Capítulo 30

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Sus ojos azulados se abrieron lentamente cuando la luz que se colaba por las aberturas de la cortina mal fijada en las ventanas que se movían lentamente con el viento, por un momento había olvidado que estaba durmiendo en un lugar totalmente desconocido y cuando sintió unos brazos cálidos rodear su cuerpo, giró su rostro lentamente hacia el cuerpo detrás suyo y una profunda calma lo invadió cuando era Conway quien lo abrazaba y dormía plácidamente a su lado, sintió su corazón latir con emoción y se giró para acariciar su mejilla lastimada, aún se sentía irreal ese despertar, se sentía tan bien descansado y protegido entre ese cuerpo cálido; continuo admirando a Jack por un rato más y luego se escondió en su pecho para rodearse de su masculino aroma que solo Jack Conway desprendía.

Conway parpadeo lentamente y sonrió cuando lo primero que sus ojos captaron, fueron a Gustabo mirándolo de reojo mientras frotaba su rostro en su pecho, le lleno de rejocijo y busco su rostro para darle los buenos días con un casto beso en sus labios, justo como en el pasado, aunque no dormían en su cama y no estaban en las mejores condiciones, era lo mejor que pudo pasarle durante años. Observo el rostro de Gustabo por un rato y noto que tenía pequeñas heridas y cicatrices en su frente y sus mejillas, sintió su pecho estrujarse de dolor y beso cada una de ellas con cariño.

—¿Quién te hizo todo esto?

—Yo.

—Dime la verdad.

Gustabo lo miro. —Esa es la verdad, el día que te vi en la iglesia, me volví completamente loco.

Conway soltó un suspiro y dejo un beso sobre su mejilla. —Lo siento, ninguna de esas cicatrices te hacen menos hermoso.

—Lo dices para hacerme sentir mejor, ¿A qué si?—Gustabo sonrió y está vez, era una sonrisa sincera y linda.

—Te conozco capullo, adoras que te elogié. Jamás te mentiría en ese aspecto, no hay dos como tú.

Gustabo mantuvo su sonrisa y su rostro pálido se llevó un leve sonrojo, le miro con amor y con cuidado le abrazo por encima de los hombros para acercar sus rostros y besarlo con lentitud. Conway correspondió sin dudar y movio sus labios junto con los de él, continuaron besandose, tomando pausas para tomar aire y volver a unirse en besos delicados y cariñosos, cuando sintieron adormecer estos, se separaron para mirarse fijamente y abrazarse.

—Hace mucho no dormía tan bien.—Se separó del abrazo para recostar su cuerpo y mirar hacia el techo.

—Yo tampoco.—Repitió su acción.

—Cuando fui por mis cosas el día que me echaste de casa, me fui a dormir en una banca y al día siguiente tenía tanta hambre, que juraba que podía pelear contra una rata por comida. Pero un hombre se acercó y me ofreció una píldora, el dijo que no sentiría nada por unos minutos y después de eso me sentía muy feliz, fue como si nunca hubiese pasado por lo que pase. . .

—¿Qué fue lo que te dio?

—. . . Fentanilo.—Hubo un pequeño silencio después de eso y de un suspiro, continuo. —Y luego conocí a otras personas, que dijeron que la cocaína tenía un efecto mejor y era menos agresivo, así descubrí que podía soñar despierto, olvidarme del hambre y de todo lo demás.

Conway miro de reojo a Gustabo y noto que este había comenzado a llorar, se quedó en silencio y dejo que se desahogará todo lo que necesitará mientras el escuchaba atento.

—Y luego, no pude dejar de inhalar esa mierda. Cuando te fuiste en el encuentro que tuvimos en esa casa de mierda, ese día me metí heroína y me dió una sobredosis, creí que moriría, pero me sentía feliz de saber que lo haría, si te soy sincero, ayer fue el último día que consumí y me siento tan, tan inútil de haberlo hecho porque. . . A veces tengo la sensación de que ya no podré dejar de hacerlo.—Gustabo soltó un suspiro. —Y a veces creo que me estoy volviendo loco.

Conway soltó una suave risotada. —No eres el único. Ese día que tuve que terminar con nuestra relación, capturamos a dos hijos de puta que estaban espiando la iglesia y estaba tan cabreado conmigo mismo por lo que te dije en las celdas, que los torture hasta que murieron y me encerraron dos días en una celda de máxima seguridad. Cuando salí, estaba seguro que no sería el mismo y así fue, ¿Recuerdas el agente que te golpeó con la porra? Pues acabo con el triple de hostias.

No te sientas culpable, porque aún tengo las ansias de matar a Armando y a todos esos tíos, creéme que me sorprendí cuando encontramos el cuerpo del Escobilla, yo lo hubiera dejado igual o peor.

Gustabo sonrió y giró su rostro para mirar a Jack, levantándose en seguida para colocarse sobre su cuerpo y acariciar su rostro. —¿Hiciste todo eso por mi?

—Por supuesto que fue por ti, hace tiempo te lo dije y te lo vuelvo a repetir, eres mío y nadie más puede tenerte, ¿Y sabes lo que más adoro?

—¿Qué?

—Que somos el uno para el otro, me lo acabas de demostrar, ambos podemos convertirnos en unos putos psicópatas si no nos tenemos. Aceptalo, no puedes amar a nadie más y soy el único al que deseas.

Gustabo lo miro fijamente y se inclino para besar lentamente sus labios y dejar una suave mordida antes de separarse. —No estás equivocado, pero me asusta que siempre que te veo con otra persona, quiero matarte.

—No me molestaría morir así, solo tu tienes ese placer.

—¿Aún quieres que lo haga? Anoche me rogaste que te asesinara.

—Digamos que quiero que lo hagas, pero ambos sabemos que no sucederá, Gustabo. . . No pienso abandonarte ahora que te tengo de nuevo.

—Arrodillate y pídeme que regrese contigo, solo así te aceptaré.

—Claro, ¿También quieres que te chupe la polla?

Gustabo sonrió. —Correcto.

Conway soltó un suspiro y conociendo esa traviesa sonrisa, no dudaba en que hablaba en serio, se levantó para dejar al rubio sobre el colchón y poder arrodillarse en el suelo desgastado, Gustabo estaba satisfecho, seguía teniendo el efecto de hacer que Jack hiciera lo que el quisiese, casi siempre. Tomo asiento y recibió las manos del contrario sobre las suyas, lo miro atento mientras Conway aún se mentalizo de lo que diría, después de un corto silencio, finalmente se atrevió a hablar.

—Gustabo, Gustabín, Gustabín. . .

—¿Sí?

—Te amo.

Gustabo no se esperaba aquellas palabras y no pudo evitar sentir su corazón palpitar con entusiasmo, hace tanto tiempo que no escuchaba esas palabras salir de los labios del contrario y ahora estaba seguro que eran en serio. Sus labios tomaron una sonrisa delicada y dulce, abrazándose de el mientras soltaba un suspiro relajante, esas palabras era suficientes para hacerlo sentir como un completo enamorado, con ello aceptaba cualquier petición, porque era Conway quien lo hacía y no necesitaba que le recitara un poema para sentirse gustoso y seguro de sus palabras, ya tenía suficiente y volvía a aceptar a Jack Conway en su vida.

Conway por su parte estaba satisfecho, no había dicho mentiras, realmente lo amaba y cumpliría está vez con sus promesas, incluso la de complacerlo con su boca, porque por supuesto que no se arrodilló en vano.





















Remin

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