus brazos y los dejo caer a los lados, apoyando sus manos sobre su cadera mientras sonreía amplio y reía un poco, sentía como si su vida diera comienzo a una nueva etapa completamente maravillosa, ahora comprendía el porque los sentimientos siempre se convertían en un obstáculo, pero aquella decisión de apartarlos se convertía en una salida estupenda para bloquear todo lo que estropeara su manera de vivir ahora, estaba cansado de ser el bueno del cuento y ser humillado.

Permaneció observando el paisaje ante el, cuando las pisadas comenzaron a ser más cercanas y el aroma de la sangre se esparció por el aire, giró su vista y traían consigo el cuerpo baleado del oficial, se quedó en silencio observando y Armando se acercó mientras levantaba parte del pasamontañas para encararlo, ambos se miraron por un momento, Gustabo le sonrió y su sonrisa fue correspondida por otra.

—Estoy sorprendido, veo que tuviste problemas, ¿Te duele?—Preguntó llevando sus dedos a las zonas heridas de su rostro.

—Esto no es nada, un ibuprofeno y como nuevo. ¿Que sigue?

—Tu dime, ¿Eso es todo lo que querías de mi?

Se acercó a él para colocar su mano sobre su cintura y deslizar su mano que yacia en su rostro, tocando su mejilla cuidadosamente, tomo su mentón y lo obligó a mirarlo, Gustabo presentía que podía sacar aún más provecho del que imagino y Armando era perfecto para ello. Desde una distancia prudente, los ojos rasgados de Yun Kalahari observaban aquella escena, se volvieron filosos y el ambiente se transformó en una nueva guerra, chisto molesto y subió al auto, nadie tenía derecho a apropiarse deliberadamente de algo que era suyo.





















Remin

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